La pregunta me la hizo MAO en su Corrillo de los viernes, al que
semanalmente asisto, y debo confesar que aunque me sorprendió, es absolutamente
pertinente. Claro, ¿por qué no hay
escándalos en el mundo de las religiosas que llegan a vivenciar los mismos
obstáculos, tentaciones, deseos o represiones de los sacerdotes? ¿Son mas “sanas”, por naturaleza, las mujeres
que los hombres? ¿La energía femenina es mas respetuosa que la masculina? ¿Las
monjas también abusan de niños y niñas? ¿Llegan a acosar sexualmente? ¿Cómo
manifiestan su frustración sexual?
En un convento pueden suceder muchas cosas. A puerta cerrada. Como
sucede en cualquier casa de familia. O inquilinato. El interior del lugar en
que habitamos (o al menos dormimos) puede ser muy diferente a lo que se percibe
de la puerta hacia afuera. Un convento de sacerdotes o religiosas puede guardar
muchos secretos, silencios, abusos, guerras de poder, injusticias. Además no
podemos desconocer que el sólo hecho de hablar de convento, despierta un
sinnúmero de imaginarios y fantasmas porque su asocia con encierro, puertas
cerradas, oscuridad, silencios, celdas y largos corredores. Los sacerdotes
están el ojo del huracán por los continuos casos de pederastia, estimulados
posiblemente por la represión sexual que conlleva un celibato, pero las
religiosas también pueden sentir los mismos deseos que ellos porque también
enfrentan el celibato. ¿Existe diferencia? Aunque las religiosas no tienen pene
(que puede ser un “arma” contundente de violencia) poseen otros elementos con
los que se podría abusar de niños y niñas. ¿Qué sucede? No existen casos o no
se denuncian. ¿O será que la biología femenina, marcada por sus órganos
sexuales escondidos, hace que el mundo femenino sea menos agresivo, mas morrongo,
mas reprimido? Muchas inquietudes. Las diferentes maneras de enfrentar la
sexualidad en hombres y mujeres puede dar pie a esta diferencia. Que no podría
calificar ni positiva ni negativa, solo distinta.
¿Una mujer puede violar? ¿Una mujer puede convertirse en una
abusadora sexual? Sin lugar a dudas. Puede que no posea la fuerza de un órgano
sexual, pero el acoso y la violencia no necesitan falo para agredir. Miradas,
toques, chantajes, cobros, manoseos, autoritarismo, pueden ser herramientas de
abuso y agresión sexuales y marcar a niños o niñas con la misma intensidad (o
dureza) de las que marcaría un abuso físico. La violencia sexual tiene muchas
caras. Seres humanos cobijados por la represión o la prohibición buscan los
caminos mas soterrados para descargar esa ansiedad. Y el daño es ineludible en
quienes “reciben” la descarga de su tensión. La Iglesia Católica impone el celibato a
hombres y mujeres que posiblemente viven los mismos traumas pero la expresión
de su problemática puede ser diferente. A los conventos de las religiosas los
ronda el fantasma del lesbianismo y las guerras de poder. Puede que se guarden historias fuertes de
competencia, rivalidad, envidia o abuso de poder entre las integrantes de la
comunidad. Pero ¿qué tanto estas situaciones afectan a las personas “externas”
que tienen contacto con ellas?
Hombres y mujeres diferentes en expresión, iguales en deseos. El
celibato, la represión sexual, no parecen ser elementos que ayuden en la
construcción de salud mental.
Gloria H. @Revolturas

No hay comentarios:
Publicar un comentario