martes, 4 de septiembre de 2018

Sucedió en un colegio…



Perfecto no existe nada en la condición humana. Venimos a aprender y los errores forman parte del día día. Eso no significa no hacer ningún esfuerzo por superarlos o no aceptar que las fallas deben tener consecuencias que se deben afrontar. En mas de una ocasión el problema mayor no radica en los errores sino en la manera de enfrentarlos. Es usual, y mas en nuestra cultura, evadir la responsabilidad ocultando el hecho o adjudicándole a otros lo sucedido.

Pues bien, en un prestante colegio de Cali a finales del año escolar pasado 4 niños de Kinder se encontraron en el mismo vestier con 8 alumnos de Décimo. Los grandes asustaron a los niños y uno de ellos se bajó los pantalones y les mostró sus órganos genitales. Hubo burla, maltrato y humillación. El colegio en ese momento no dijo nada a pesar de que los chiquitos se lo contaron al profesor de Judo. Primer error: vestier compartido entre niños de kínder y muchachos a punto de graduarse. No hubo  profesor o adulto acompañando a los niños. Segundo error: el silencio del colegio (posible interpretación “aquí no pasó nada”) durante quince días. Algo tan elemental como creer que lo que no se nombra no existe. Tercer error garrafal: en una reunión de los padres de los niños con los implicados y sus papas, se “premió” el silencio o complicidad de los muchachos puesto que ninguno dijo cuál había sido el que se bajó los pantalones. Aún mas se insinuó “dejarlo entre nosotros” para no dañar el buen nombre del colegio. Pregunto, ¿estaremos ad-portas de convocar  con urgencia a una consulta anticorrupción doméstica? Cuarto error: no se habló para nada de reparación y consecuencias de lo acontecido. Entonces, ¿de qué manera se aprende si no hay consecuencias? No tienen que ser castigos necesariamente pero si deben existir efectos reparadores sobre los hechos. No los hubo. Quinto error (también garrafal): reunión (¿confrontación?) de alumnos acusados con los niños de Kinder. ¿En qué cabeza cabe?  Edades, diferencias, miedos y sin contar (al menos) con la presencia de sus padres. ¡Por Dios!  

La idea no es estigmatizar el colegio creyendo que es en el único que pueden suceder hechos así. Pero lo que si se debe corregir es la manera de afrontar lo sucedido.  Hoy en día las instituciones educativas están agobiadas por tutelas, derechos de petición y todo lo que la justicia tiene a mano cuando se presume un atropello o injusticia y los papas (que creen tener hijos “perfectos”) hacen uso indiscriminado de estas. “Todo” lo que va en contra de un hijo, por principio, pareciera que fuera persecución. Los padres miden fuerzas con el colegio y no se dejan ganar de “un profesorcito”. En mas de una ocasión “amarran” a las instituciones que no les queda otro camino que aceptar el poder paterno. Pero aquí, en el manejo de los padres frente a los colegios, existe un aprendizaje “pulpito” de corrupción doméstica que podría ser un buen inicio de cambio de mentalidad. Acatar las disposiciones después de la investigación respectiva es enseñar que papá y mamá no somos cómplices y que acatamos la ley. Clase elemental de anticorrupción doméstica. En definitiva, el hecho puede suceder en cualquier parte pero el manejo de los acontecimientos si  fue nefasto y es aquí donde cabe una inmensa responsabilidad del plantel.

Gloria H. @Revolturas


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