Como en cualquier acontecimiento humano, está el claroscuro. Luces
y sombras. Elementos muy positivos como la elección tranquila, gracias al
Presidente Santos que le apostó a la paz de este país. Sin importarle su prestigio
y la ingratitud de una nación que todavía no acepta los alcances de sus
actuaciones. Pero, el domingo vivimos la fiesta de la democracia, gracias a su
tesón. Será la historia, mucho mas desapasionada, la que le dará el lugar que
se merece.
Ahora a elegir entre obedecer o indignarse. Entre Uribe o Petro.
Como dicen los jóvenes, tenaz decisión. Hay que escoger entre dos “religiones”,
dos ideologías cargadas de extremismos. Lo que representan esas posiciones son
dos Colombias que no encuentran un lugar de consenso. Un lugar para darse la
mano y no destruir, un lugar donde quepamos todos. Cada una de estas ideologías
asusta por lo que tienen de excluyentes y claro, de semejantes. Son poseedoras
de la verdad y fuera de ellas “no hay salvación”. Es muy claro cómo los
extremos “se tocan” y cada uno, desde su radicalismo, dinamita todo lo que no coincida con su
ideario.
Dos hombres mesiánicos, soberbios y prepotentes. Uribe y Petro.
Para mi todavía no existe Duque, todavía es un fantasma que se infla desde la
brújula de Uribe. Todavía “no es él”. Es la creación de Uribe, el que diga
Uribe, para gobernar en cuerpo ajeno. Duque lo representa, simboliza la
condición de obedecer, sin chistar. En esta “religión” no se cuestiona. Se
requieren niños inmaduros que acaten todo lo que el padre caudillo diga. No hay
condiciones para refutarlo y mucho menos para aceptar posiciones intermedias.
Adherir a este extremo es volver a visibilizar a Ordoñez y su oscurantismo.
¿Qué lugar ocupará en ese eventual gobierno? ¿Y Vivian y su radicalismo
religioso cómo cobraran su adhesión de manera que Colombia se devuelva en
tantísimos avances logrados en inclusión y tolerancia? ¿El fanatismo de José
Obdulio dónde lo padeceremos? ¿Cómo será el instructivo de persecución a los
medios de Comunicación?
Hay muchas maneras de interpretar los hechos pero para mi, la
indignación promovida por Petro no logró los resultados esperados. Fajardo no
lleno plazas, le pisó los talones y para ello no necesitó un discurso
incendiario. Creer que Petro arrasaría por sus “plazas llenas” fue parte del
“incendio” que no se concretó en votos. Pero su deseo de convertir las
elecciones en una lucha de clases sigue vigente. Y allí existe el peligro de
querer destruir como si Colombia fuera un caos. Promover la indignación es
facilísimo y Petro construyó su propuesta dinamitando lo existente. Claro, para
construir él, porque él si se sabe hacerlo. Para empezar tiene la obligación
moral de rectificar si su segundo lugar es un fraude: lo pregonó a voz en
cuello, debe ser coherente y aclararlo. Fajardo no lleno plazas pero propuso
una alternativa. Y es allí donde hay un nuevo país, el del consenso que desafortunadamente
no logró derrotar al extremismo. Ninguno de los dos es una opción confiable,
pero ¿qué sigue?
El voto en blanco es posible pero optar por ello es como dejar la
responsabilidad en manos de otros. Estamos aquí y hay que “untarse” de lo que
hay. No es fácil porque no se elige desde
la abundancia sino desde “lo menos peor”. Es la patria y es la democracia.
Gloria H. @Revolturas

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