Está sucediendo. El siglo XXI “resucitó” la tragedia de Sófocles y
la ha vuelto “pan de cada día”. Los Edipos se multiplican y para celebrar –otra
vez- el día de la madre, es pertinente revisar las relaciones madre-hijo (hombre)
y adentrarse en la construcción moderna del varón, donde la ausencia de padre
(autoritario, patriarcal y abusivo) desapareció para dejar otra clase de
problema. ¿Dónde está mi papá? Las roles
familiares han cambiado y seguir mirando con espejo retrovisor a la familia
“ideal”, la de las creencias religiosas, es un despropósito. Una nueva mujer,
dueña de su cuerpo (con la píldora anticonceptiva), capaz de ganar dinero, no
baja la cabeza ante el compañero. Tiene la opción de la independencia. No “necesita”
al hombre para sobrevivir económica y socialmente. Pero entonces su vacío
afectivo, (que si lo tiene) lo suple con su hijo varón. Se “apodera” de él para
no dejarlo ir. Le pertenece, la acompaña, la secunda y lo que es peor, fantasea
con que es su dueña. El hijo se convierte en su motor, su orgullo, su “obra
maestra”. Es su pareja, hace de pareja, lo usa como pareja y se gesta entonces la
“instalación” del Edipo. Ambos quedan atrapados, madre e hijo. Una nueva
modalidad de familia donde este hombre no logra desprenderse de su madre. La
sentencia patológica “primero conociste máma que esposa” en todo su apogeo.
Entonces mamá, en vísperas de su fiesta y antes de panegíricos
endulzados (o mentirosos) vale la pena revisar si está “criando” un Edipo en su
propia casa y con su total complacencia. Porque esta actitud es dañina.
Perjudica a su “retoño” y a todas las relaciones posteriores que este
construya. Si él se siente abocado a “escoger” entre su madre y su esposa (como
si estuviera ante 2 novias) significa que la madre está desempeñando un rol que
no le corresponde. Por lo general va camino de convertirlo en un pelele, en un
“bueno para nada” cuyo amor por la madre (afecto simbiótico) le impide crecer. E
irse. Es importante, mamá, caer en la cuenta que ese niño o adolescente no es
reemplazo de nadie y no puedo “utilizarlo” para compensar vacíos emocionales. A
los hijos e hijas hay que dejarlos ir.
Sí, la madre puede hacer daño. Los afectos maternos no siempre
están enfocados al bienestar de los hijos por mas que la cultura se empecine en
decir de que “todas las madres” quieren lo mejor. Una madre, desde su egoísmo o
patología, puede dar al traste con el futuro de sus hijos llenándolos de culpa
“por abandonarla”, es decir por crecer e independizarse. La madre (convertida
en suegra) puede convertirse en la peor enemiga de su nuera porque no acepta
ser reemplazada. Ese hijo (Edipo) empieza una verdadera tragedia (al puro
estilo griego) porque carece de argumentos racionales para encontrar un camino
independiente. La culpa obnubila cualquier razonamiento. No hay que olvidar que
no existe poder mas intenso que una madre manipuladora. ¡Y si que las hay!
Edipo se multiplica por cambios en la familia. Mujeres solas,
fuertes y guerreras, la sacan adelante: la hija “copia” su empuje pero el hijo
queda atrapado como soporte “masculino” de mamá. Las consecuencias están a la
vista. Es una “nueva” familia diferente a la conocida. ¿Mamá, estas criando un
Edipo? Mas datos en libro “Donde está mi papá”, le sorprenderá.
Gloria H. @Revolturas

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