Cada vez que me encuentro con un uribista de mediana o fuerte
intensidad, me pregunto por la esencia de su personalidad. Amigo o desconocido
me impacta su manera casi servil de referirse a él, de hablarle, de
preguntarle, de dirigirse, como si fuera un ser divino, perfecto, intocable. ¿Qué hay en su interior, cómo logra admirar y
creer en un hombre tan controlador, perverso, dominante, contradictorio? ¿Qué
hay en una individualidad para creer (y necesitar) un caudillo, un dios, un
gurú? ¿Por qué nos enceguecemos ante el embrujo de alguien que decida por
nosotros? ¿Hasta que grado de servilismo se puede llegar? Hitler embrujó a un
todo un pueblo ¿Cómo? ¿Podría justificarse esta “adicción” en personas a las
que les quedó faltando papa? O desde el mundo espiritual, de evolución, la
pregunta sería ¿en qué nivel de conciencia se encuentran? Se cuestiona siempre la actitud de un drogadicto,
su adicción a aquello que lo domina, pero en el mundo existen muchísimas clases
de adicciones como los fanatismos o los sometimientos a algo o a alguien que
anula la propia individualidad. Uribe llega a ser para muchos, su droga, sin la
cual ni viven ni respiran. Igual sucede con las religiones, o los equipos de
futbol, o ciertas ideologías. Siempre existirán esta clase de “poderes”. ¿Cómo es la esencia de aquellos que caen en
estas “redes”?
O de pronto, como lo describen los niveles de conciencia, en esta
o en otras vidas, se debe transitar por ese estado de encantamiento. Por esa
“idiotez” donde no se tiene capacidad de
análisis y se secunda al pie de la letra a aquel o aquello que creemos tiene
“la verdad revelada”. Entonces, cuál niños de pecho, se acepta “todo” aquello que
el padre-Dios diga. Pero a medida que se crece se cuestiona el mensaje de los
mayores. Es la madurez. No crecer, no desprenderse, es seguir repitiendo la
enseñanza “inyectada”, como si el mundo se hubiera paralizado. La amenaza mas
grave a nivel de pensamiento es considerar que el mundo es estático, que nada
cambia. Pero el que no se crea en la evolución no significa que no se dé. El
mundo no está congelado.
El padre y la madre tienen un significado espacial desde la mirada
psicoanalítica. Cada uno desempeña una función que al final se traduce en el
desarrollo equilibrado de la personalidad del hijo. El padre es la ley, la
norma y la madre la satisfacción, el placer. ¿Qué le pasa a un uribista? ¿Le
quedó faltando papá? ¿No ha crecido? ¿Padece el síndrome de Estocolmo,
(identificación y necesidad de un padre-autoritario-ausente)? ¿El mundo materno
de la seducción (corrupción) lo obnubila y no logra aceptar determinaciones
jurídicas?
Colombia se ahoga en normas que no cumple. Somos hijos de la madre
“que complace” y protege pero huérfanos del padre-ley que organiza. Por eso es
tan sencillo violar la norma (el padre no significa, está ausente) y fácil
“convencer” (seducir) de la trampa. Corrupción ventiada. Un uribista necesita
al dios-padre dominante autoritario que lo lleve de su mano. Pero como es
infantil no lo cuestiona, ni siquiera puede interpretar sus twitters. ¿Quién
increpa a Uribe? El uribismo no es de iguales, es una religión con un dios y
súbditos. O un mundo materno omnipotente
(todo lo merezco) sin padre. Uribe entonces es “perfecto” para el huérfano
simbólico…
Gloria H. @Revolturas

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