Pero así como hay “religión uribista”, también existe religión
petrista. Es increíble el grado dependencia que estos dos personajes “causan” en
sus huestes. Caudillos mesiánicos, obnubilan con su presencia y sus seguidores
se convierten en fanáticos de una religión. O de un equipo de futbol. O de una
ideología que no acepta, no puede aceptar, otro principio diferente a la
palabra de su dios. A Uribe le nació “competidor” en endiosamiento y mesianismo.
Por algo se parecen tanto. Se alimentan de la rabia –es sorprendente- y es con
resentimiento, con odio, como desearían gobernar. Su espejo retrovisor es tan grande que no
tienen futuro, por mas palabrería que pronuncien. Es mirando para atrás,
“cobrando”, “el que la hace la paga”, como dizque quieren contribuir a crear
porvenir. Cuando se está con tanta carga de rencor y odio, lo único que se
destila es resentimiento. Uribe y Petro pareciera que compiten colocando
“oficinas de cobro” en el corazón de quienes los siguen. Lo único que anhelan
es tener poder para poder enderezar. Que en definitiva es cobrar.
Porque Uribe y Petro sí saben como hacerlo. Promoviendo la
indignación, extraen lo “peor” de quienes los siguen. Rabia, rencor, miedo,
prevención. Prometen “gobernar” pasando facturas. Tienen una mirada hacia el
pasado. O como muy bien escribe Adolfo Zableh, alimentan a “paramilitares del
teclado” u hordas de indignados. Es increíble lo fácil que es despertar el odio
en la esencia de los colombianos. Sí, definitivamente algo existe en los genes
de Colombia para resonar “tan fácil” con tanta indignación. “¿Cómo hacen para
vivir así? Es como si sólo tuviéramos dos velocidades: amor desmedido y odio extremo.
Es misma energía que hace que nos matemos entre nosotros si nuestro equipo de
futbol gana, o pierde, es la misma que nos hace combatir la violencia con mas
violencia. Es una fuerza vital, un motor de odio que tenemos adentro y aflora
con cualquier estímulo. Con muy poco en realidad”.
Los petristas se subieron al carro de la indignación. Para un
indignado no existe nada, absolutamente nada bueno. Hay que destruir para poder
construir (a su manera, claro). Ellos si saben hacerlo, ellos si son capaces.
Un “tibio” por el contrario no despierta “esa pasión” de odio, ni de rabia, ni
de rencor. Es neutro y para esta comunidad de indignación, esa pasividad no
genera ninguna clase de adhesión. No, el buen candidato es aquel que torea los
fantasmas interiores, aquel capaz de sintonizar con lo mas primario e
instintivo del ser humano. Puro cerebro límbico, reptiliano. Ningún filtro,
nada de educación y menos de mesura. ¿Quiere vomitar? Súbase al carro de los
indignados, Uribe o Petro y estará en su salsa. “Son de los suyos”, así es como
debe ser. El mundo está compuesto de buenos y malos, usted es de los buenos y
todos los demás son malos.
Puede que usted crea que una golondrina no hace verano y que su
voto “ni suma, ni quita”. Pero ojalá captáramos que estas votaciones no son
entre candidatos de uno u otra idea. Son elecciones entre el odio y la cordura.
Que le aportan o que revuelcan. Que destruyen o que construyen. Quienes le
apuestan a un país donde todos cabemos (todos) y quienes marcan la línea
divisoria (claro católica y cristiana) entre hijos de Dios o hijos del diablo.
Decida.
Gloria H. @Revolturas

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