No son tantos como se cree pero están por todo lado. Hacen bulla,
gritan, vociferan. Se notan donde quiera que se ubiquen precisamente por su
escandalera. Nunca pasan desapercibidos. ¿Cómo no va a ser mas notorio un
individuo vociferante que uno pacífico? ¿Cómo no va ser mas llamativo el que
vomita que el que sonríe? No me imagino cómo se despiertan, ni siquiera con lo
que sueñan. Aun en el descanso las imágenes del desastre, de la venganza, de la
rabia, los tienen que invadir. ¿Desde que universo paralelo contienen tanta
rabia? Siempre están de mal genio, mal
encarados. Son expertos en buscar defectos, hurgan en las alcantarillas, se
regodean con el mal. Pareciera que sus rostros no “resisten” una sonrisa
(¿creerán que se ‘desfiguran’?).
Claro, se nutren encontrando errores, falencias, defectos. Es su
especialidad. Como el vampiro que necesita sangre para sobrevivir, los hijos e
hijas de la rabia necesitan defectos. Urgen la dificultad, el mal momento, las
equivocaciones. ¡Son su alimento! Si existiera la perfección, ellos se
suicidarían. ¿Cómo vivir en un mundo en que las cosas no estén mal si ellos
necesitan los problemas como forma de vida? Son expertos en notar lo que falta,
lo que no se ha terminado, el bombillo apagado en medio de 30 prendidos, el
punto negro en el telón blanco. No miran el panorama general porque se enredan
en el detalle, en la coma mal puesta, son milimétricos, austeros, cizañosos.
Vivir con ellos, compartir día a día pone a prueba toda la salud mental de quienes
lo soportan. Porque por ningún lado están bien. Nada les satisface, siempre
quedó faltando. Si lo conseguiste azul, era rojo. Si era de punticos, ellos
anhelaban las rayas… Siempre están marcando, reclamando, esperando que las
cosas sean diferentes. Ellos o ellas lo habrían hecho ‘bien’, pero tu no… Las
fallas están en los demás. Ellos advirtieron, ellos enseñaron, ellos aclararon.
Muchas veces me he preguntado que ‘fabrica’ esta clase de
personajes. ¿Su frustración es propia, es hija de sus padres, de sus ancestros
o todas las anteriores? Porque la rabia ancestral es demoledora: se vive en el
presente pero no se halla la causa para sentirla en proporciones tan
desmesuradas. Pero está allí, en las entrañas. Parecen poseídos, como si la ira
fuera una adherencia que se pegó a sus vísceras y entonces lo único que pueden
producir es mas rabia. Sus voces son chillonas, graves, alteradas. No importa
ni sexo, ni raza, ni religión. Siempre están vomitando, siempre. Parecen seres desamparados, huérfanos de una
palabra de afecto, que le cobran a los demás su ‘desgracia’ de existir. El
mundo no es perfecto y ellos se lamentan de ese ‘defecto’. Ni imaginar cómo les
duele un acierto, un logro, que alguien consiga la meta. No soportan que a
otros les vaya bien, no resisten el bien de los demás.
Cuando hay tanta rabia está la sensación de que ‘el mundo nos
debe’. Como si mereciéramos mas, como si nos hubieran robado. Alguien nos falló
¿quién? Afuera se percibe el vómito visceral de la ira. Adentro un infierno
desesperante: la peor desgracia, soportarse a si mismos, vivir en la amargura.
Ser verdugo y víctima de la propia rabia. No poder romper las cadenas y tener
que aguantarse a ese inquilino interior todos los días. Desesperante vida.
¿Conoce a alguien?
Gloria H. @revolturas

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