El poder de la palabra es infinito. La información es capaz de transformar una sociedad. Las palabras escritas o dichas son las únicas que casi instantáneamente modifican un estado de ánimo. Las palabras tienen la fuerza de un ciclón cuando ‘llegan’, cuando generan resonancia. Es decir cuando sintonizan con algo interior. La resonancia significa que estamos en la misma frecuencia. Los anónimos, por ejemplo, impactan cuando logran sintonizar con algo interior, cuando resuenan en una misma frecuencia el emisor y el receptor. Si no hay resonancia, la palabra no llega, no hay eco y por lo tanto su efecto es inocuo. Hay anónimos que nunca ‘rozan’ a quien los recibe porque no hay identificación con nada de lo escrito. El problema no está en lo que se dice sino en lo que ‘llega’. Y, ¿por qué llega? Porque lo dijeron afuera o porque ‘sintonizó’ adentro. Claro, se necesita dominio espiritual para resistir una andanada, pero, ¿cuál es el límite para censurar opiniones? ¿Que no se digan o que no se expresen significa que ‘desaparecen’ o solo son invisibles pero siguen existiendo?
Creo que el respeto por la opinión ajena, es un asunto bien delicado. Porque la opinión ajena se tolera siempre y cuando la interprete “como me gusta”. Si no gusta, entonces es, ¿acusación?, ¿está cargada de mala intención? El valor del conflicto y de las discrepancias es valiosísimo porque no son las igualdades las que nos hacen mejores seres humanos sino, precisamente, las diferencias para entender cómo respetar lo que no concuerda con lo que creo o pienso. No me asusta que hoy, en Cali, vivamos la diferencia de criterios porque nos muestran como una comunidad que difiere pero se puede permitir el espacio de encontrarse “en un lugar especial” para manejar las diferencias. Los muchachos se matan por el color de sus camisetas, ¿los adultos acaso, no podremos buscar “sitios de encuentro” dónde ventilar las diferencias, los criterios y llegar no a igualdades sino a entendimientos comunes donde se pueda respetar que sigamos siendo distintos? Por algo Cali se precia de ser multicultural y multiétnica. ¡Probémoslo!
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