En el tsunami de cambios
que vive el mundo, el papel del hombre es tal vez el más cuestionado. El más vapuleado.
Ser y dejar de ser es mucho más amenazante y cuestionador que “no haber sido y
empezar a ser”. Que es lo que sucede con los hombres y con las mujeres. Ellas
lucharon, merecieron y llegaron. Ellos fueron, se apertrecharon y “están
perdiendo”. No para hundirse pero sí para igualarse. Pero hoy viven el paso del
huracán del cambio y cuestionamiento en toda su dimensión. El mundo que ellos
manejaron es un despelote. Igual que la economía, la política, las relaciones
internacionales... Teorías modernas han puesto sobre el tapete el temor y la
envidia masculinos ante las mujeres. "En vez de contemplar a la mujer como
un "hombre castrado", se ha considerado al hombre como
psicosexualmente más frágil que la mujer. Esta fragilidad se observa sobre todo
en el paso de un muchacho a la madurez y en la vulnerabilidad sexual de un
hombre. Eso quizás explique la necesidad de los hombres de someter a las
mujeres. Una consecuencia de la maternidad femenina parece ser que para las
muchachas es más fácil hacerse mujeres que para los muchachos hacerse hombres.
(...)Los hombres se hacen hombres llevando a cabo empresas, haciendo, más que
siendo."
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El primero que debe
sentir el cuestionamiento es el papá, mejor dicho el hombre. Y está en el
banquillo, no porque la mujer lo ubique allí, sino porque de tanto creerse el
cuento de que era el rey, empezó a encontrarse con la verdad de su mundo. Ser
hombre no es ni un privilegio, ni un poder, ni un don. Es una circunstancia, al
igual que lo es ser mujer. Sólo que en el rol del padre empieza a anidarse en
su imaginario la pregunta. Ya no tiene el control sobre la vida de la mujer. Ya
ella intenta ser dueña de su cuerpo y de sus decisiones. Entonces, la duda más
grande que puede albergar un hombre frente a la mujer es si él es
definitivamente el padre del niño que su compañera lleva en su vientre. Todo su aparente poder masculino se desmorona
ante la inquietud. Ser padre es un acto de fé, ser madre es una certeza.
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Las redes del poder
se construyen con pequeños detalles de cuidado, atención y respeto. No todo
puede ser autoritarismo, imposición o dominio. Por ello, en el camino de
acumular poder y control, el hombre se olvidó de lo elemental: descuidó la base
de su poder (su mujer y sus hijos) y como un espiral cada vez es más
cuestionado el rol de ese hombre-padre autoritario y patriarcal. La indignación
de muchos hombres y mujeres es contra el autoritarismo, el dominio, la
imposición, el abuso y este definitivamente es un lenguaje machista y
patriarcal. Mientras él mandaba y controlaba, los demás crecían. En el descuido
de lo básico, nunca necesitó hacerse la pregunta: hoy está frente a ella. Su compañera tiene el poder de la respuesta.
Al hombre-padre sólo le queda confiar... el acto más humano de cuantos existen
porque está marcado por la incompletud, la necesidad y la humildad. ¡Es el nuevo panorama del hombre-padre! Los
hombres decidirán si se bajan del pedestal del poder a las buenas o a las
malas. Decidirán si empiezan a trabajar las inquietudes de una identidad
masculina incluyente, equitativa, respetuosa y solidaria. Decidirán encontrarle
un sentido a ser papá que no se construye desde el grito o el abuso. Decidirán
si ser papá es igual a “ser mamá con pantalones”. ¡El balón está en su campo!
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