En más de una
ocasión se ha culpado de la crisis actual a la mujer. El que ella se hubiera
“liberado” fue lo que causó la catástrofe (¡) de la familia y por allí, la del
mundo. Claro, es la respuesta más fácil y simplista. Analizar que el cambio en
los roles de la mujer y del hombre era inminente y necesario no es fácil. El
ideal del mundo quieto todavía sigue siendo el anhelo de muchos individuos que
añoran un mundo sin evolución. ¡Total utopía! Y si la mujer se movió, en su
papel de madre, profesional y esposa, al hombre también le llegó ese tsunami.
Sólo que todavía no termina de asimilarlo. (A veces ni siquiera lo acepta; su
resistencia es absoluta. Por eso cuando no logra doblegar a su compañera la
asesina). Hijos de ese cambio, son las
nuevas generaciones que construyen paradigmas de comportamiento. Las mujeres
cada día se adaptan (y disfrutan) su nuevo papel. El hombre patalea...
¿Qué tanto se
necesita un papá? O mejor, ¿qué significa ser papá? Es tan grande la diferencia
que la cultura asigna a estos roles que no existe "mentada de padre",
sino de madre. De allí las dimensiones de la diferencia. ¿Qué es lo que sucede
entonces con papá? En el actual desconcierto de ellos, ¿acaso papá significa
una “mamá con pantalones”? Teorías modernas han puesto sobre el tapete el temor
y la envidia masculinos ante las mujeres. "En vez de contemplar a la mujer
como un "hombre castrado", se ha considerado al hombre como
psicosexualmente más frágil que la mujer. Esta fragilidad se observa sobre todo
en el paso de un muchacho a la madurez y en la vulnerabilidad sexual de un
hombre. Eso quizás explique la necesidad de los hombres de someter a las
mujeres. Una consecuencia de la maternidad femenina parece ser que para las
muchachas es más fácil hacerse mujeres que para los muchachos hacerse hombres.
(...)Los hombres se hacen hombres llevando a cabo empresas, haciendo, más que
siendo."
El primero que debe
sentir el cuestionamiento es el papá, mejor dicho el hombre. Está inmerso en la
duda, en la ausencia de certezas. Puede atreverse a ser humano, es decir, a ser
frágil, a equivocarse, a no sabérselas todas. El hombre está en el banquillo,
pero no porque la mujer lo ubique allí, sino porque de tanto creerse el cuento
de que era el rey del mundo, empezó a encontrarse con la verdad de su mundo.
Ser hombre no es ni un privilegio, ni un poder, ni un don. Es una
circunstancia, al igual que lo es ser mujer, y desde ese lugar, desde la
finitud y complejidad de ser humano, se construyen la sexualidad, la vida y el
amor.
El hombre merece un
reconocimiento como papá, como un ser complejo, con capacidad para la lucha,
con temores, con grandes dosis de ternura, con la claridad que para ser él, no necesita
someter a nadie, ni hacer alardes de privilegios, ni vanagloriarse de su
dureza. Ser hombre también implica poder tener un corazón, una sensibilidad,
una intuición, la creatividad, ganas de llorar, estar asustado. Además, en
honor a la verdad, ser padre es un acto de fé. Por lo mismo ser papá no es
fácil, porque no es fácil ser hombre y sentir que no se tiene el poder del
mundo. Pero las nuevas generaciones necesitan hombres y mujeres, papas y mamas
humanos, sin actitudes prepotentes o soberbias, sin necesidad de transmitir
miedo para merecer autoridad y respeto. Para todos aquellos papas que hoy se
están atreviendo a cuestionar su papel como hombres, va un reconocimiento y un
sincero abrazo. En definitiva ningún rol u oficio puede desempeñarse a
cabalidad si antes no nos hemos quebrado el alma a punto de interrogantes,
reflexiones, dudas y sorpresas.
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