En el juicio que se
adelante contra Valerie Domínguez, Ana María Dávila, su ex-cuñada, en el
“colmo” de la sinceridad y como prueba reina de la maldad de Valerie dijo: “mi padre lo hizo todo. Yo no hice nada,
lo que hice fue firmar todo lo que mi padre decía”. ¿Se necesitará, acaso sr.
Juez, mayor argumento para descifrar el carácter impositivo, agresivo y
dominante de los hombres Dávila de esta familia? Porque si éste es el padre,
así es su hijo, dentro de la educación machista. Y las dos mujeres de la
familia, esposa e hija, son tan víctimas como Valerie. Sólo que las Dávila se tienen
que tapar y bajar la cabeza ante el poderío paterno, con riesgos mucho mayores
que expulsarlas de la familia. El mayor argumento para “probar” la imposición y
crueldad de los Dávila lo dió su PROPIA hija. Y para quienes no creen que por
amor las mujeres hacemos totales estupideces, Ana María, desde el odio hacia su
cuñada “porque si se pudo zafar” acaba de dar el mejor argumento para constatar
que en esa familia las mujeres existen como firmonas y dominadas. Existen para
repetir los mandatos patriarcales. Existen para dejarse golpear. Existen para
apoyar al patriarca y para repetir su discurso. La misma información del
periódico “El Tiempo” dice que no fueron capaces de responder al
cuestionamiento del abogado de Valerie. Se les había acabado el libreto paterno
y ya no supieron responder. Sólo balbucearon...
La Justicia tiene
que apoyarse en la psicología. Los jueces no se las saben todas (ni tienen que
sabérselas). Por eso es muy importante la mirada de otras ramas científicas que
aportan luces a los códigos y procedimientos legales. Por algo, no es
coincidencia que la sociedad, hoy por hoy, cada vez mas se sorprenda del grado
de crueldad de la cultura patriarcal sobre las mujeres. Si, este dominio, poder
y crueldad siempre han existido, pero la inmediatez de la información saca a la
luz pública hechos que en otras épocas quedarían sólo en la memoria del alma
familiar, atrapando a hombres y mujeres en ese dolor y amargura. La
información, cuando lo hace público, ayuda a la reparación, así sea a través de
la vergüenza moral.
Los “normales”
exitosos, poderosos y bellos, pueden guardar tanta patología como esos
criminales radicales, a quienes les aflojan el control y son capaces de dar
rienda suelta a lo mas instintivo de la animalidad. Allí está la prueba. El
dolor es de las mujeres, del género femenino, por la forma en que la cultura
(¿los hombres?) tratan a sus mujeres.
Pero la cultura son los jueces, los jefes, los papás, los hermanos, los
periodistas, los novios, los banqueros, los sacerdotes, los esposos, los amigos...
Para rematar la
mamá de Juan Manuel, María Clara, en un acto de complicidad total dice “una
persona que se ha portado así con mi hijo, tampoco quiere a la mamá ni a
nadie”. Claro, romper con el mandato patriarcal, es empezar a quererse a ella
misma, atreviéndose a tener palabra propia, criterio personal, así sea a costa
de su propio corazón. A veces las mujeres “tapamos” para esconder miserias
familiares y evitar la vergüenza de encontrarnos con las verdades de atropello
e injusticias discriminatorias. Debe ser muy impactante tener que escoger entre
la verdad y la complicidad familiar. Por eso la gran mayoría de veces, las
mujeres sufrimos, guardamos y el mayor número de tumores los padecen las
mujeres. Y no es casualidad que sea en los senos porque “alimentamos” a los
nuestros desde cualquier perspectiva, así sea desde la complicidad.
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