No conocen la
esencia femenina quienes afirman que una mujer por amor no firmaría, con los ojos cerrados, una
solicitud de su compañero de vida. Por amor o por temor, las mujeres son
capaces de ese acto de sumisión o dependencia, sin importar siquiera su nivel
de preparación intelectual. Es tan fuerte el condicionamiento cultural y la
necesidad de afecto y reconocimiento, que la gran mayoría lo haría en forma
confiada. No depende de su nivel social, ni de su nivel intelectual. En asuntos
amorosos, la señora de los tintos y la gerente se comportan igual. Puede que la
ejecutiva “intente” salir más rápido, pero la reacción primaria es aceptar. Sobre
todo al comienzo de la relación.
Una mujer enamorada
en extremo, se diluye en la esencia del otro. Es como si perdiera su
identidad. La cultura educa para eso,
para que obedezca, para que se someta, para que crea que ella necesita que la
guíen, que la protejan porque ella “solita” es incapaz. El hombre “sabe” mas
que ella... ¿quién no ha repetido la absurda frase “detrás de todo gran hombre
(detrás, ojo detrás) hay una gran mujer”? Claro, invisible, escondida, perdida,
mientras que otros ponen la cara por ella. Mientras que otros están adelante,
ella desaparece para que otro brille. Siglos de una cultura repitiendo lo
mismo, en todas las áreas, en todas las instituciones (incluídas las más
emblemáticas como son familia, escuela e Iglesia) crean comportamiento, generan
actitud. Lo que es un heroísmo es atreverse a cuestionar ese paradigma,
romperlo y salir de él.
Podría contar miles
de ejemplos de mujeres que “a nombre del amor” cedieron, perdonaron, no
reclamaron, se asustaron. ¿Historias? Las que quiera. Sin afán de protagonismo
el dolor de la mujer cuando ama es inmedible porque espera un “príncipe ideal”
que no le falle. Eso le dijo la cultura a nombre del romanticismo. Un hombre
que haga de mamá, de papá, de hermano, de amigo, que le llene todas sus
carencias afectivas...y eso es un imposible, una ilusión que se desmorona como
un castillo de naipes. Esta mujer “desilusionada” es la que aprende, pero
claro, necesita “el golpe”. Mientras no lo reciba con seguridad que firma. “Lo
mío es diferente” argumentará desde el fondo del corazón. Necesita la cachetada
para despertar.
Recuerdo la
historia de una mujer en Medellín, que al otro día de su boda su “amoroso”
marido la llevó a una notaría a que le firmara “unos papelitos”. No tuvo como
preguntar, ni a quién acudir porque ¿acaso su maridito no era el hombre ideal
que la iba a proteger? Pues bien, la hizo firmar la disolución de la sociedad
conyugal, todavía con el calor de los abrazos de su noche de bodas. ¿Cómo
negarse a la petición? Ella, economista brillante no supo las consecuencias y
firmó. El también profesional pero con dosis de manipulación extrema la llevó
“mareada de amor”. Hoy, si se separa, sale con una mano atrás y otra adelante
porque “a nombre del amor” ella le firmó los papeles que él solicitaba. Ojalá
el Juez del caso Valerie se asesore para conocer el alma femenina y fallar en forma justa. Condenarla a pagar por
un delito que no cometió es condenar a una mujer por haber amado y confiado.
Todavía el imaginario colectivo no está limpio de la influencia de la sociedad
patriarcal. Todavía, aunque intelectualmente queremos cambiar, las emociones y
sentimientos bloquean la razón. Quién lo creyera, Valerie está enseñando. Deje
sr. Juez que ella sea “maestra de mujeres” para contrarrestar la dependencia.
Es una oportunidad colectiva de aprendizaje.
No hay comentarios:
Publicar un comentario