¿Será el pánico que
produce la cercanía con la fatídica fecha del 21 de Diciembre? ¿Será que
contagiados de los efectos de la resonancia Schumann, el tiempo definitivamente
se adelantó pero no 3 o 4 segundos o minutos u horas, sino MESES completos?
¿Será el afán desmesurado por adquirir y guardar, guiados por esa filosofía de
que sólo el que posee, es valioso? Será la ansiedad como peste universal, la
que nos lleva a “vivir en el futuro” (que aún no existe) desechando el presente
(que es lo único que tenemos) para no tener ninguna clase de tiempo (ni de
vida) sino sólo angustia y ansiedad? ¿Será que creemos que si empezamos a
cantar villancicos, a decorar las casas y a comprar regalos, podemos ganarles
“en felicidad” a los demás?
Cualquiera podría
ser la respuesta porque todas las preguntas anteriores describen una sociedad
enferma que lucha por su felicidad pero como en el cuento aquel del señor al
que se le perdieron las llaves y su vecino le dijo que porque las buscaba allí
sino era el lugar donde se le perdieron, él muy confiado respondió “Aquí las busco
porque aquí hay luz”. Igual, creemos que así, de esta manera, en ese lugar y en
ese tiempo “encontraremos la felicidad” (donde están la luz y la bulla) cuando
la felicidad definitivamente no está en esos lugares y en esas circunstancias. La
nuestra es una sociedad enferma, donde la ansiedad se multiplica manifestando
la urgente necesidad de “asegurar” lo que todavía no ha llegado. En términos
clínicos, ansiedad es futuro. Y la ansiedad se produce en la medida en que,
invadido de miedo, me aterroriza lo que va a pasar, porque no puedo tener
control sobre ese futuro. Desde mi inseguridad creo que controlar me dará paz.
Pero el iluso control que deseo sólo generara mas ansiedad porque siempre
existirán situaciones, momentos o personas que no puedo manejar. Es una
¡espiral de miedo! porque no tiene límite. ¿Cómo enfrentarlo entonces? ¿Cómo
contrarrestar el miedo? ¿Cómo sustraerse a ese pánico colectivo? ¿Cómo tener
paz?
Lo primero y posiblemente muy elemental, no se deje llevar por este
pánico colectivo. No repita historias negras, no hable sólo de enfermedades, no
sea un multiplicador de malos augurios. “Advertir” por miedo de lo que puede
pasar no es una solución y lo desgasta a usted y a su entorno. El miedo es el
peor de los sentimientos porque con miedo usted se “diluye” en cualquier idea,
en cualquier persona, en cualquier circunstancia. Una persona invadida de miedo
deja de ser ella y no existe ningún razonamiento que le ayude a reaccionar.
Solo puede depender. Del que sea o de lo que sea pero ha dejado de existir como
un ser pensante. Ahora estará a merced de quienes dirijan (y exploten) su
miedo. Otro factor importante: con tranquilidad, hágase caso a usted mismo.
Muchas veces no escuchamos nuestra voz interior pero como decía Chopra, allí,
adentro de cada quién, está la sabiduría. Conectarnos con ese lugar nos ayuda a
mantener la calma, el presente, a no desesperarnos porque en definitiva,
cualquier hecho humano es una circunstancia que nos acerca a la muerte. Y la
muerte no es un castigo. Qué paradoja, tratamos de alejar la muerte, tratamos
de derrotarla, de aislarla, de que no exista. Pero esa carrera por tener mas
futuro que presente, de adelantar el tiempo, de tener Diciembres en Octubre, no
es sino un llamado desesperado para que la muerte nos llegue mas rápido. Las
incoherencias de una sociedad enferma y angustiada saltan a la vista. Diciembre
en Octubre es una prueba de ello... ¿Quién nos entiende?
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