lunes, 29 de octubre de 2012

¿Las mujeres son brujas?


Vístalo como quiera, piénselo desde la perspectiva racional, imagíneselo desde la rabia con esa sensación de impotencia que produce no controlar los hechos, despelúquese tratando de minimizarlo...como quiera. Es obvio que si usted despectivamente afirma que “las mujeres son brujas”, que la brujería es mala, en el fondo de todo el asunto es que le tiene miedo a la magia, que reconoce (si cree que las mujeres son brujas) que ellas tienen un poder inmanejable y lo que es peor, que se muere de envidia de no poder “explicárselo” (y tener) ese poder.
Uno de los efectos más nefastos que nos han legado la razón y la mente es el desprecio por la magia, por la alquimia, por lo no visible y comprobable. Para la razón, la magia es hija de la ignorancia y de creencias ilusas o infantiles. La magia es tratada con desprecio y quienes creen en ella o la practican son ridiculizados y despreciados, como parias de la inteligencia. La frontera entre lo correcto, aceptado y lógico, por un lado y las coincidencias, los milagros y la intuición del otro, es tan pero tan contundente que parece que pertenecieran a seres de mundos diferentes. Olvidando precisamente, que la alquimia es la madre de la magia y que en su momento fue la “ciencia” de la historia. La alquimia o la magia es el arte de la transformación. Los alquimistas eran los seres que lograban transformar la realidad.
¡Y pensar que todos tenemos la capacidad de ser magos! Que todos los humanos estamos conectados con dimensiones donde la lógica no existe y donde el poder de cambiar lo visible es obvio. Pero el exceso de razón ha llevado a muchos seres a despreciar la capacidad de transformación que se tiene como humanos que somos. Y si las mujeres “practican” mas el arte de la transformación (o de la brujería si quiere llamarlo así) fue porque fue el único camino que le dejó la cultura patriarcal para sobrevivir en un mundo masculino que la aplastaba. Los hombres les tienen pavor a las mujeres brujas. Para ellos, las brujas tienen el poder de ver lo que ellos no logran ver. Tienen el poder de la intuición, condición humana, que los varones relegan a segundo plano por no tener manera de manejarla. El poder de la mujer maga es terrorífico porque no se puede igualar con ella, no la puede someter y muchas veces se siente como un pelele frente al poder mágico incontrolable.

¿Miedo a la magia?


Uno de los efectos más nefastos que nos han legado la razón y la mente es el desprecio por la magia, por la alquimia, por lo no visible y comprobable. Para la razón, la magia es hija de la ignorancia y de creencias ilusas o infantiles. La magia es tratada con desprecio y quienes creen en ella o la practican son ridiculizados y despreciados, como parias de la inteligencia. La frontera entre lo correcto, aceptado y lógico, por un lado y las coincidencias, los milagros y la intuición del otro, es tan pero tan contundente que parece que pertenecieran a seres de mundos diferentes. Olvidando precisamente, que la alquimia es la madre de la magia y que en su momento fue la “ciencia” de la historia. La alquimia o la magia es el arte de la transformación. Los alquimistas eran los seres que lograban transformar la realidad.
¡Y pensar que todos tenemos la capacidad de ser magos! Que todos los humanos estamos conectados con dimensiones donde la lógica no existe y donde el poder de cambiar lo visible

lunes, 22 de octubre de 2012

¿Qué fue lo que enseñaron?


He trabajado en procesos educativos por muchísimos años y de un tiempo para acá podía afirmar que ya no creía en la educación. Pero no en la de Colombia, en la del Valle o en la de Cali, no. No creo en la educación en ningún lugar del mundo porque precisamente lo que enfrentamos hoy, a todos los niveles, es fruto del fracaso de la educación. La cultura se limitó a transmitir conocimientos considerando que la mente más lúcida era el objetivo educativo y la razón, como una loca sin freno, empezó a gobernarlo todo. Tuvo poder, encanto, influencia y ¡razón! Ante ella, todo lo demás era superficial y sin sentido. DE allí el mundo, bueno o malo que hoy vivimos, edificado desde los paradigmas de la razón. No creía, entonces, en la educación actual pero sí creo en procesos de conciencia, tema desafortunadamente bien alejado de las aulas escolares.
Por ello acepté con un poco de escepticismo la invitación que me hizo “El Nido”, institución del Colegio Bolívar para conocer una nueva mirada educativa desde la filosofía de las escuelas Reggio Emilia que se viene implementando en algunas instituciones en Colombia y en el mundo. Esta concepción educativa nace en Italia, después de la guerra, donde la población debe decidir qué hacer con el poco dinero que hay para reconstruir la ciudad. Un grupo de mujeres escoge invertir en la construcción de una escuela, por encima de cualquier otra prioridad. Por lo tanto nace una organización con una filosofía bien particular. La primera y tal vez, la básica, es lo que  es un niño o una niña. Ya no mas la idea de que los chicos son “recipientes” a los que hay que llenar de ideas y conocimientos. Ya no mas, por favor, la idea de que los niños y las niñas no tienen uso de razón. Menos aún que son “bultos de carne” que hay que guiar en todo porque su inconsciencia es absoluta. La concepción de lo que es un niño o una niña marca el inicio del proceso. Entonces, vuelve a existir esperanza en los procesos educativos, porque el respeto por ese proceso interior del niño es también un proceso de conciencia. Acompañar a los niños y las niñas en su despertar es bien diferente a imponer, dirigir o manipular. No es fácil el trabajo porque el primero que se cuestiona es el adulto, en especial, el maestro o la maestra que debe “renunciar” al poder del conocimiento o de la autoridad. Estar alerta y respetar procesos no son “actividades” fáciles en esta cultura.
Pero con una mirada diferente hacia el niño o la niña, se construyen procesos de vida a través del arte y la estética, no como herramientas supletorias sino como elementos básicos en la construcción de su historia. La metodología  fue creada por Loris Malaguzzi: los niños aprenden por medio de la observación para después desarrollar sus propios proyectos. Pero lo valioso es la nueva mirada hacia lo que es un niño. Impacta la conexión que se les despierta con su entorno, con su medio ambiente, con su ciudad. Son chicos de hoy para un mundo que requiere conciencia y responsabilidad no sólo registro de conocimientos. Las paredes son blancas y buscan proporcionar tranquilidad como muros donde pueden colgar su trabajo y no el muro ya decorado donde el niño sólo es espectador de productos comerciales. En el aula hay objetos pequeños y grandes, inventados por los maestros, papas y mamás. Todos  trabajan en equipo y hacen los proyectos con sus compañeros y familias. Definitivamente una mirada esperanzadora para la educación donde podemos educar con conciencia y no sólo bajo los parámetros de la razón.

lunes, 15 de octubre de 2012

La familia ¿para qué sirve?

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¿Hasta cuándo seguimos idealizando la familia como el lugar donde se anida la perfección? ¿Hasta cuándo insistiremos en “taparle” a la familia todos sus defectos y problemas? Así como se han desmitificado tantos paradigmas de la cultura, (el estado, el matrimonio, la madre, la religión, la escuela) es hora de aceptar la realidad sobre la familia. Hay quienes creen que ella es la piedra angular donde se forman “buenos” y correctos ciudadanos. Que la sociedad se asienta sobre la familia y que sólo reivindicándola volveremos (¡) a caminar por el sendero adecuado. Pero ¿de qué familia hablamos, de la real o de la ideal? De la que imaginamos o de la que asumimos. Con la familia sucede algo muy particular: en ella se articulan lo bueno y lo malo porque es la responsable de inmensos logros humanos como también lo es de los peores horrores y extremos del comportamiento. La familia es un costal de circunstancias, buenas y malas, que se heredan generación tras generación. Heredamos los errores de nuestros antepasados. Además hemos “cubierto” el concepto de familia con unas mentiras garrafales que lo único que han producido es mas rencor y distancia entre sus integrantes. ¿Qué tal la mentira de que a todos los hijos se los quiere por igual? ¿O qué tal que todos los hijos o hijas tienen el mismo significado para sus padres? O aquella falacia de que “papá y mamá quieren lo mejor para sus hijos” cuando, muchas veces, son sus propios intereses los que se imponen por encima de lo que el hijo anhela.
Pero el aceptar la realidad no significa que todo esté perdido. Por el contrario la verdad permite manejar a conciencia los acontecimientos y evitar “guardados” o cuentas de cobro que algún día salen a relucir. Cuando no existe claridad sobre los verdaderos vínculos entre sus miembros, lo que sienten unos y otros es una sorpresa que algún día se destapa. Y ¡conmueve! El hermanito o hermanita “del alma” se convierte en un monstruo inesperado. La madre o el padre son irreconocibles. O los celos y envidias hacen de las suyas con actitudes de odio y venganza que “ningún proceso de paz” pareciera sanar y reivindicar.
¿Quién no tiene en familia el miembro que abusa de la responsabilidad o compromiso de los otros? ¿Qué decir de la obligación de cuidar a padres y madres ancianos, obligación que hijos olímpicos descargan en los demás? Tan grave como la inasistencia alimentaria para un niño lo es para un padre o una madre ancianos. No es colaborar: es una obligación que la ley regula y ampara. Hijos o hijas irresponsables pueden ser demandados por el delito de abandono de sus propios padres. Si el abandono hacia un niño conmueve hasta los tuétanos, el abandono a una madre o un padre es de una crueldad absoluta porque son fruto del cinismo y del desagradecimiento. Y aquí sí, es la vida la que cobra. Cuando no la paga “el deudor” original alguien de las generaciones siguientes será el encargado, quiéralo o no, de saldar la cuenta. Y es cuando viene la pregunta “por qué yo” desconociendo que una posible respuesta estaría en el árbol genealógico. Así como los abuelos deben responder ante la falta de padres, los nietos deben responder ante la falta de hijos frente a los ancianos.   
La familia es real, de carne y hueso, con seres que sienten y no tienen que quererse por el solo hecho de tener el mismo apellido o la misma sangre. El “derecho” al afecto se gana o se pierde con actitudes. DE allí la necesidad de desmitificarla para conocer sus falencias y poder corregirlas.   

lunes, 8 de octubre de 2012

¡Diciembre en Octubre!


¿Será el pánico que produce la cercanía con la fatídica fecha del 21 de Diciembre? ¿Será que contagiados de los efectos de la resonancia Schumann, el tiempo definitivamente se adelantó pero no 3 o 4 segundos o minutos u horas, sino MESES completos? ¿Será el afán desmesurado por adquirir y guardar, guiados por esa filosofía de que sólo el que posee, es valioso? Será la ansiedad como peste universal, la que nos lleva a “vivir en el futuro” (que aún no existe) desechando el presente (que es lo único que tenemos) para no tener ninguna clase de tiempo (ni de vida) sino sólo angustia y ansiedad? ¿Será que creemos que si empezamos a cantar villancicos, a decorar las casas y a comprar regalos, podemos ganarles “en felicidad” a los demás?
Cualquiera podría ser la respuesta porque todas las preguntas anteriores describen una sociedad enferma que lucha por su felicidad pero como en el cuento aquel del señor al que se le perdieron las llaves y su vecino le dijo que porque las buscaba allí sino era el lugar donde se le perdieron, él muy confiado respondió “Aquí las busco porque aquí hay luz”. Igual, creemos que así, de esta manera, en ese lugar y en ese tiempo “encontraremos la felicidad” (donde están la luz y la bulla) cuando la felicidad definitivamente no está en esos lugares y en esas circunstancias. La nuestra es una sociedad enferma, donde la ansiedad se multiplica manifestando la urgente necesidad de “asegurar” lo que todavía no ha llegado. En términos clínicos, ansiedad es futuro. Y la ansiedad se produce en la medida en que, invadido de miedo, me aterroriza lo que va a pasar, porque no puedo tener control sobre ese futuro. Desde mi inseguridad creo que controlar me dará paz. Pero el iluso control que deseo sólo generara mas ansiedad porque siempre existirán situaciones, momentos o personas que no puedo manejar. Es una ¡espiral de miedo! porque no tiene límite. ¿Cómo enfrentarlo entonces? ¿Cómo contrarrestar el miedo? ¿Cómo sustraerse a ese pánico colectivo? ¿Cómo tener paz?
Lo primero y posiblemente muy elemental, no se deje llevar por este pánico colectivo. No repita historias negras, no hable sólo de enfermedades, no sea un multiplicador de malos augurios. “Advertir” por miedo de lo que puede pasar no es una solución y lo desgasta a usted y a su entorno. El miedo es el peor de los sentimientos porque con miedo usted se “diluye” en cualquier idea, en cualquier persona, en cualquier circunstancia. Una persona invadida de miedo deja de ser ella y no existe ningún razonamiento que le ayude a reaccionar. Solo puede depender. Del que sea o de lo que sea pero ha dejado de existir como un ser pensante. Ahora estará a merced de quienes dirijan (y exploten) su miedo. Otro factor importante: con tranquilidad, hágase caso a usted mismo. Muchas veces no escuchamos nuestra voz interior pero como decía Chopra, allí, adentro de cada quién, está la sabiduría. Conectarnos con ese lugar nos ayuda a mantener la calma, el presente, a no desesperarnos porque en definitiva, cualquier hecho humano es una circunstancia que nos acerca a la muerte. Y la muerte no es un castigo. Qué paradoja, tratamos de alejar la muerte, tratamos de derrotarla, de aislarla, de que no exista. Pero esa carrera por tener mas futuro que presente, de adelantar el tiempo, de tener Diciembres en Octubre, no es sino un llamado desesperado para que la muerte nos llegue mas rápido. Las incoherencias de una sociedad enferma y angustiada saltan a la vista. Diciembre en Octubre es una prueba de ello... ¿Quién nos entiende?

lunes, 1 de octubre de 2012

El alma femenina

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No conocen la esencia femenina quienes afirman que una mujer por amor  no firmaría, con los ojos cerrados, una solicitud de su compañero de vida. Por amor o por temor, las mujeres son capaces de ese acto de sumisión o dependencia, sin importar siquiera su nivel de preparación intelectual. Es tan fuerte el condicionamiento cultural y la necesidad de afecto y reconocimiento, que la gran mayoría lo haría en forma confiada. No depende de su nivel social, ni de su nivel intelectual. En asuntos amorosos, la señora de los tintos y la gerente se comportan igual. Puede que la ejecutiva “intente” salir más rápido, pero la reacción primaria es aceptar. Sobre todo al comienzo de la relación.
Una mujer enamorada en extremo, se diluye en la esencia del otro. Es como si perdiera su identidad.  La cultura educa para eso, para que obedezca, para que se someta, para que crea que ella necesita que la guíen, que la protejan porque ella “solita” es incapaz. El hombre “sabe” mas que ella... ¿quién no ha repetido la absurda frase “detrás de todo gran hombre (detrás, ojo detrás) hay una gran mujer”? Claro, invisible, escondida, perdida, mientras que otros ponen la cara por ella. Mientras que otros están adelante, ella desaparece para que otro brille. Siglos de una cultura repitiendo lo mismo, en todas las áreas, en todas las instituciones (incluídas las más emblemáticas como son familia, escuela e Iglesia) crean comportamiento, generan actitud. Lo que es un heroísmo es atreverse a cuestionar ese paradigma, romperlo y salir de él.
Podría contar miles de ejemplos de mujeres que “a nombre del amor” cedieron, perdonaron, no reclamaron, se asustaron. ¿Historias? Las que quiera. Sin afán de protagonismo el dolor de la mujer cuando ama es inmedible porque espera un “príncipe ideal” que no le falle. Eso le dijo la cultura a nombre del romanticismo. Un hombre que haga de mamá, de papá, de hermano, de amigo, que le llene todas sus carencias afectivas...y eso es un imposible, una ilusión que se desmorona como un castillo de naipes. Esta mujer “desilusionada” es la que aprende, pero claro, necesita “el golpe”. Mientras no lo reciba con seguridad que firma. “Lo mío es diferente” argumentará desde el fondo del corazón. Necesita la cachetada para despertar.
Recuerdo la historia de una mujer en Medellín, que al otro día de su boda su “amoroso” marido la llevó a una notaría a que le firmara “unos papelitos”. No tuvo como preguntar, ni a quién acudir porque ¿acaso su maridito no era el hombre ideal que la iba a proteger? Pues bien, la hizo firmar la disolución de la sociedad conyugal, todavía con el calor de los abrazos de su noche de bodas. ¿Cómo negarse a la petición? Ella, economista brillante no supo las consecuencias y firmó. El también profesional pero con dosis de manipulación extrema la llevó “mareada de amor”. Hoy, si se separa, sale con una mano atrás y otra adelante porque “a nombre del amor” ella le firmó los papeles que él solicitaba. Ojalá el Juez del caso Valerie se asesore para conocer el alma femenina y  fallar en forma justa. Condenarla a pagar por un delito que no cometió es condenar a una mujer por haber amado y confiado. Todavía el imaginario colectivo no está limpio de la influencia de la sociedad patriarcal. Todavía, aunque intelectualmente queremos cambiar, las emociones y sentimientos bloquean la razón. Quién lo creyera, Valerie está enseñando. Deje sr. Juez que ella sea “maestra de mujeres” para contrarrestar la dependencia. Es una oportunidad colectiva de aprendizaje.