Se cree que los enfermos mentales son aquellas personas que están encerradas en los hospitales psiquiátricos para los cuales es imposible la convivencia con otros, o porque se mantienen sucios, son harapientos, “hablan solos”, tienen mirada extraviada, o desbaratan todo lo que hay en su alrededor. La idea de “loco” o enfermo mental es de un desquiciado con el que es imposible convivir. Sin embargo… la enfermedad mental es mucho más común de lo que a primera vista aparece y lo que es más delicado, no impide desempeñarse en comunidad. Muchos enfermos mentales están allí, en cualquier parte, dentro de la sociedad, dirigiendo empresas, viviendo dentro de su familia, conviviendo con sus vecinos, enseñando en Universidades, estudiando o trabajando, compartiendo oficina, en conventos o iglesias, sin que sea fácil percatarse de su problema. Sólo cuando el día a día agota a quienes conviven con él o ella, se empieza a percibir la dimensión de la enfermedad. No hay otra manera de explicar su comportamiento totalmente incoherente.
Se despierta en la mañana hecho un ogro u ogra que apenas balbucea un sí o un no. Todo le fastidia, como si hubiera dormido con alacranes. Su conducta es inexplicable porque ni hubo conflicto, ni hubo disgusto. Reclama por su ropa o reniega del clima o no soporta el café muy caliente. Al medio día vocifera histérico porque la sopa no le gustó. Por la noche es un encanto, amoroso y tierno y no logra recordar al de la mañana. ¿Yo?, ¿cuándo, a qué horas? Te lo imaginaste.
En la reunión del fin de semana hace la apología de la familia y de la necesidad de conservarla por encima de cualquier inconveniente. Pero, no tiene ningún reato de conciencia en tener su “amiguita” porque el que habló el sábado pareciera que no tiene nada que ver con el infiel de hoy. Incoherencia total. Las múltiples facetas de su personalidad lo hacen un ser fragmentado donde el cinismo se confunde con el descaro y la burla. Sólo enmarcando estos comportamientos dentro de la enfermedad mental, se logra una forma racional de asimilar la convivencia con seres de esta dimensión. Para él (o ella) es imposible escuchar o atender un reclamo o una insinuación. Y cuando oye, lo maneja a su amaño. Es facilísimo que enrede o tergiverse lo que se le dijo y cambie las explicaciones. Dentro de su mente “todo es posible” y si ayer era blanco hoy es negro y viceversa. El reino total de la incoherencia. Sin embargo es imposible “cogerlo y confrontarlo” porque es el rey del teflón. No registra, no recuerda, no sabe, no tiene memoria y vive “al día”: de lo que siente y de lo que piensa en ese momento. Ni siquiera tiene vergüenza o culpa porque no reconoce nada de lo que le están reclamando. Los ejemplos de las contradicciones son de nunca acabar. Así le parece totalmente aceptable que su “niño” de 14 años tome trago “para volverse hombre” pero es el colmo que a los muchachos les permitan hacer esas fiestas y rumbas como las del edificio del frente. Es enfermo psicótico para quien el mundo es la proyección de su imaginación. Lo que él piensa o cree es realidad. Cualquier parecido con Hugo Chávez no es coincidencia. Por internet (donde encontró el libro blanco) se habló de su enfermedad mental de acuerdo a la versión psiquiátrica. Lo grave es que los Chávez versión doméstica se multiplican como arroz y contribuyen a “enloquecer” a quienes conviven con ellos sin entender el por qué de su comportamiento. Sólo queda padecerlos o…
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