El gobierno de Iván Duque se
siente muy orgulloso de la expresión “el que la hace la paga”. Siendo candidato
a la presidencia la dijo y terminó convirtiéndola en motivador para generar la
filosofía de su gobierno. Y aun cuando es necesario hacer justicia y asumir
consecuencias de los actos, definitivamente es diferente buscar lo justo a “cobrar”, buscando que se pague por los errores.
La diferencia está en la intención. Intención traduce el propósito que alienta
la conducta, independiente del resultado. Aún mas se puede llegar al mismo
objetivo con intenciones diferentes. La intención no es algo que la persona hace, sino una fuerza que existe
en el universo como campo de energía invisible. La intención es el propósito
que alimenta la acción. Ser cobrador, a cualquier nivel, es uno de los actos
humanos mas denigrantes. Ni qué decir a nivel emocional. El “cobro” es una
retaliación que envenena la condición humana porque habla de la venganza como
forma de reparación. ¡Emocionalmente demoledor!
Por ello, no se pueden escribir en el mismo renglón la educación y
la venganza. No puedes intentar construir mejores opciones de vida cuando el “bichito”
de la retaliación nutre los deseos de cambio. Mejorar y cobrar no caben en la
misma línea. La determinación de
aumentar a cadena perpetua la condena de los violadores de niños y niñas, se
escucha mas como una retaliación que como una determinación acertada. Aun
cuando suene muy fuerte, el violador ha sido “educado” en alguna familia o “antifamilia”,
con cualquier cantidad de problemas a las que la sociedad no le ha dado
solución. ¿La sociedad (usted, yo, todos) tendremos “algo” que ver con la formación
de personas enfermas? Ahora, en este mismo momento, existen multitud de otros
hogares que están “educando” futuros violadores. ¿Qué se está haciendo en
realidad para evitar que el problema continúe? ¿La cadena perpetua es la
solución? ¿La pena de muerte lo será?
Somos muy dados a “apagar el incendio” pero no a llegar al fondo
del problema. La columna de la exministra Paula Moreno el domingo, refiriéndose
a Tumaco, expresa una verdad impactante que muy bien puede aplicarse en este
momento. “Muy pocas veces se escucha: vamos a enviar 100 psicólogos, 1000
trabadoras sociales, 300 artistas, a generar 5000 nuevos empleos para que nos
ayuden a reconstruir el tejido social”. ¿Educamos o aumentamos penas? ¿Llenamos
las cárceles de delincuentes y…? ¿Existirá cárcel para tanta gente? ¿No será
hora de mirar para el comienzo y no para el final? La idea de perseguir,
encarcelar, aumentar penas, no son mas que columnas de humo “atractivas” para
quienes creen que el miedo es educador de generaciones. No encuentro mucha
diferencia entre 60 años y cadena perpetua. Además, existe la enfermedad
mental, lo que no significa que no deban asumirse las consecuencias. Pero los
enfermos mentales se “construyen” en sociedades enfermas.
La ley del Talión es la oficialización de la venganza, lo mas
contrario a procesos educativos. Para una sociedad enferma es una solución
“perfecta”, claro, cerrando los ojos al futuro porque es como alimentar un
círculo vicioso. En el otro extremo está la educación. Educar es brindar
opciones, dar posibilidades, abrir caminos, reparar, generar esperanza, ofrecer
alternativas. ¡Escoja!
Gloria H. @Revolturas

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