A veces hay que escribir artículos hartos, de aquellos que (como
decía Jorge Gómez, ser maravilloso experto en duelo) conducen al desprestigio.
Cuando no motivan el aplauso o los likes de aprobación se asume el riesgo con la
tranquilidad que produce ser fiel a tus convicciones. Entonces el de hoy es un artículo harto, nada
popular. Es mucho mas fácil conmover que hacer reír. El dolor y el victimismo
producen muchísimos adeptos. La tragedia nos mueve mas que la risa.
Los periodistas de Ecuador fueron vilmente asesinados, no se puede
negar. Iban detrás de la noticia en un terreno peligroso donde las mismas
autoridades ecuatorianas advirtieron que de allí en adelante viajaban sin que
les pudieran garantizar sus vidas. Asumían un grave peligro. Al igual que
sucedió con Ingrid Betancur, a la que le avisan del peligro que corría si
continuaba su ruta, los Estados (para bien o para mal) advierten de su
incapacidad, su flojera, su debilidad (o el adjetivo que quiera dar) para
proteger la vida de sus conciudadanos. Marcan el límite donde son conscientes
de su impotencia. Algunos se arriesgan, desafían el peligro. ¿Ego?, ¿protagonismo? ¿deseos de servir? La respuesta puede ser múltiple. Pero nadie
puede desconocer que es una osadía donde ponen en riesgos sus vidas y (muy
delicado) colocan en situaciones muy complejas a sus países. Ecuador
“negociaba” ya con el terrorista Guacho para salvar sus vidas, comenzando un
camino complejísimo de chantaje y sometimiento. Colombia “conoce” esta clase de
coacciones y negociaciones donde los Estados casi deben arrodillarse por la
osadía de algunos que se creen intocables. ¿Se justifica este riesgo y consecuencias por la información?
Actitudes individuales o pertenecientes a un grupo reducido que
doblegan a los países. He creído que el protagonismo (o narcisismo) de algunas
profesiones (políticos y periodistas por ejemplo) los catapulta a creer que “su
verdad” o “su intención” prima sobre el bien común. Sí, el mundo es de
valientes y osados, pero también medir las consecuencias de ciertas osadías
puede ser signo de consideración y humildad. Hay llanto por los periodistas del
Ecuador. ¿Se hubiera podido evitar? ¿La información que buscaban justifica el
sacrificio de sus vidas?
¿Un periodista, un político o cualquier profesional tienen derecho
y autonomía para “arrinconar” un país a nombre de su profesión o actividad
pública? ¿Existen consecuencias para acciones individuales que desafían normas
vigentes? ¿Y si no hubieran sido periodistas los secuestrados, habría generado
el mismo movimiento, la misma indignación, la misma reacción? A los
comunicadores en mas de una ocasión se les “notan” las preferencias y parcialidades
por gente de su oficio. A cuáles “cuidan”, a cuáles critican, a cuáles
despedazan. Lo que tiene que ver con actitudes de periodistas (recordar Yamid
Amad) se maneja con un guante diferente y eso hace que la opinión pública tome
distancia. Y claro, cuestione la mínima objetividad que debe existir para el
manejo de la información. ¿Los Estados son responsables de las audacias de sus comunicadores?
Sí, estados débiles y fallidos no pueden responder. Pero paradójicamente sino
lo han sido, ¿de un día para otro no pueden “ser fuertes” “sólo” por proteger
famosos? Hay mucho por analizar.
Gloria H. @Revolturas

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