Se
ha creído que la muerte viene asociada con dolor, tristeza y sufrimiento. El
concepto y vivencia que tenemos de ella ha sido transmitido de generación en
generación como un desgarramiento, como un final que nos precipita en la
desesperanza. ¿Qué hay después de la muerte física? Las respuestas pueden ser
tantas como creencias existan. La muerte aparece teñida de color negro,
lágrimas, miedo y desapegos. En vida, nos asusta pensar en la muerte, aquel
acontecimiento humano que sucede minuto tras minuto, todos los días, a todas
las horas y en todos partes. ¿Para dónde vamos?
Pero
la muerte está allí y tiene varias caras. O dicho en otras palabras, no siempre
causa dolor y angustia. No siempre nos debe doblegar y sumirnos en la
desesperanza. De acuerdo a conceptos mas
“sanos”, la muerte puede asumirse como un descanso, puede ser sinónimo de
alivio. De una paz tranquila en el corazón de quien se muere y en el corazón de
los que aún permanecen. La paradoja de nuestra educación es que aquello seguro
que debemos vivir no tiene “manual de instrucciones”, no se enseña, no hay
cátedra sobre “morir” ni para nosotros ni para los que nos rodean. A la muerte
se llega (o nos llega) como una bofetada que puede llevar a renegar de Dios, o
de las Iglesias y creencias, que instala odio, resentimiento en el corazón por
lo “injusta” que aparece. Se pierde la confianza en la vida porque suena a
traición, “en los mejores momentos”, o desde nuestros cálculos humanos todavía
“faltaba” mucho por hacer. ¿Por qué ahora?
Como
si nos tomara por sorpresa, como si nos cayera de improviso y la consideráramos
un castigo, algo que no merecemos, que “todavía no era”. ¿Por qué a mi? ¿Por qué ahora? ¿Por qué con
los míos? Ni siquiera hoy existe el término “paciente terminal” porque todos
somos “terminales”, todos estamos a un paso de la muerte, en cualquier momento
puede suceder pero… paradójicamente, ¡nos toma de improviso! Como niños de
Jardín, jugamos a las escondites, sabiendo que convive con nosotros y en
cualquier momento sólo aparece, se hace visible, sale de su cueva y dice “aquí
estoy”.
Hay
tanto por aprender sobre la muerte, tanto. Las distintas religiones tienen
conceptos bellísimos que bien podrían transmitirse para generar paz. Detalles importantes: no hay que precipitar la
cremación. El espíritu, la energía o el alma, se van “desprendiendo” lentamente
y el tránsito entre la vida y la muerte, así sea sorpresivo, requiere tiempo de
soltura. Salud Pública, en Cali, no permite cremación sino han transcurrido 24
horas de la muerte de la persona. No se si por creencias o por precaución, es
una medida sana energéticamente hablando. A su vez, de acuerdo a las creencias
budistas, se debe rodear la cabeza del que está partiendo, no sus pies, puesto
que es la forma de facilitar el proceso de desprendimiento de manera mas
equilibrada. Interesante escuchar música suave, donde los sonidos contribuyan a
la armonía del momento. No hay que olvidar que somos seres de energía y la
resonancia amorosa facilita el tránsito.
Tanto
por aprender. Nos lo enseñan (a las buenas o con dolor) los que parten primero.
Valdría la pena ayudar en una nueva mirada hacia la muerte. Tiene muchas caras
y también puede generar paz y tranquilidad. Así lo sentimos. Gracias mamá por
enseñarnos.
Gloria
H. @Revolturas

No hay comentarios:
Publicar un comentario