¿Qué tanto se llega a conocer a las personas de nuestro entorno?
¿Qué tanto podemos “meter las manos a la candela” por los familiares mas cercanos?
¿Por nuestros amigos? Vivir con una persona, tener vínculos de sangre o de
afecto con ella, es acaso la contraseña que nos garantiza saber quién es
verdaderamente? Todas estas inquietudes son válidas cuando se da con un caso
como el de María Andrea Cabrera, la hija del general del Ejército que murió
hace unos días por intoxicación de drogas y alcohol. Porque la pregunta mas
delicada de todo el proceso en este momento se la deben estar haciendo sus
padres. ¿Realmente conocían a su hija? ¿Quién era María Andrea? No se puede
desconocer que las personas tienen actitudes diferente en diferentes espacios.
No es lo mismo estar frente a papá y mamá que en una reunión de amigos. ¿Cuáles
son los alcances o cambios en uno u otro escenario? No tienen que ser comportamientos
contrarios, pero si hay un “destape” mayor con pares que con personas que
representen poder o jerarquía. Las noticias van y vienen, los comentarios de
los amigos y amigas, la necesidad de “zafarse” de un lío judicial, todo puede
se un coctel de interpretaciones, suposiciones que desvirtúan o modifican la
imagen que se tenía de una persona. Aún para sus padres.
Una persona jamás llega a conocerse totalmente, sin que ello sea
negativo. La idea de la transparencia como sinónimo de afecto, incondicionalidad
u honradez, está mandada a recoger. No significa que se deba vivir “disfrazado”,
pero los seres humanos somos cambiantes, estamos sujetos a presiones y
circunstancias que van modificando nuestras creencias y conceptos. ¡Y valores!
No necesariamente para mal. Existe un lugar interior, a donde no llega nadie y
ese lugar es nuestra identidad, nuestra intimidad, que no le pertenece a nadie.
Además, no tiene que ver con afectos. ¿“Entrego” mi intimidad a cambio de
afecto? Nunca.
Para los padres de María Andrea es muy complejo el momento porque
o, prueban que María Andrea murió asesinada o ¡no conocían a su hija? Y esa
respuesta es “de vida o muerte”. Cuántos casos se conocen de personas que
mueren y luego se “destapan” situaciones que ni se sospechaban. Relaciones
paralelas, hijos “escondidos”, sexualidades no manifestadas, negocios turbios,
deudas impagables. Y ni qué decir de la información guardada en un computador
que queda al descubierto cuando el suscrito no tiene ya control de esa
información registrada con tanto celo. Conocernos y conocer al otro es un
imposible. Nos aproximamos pero la “totalidad” no existe en la condición humana
porque somos seres de energía en continuo movimiento. Todo cambia y aquello que
se denomina traición puede ser un giro de vida personal que se requiere porque
ya no se es el mismo de hace algún tiempo. Se “traiciona” lo anterior pero se
escoge lo que se construye en el presente y lo que continúa. Nada fácil pero es
la realidad.
Los hijos no nos pertenecen ni son clones. Lo que ellos viven
tiene nuestra marca pero no es determinante ni exclusiva. Ellos también
deciden. Su biología, los ancestros, el proyecto sentido que los engendró, el
significado de su momento de vida en la nuestra, una caja de sorpresas pero no
para desesperarse sino, sanamente, para aceptarlo. Somos, en definitiva,
espectadores.
Gloria H. @Revolturas
www.revolturas.com

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