Tiene que ver con tus creencias. Y con el sentido de la vida.
¿Para qué nacemos? ¿Qué estamos haciendo aquí? No, no es necesario creer en
Dios (ahora tan de moda cuestionar su existencia), pero si preguntarse al menos
qué es lo que hacemos en esta tierra como seres humanos con vida. Y si la
respuesta (elemental) es que nacemos para aprender, que nuestra tarea cada día es
intentar ser “mejores personas”, obvio entonces que individuos como Donald
Trump son “necesarios”, casi indispensables en ese aprendizaje. Si no existen
seres como él, ¿cómo aprendemos?
Dentro de esta línea de pensamiento, cada quien puede tener su
propia lista de tiranos. O torturadores. O malvados. O, (en términos
espirituales) de maestros. Sí, maestros. Porque maestro es el que enseña. El
que con sus acciones nos motiva a imitarlo o por el contrario nos muestra cuán
enfermizos son sus comportamientos para no repetirlos. Y en este terreno,
Donald Trump es un experto. A través de los 11 meses de su mandato, cada semana
una acción suya, que golpean tan fuerte, señala cómo no debe ser el
comportamiento humano. Pasando por encima de cualquiera, a nombre de los
Estados Unidos de América, su actitud desafiante y prepotente es un continuo
aprendizaje. El egoísmo, el cinismo (o la patología) lo blindan para hacer lo
que se le dé la gana. ¿Copiamos?
¿Por qué lo eligieron? ¿Cómo un hombre como él, que le importa un
higo lo que suceda fuera de sus fronteras, puede sentarse en la silla de presidencia
del país mas poderoso del mundo occidental, excluir y discriminar a los seres
humanos, por el lugar donde nacieron, por el color de su piel o por sus
condiciones económicas? Actúa y enseña. Afuera, en ese “espejo Trump” podemos
mirarnos y ver la injusticia, el absurdo de creerse superior o de “mejor
familia” sin dimensionar el dolor o el sufrimiento que nuestros actos producen
en los demás. Cómo es de cruel la discriminación y cuánto dolor o sufrimiento
generan a personas aparentemente inocentes. Sí, es una sensación de infinita
impotencia porque nada podemos hacer, nada. Pareciera como si el mundo mirara
el desarrollo de una película sólo que nosotros estamos en el libreto y no
sabemos su final. Pero, debemos aprender, debemos intentar no repetir conductas
semejantes. ¿Qué tan Trump podemos llegar a ser? ¿Qué tan atrevidos somos,
disponiendo de la vida de los que nos rodean como nos da la gana?
Sus acciones cuestionan la
condición humana. ¿Así somos todos? ¿Qué nos diferencia, qué nos iguala? No es
un asunto de tener la razón. Es la aceptación de la diferencia como parte fundamental
del existir. Aceptación aun cuando no se compartan los comportamientos. Aceptar
los hechos no es complicidad, es realidad. ¡Trump
enseña! La soberbia llevada al límite. El poder del poder. Aprender historia, conocer
sobre el mundo oriental, captar el poder de la tiranía, la responsabilidad de
un voto apresurado, observar a un narciso que no respeta normas, leyes, un
hombre que no conoce el significado de la palabra tolerancia. El fantasma de
una catástrofe mundial ronda. Lo paradójico es que aún existen personas que lo
consideran héroe. La teoría de los niveles de conciencia ayuda a explicar el
por qué de su nombramiento. Qué complejo pero Trump ¡es el maestro! Aprendemos o seguimos repitiendo.
Gloria H. @Revolturas

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