Sí, tiene derecho a cambiar. Tiene derecho a ser mejor ser humano.
Tiene derecho a arrepentirse. Tiene derecho a su dolor y a que su familia esté
“destruída”. Las palabras de su padre son totalmente lógicas por la situación
que viven. “MI hijo no ha hecho nada malo”. Para un padre o una madre es
difícil aceptar las “faltas” de sus hijos. Su esposa y sus hijos también tienen
derecho a la dimensión de su tristeza. A expresarla, a gritarla, a suplicar.
Tienen derecho a no aceptar que un Juez
norteamericano lo haya condenado. Como lo condenaron también en Colombia. Es un
dolor sincero, profundo, pero…
Víctima y victimismo no son lo mismo. La víctima es una persona
que ha sufrido una agresión, que ha vivido situaciones complejas, propiciadas
desde el mundo externo sin “colaboración” del doliente. La agresión es
inesperada y por momentos sorpresiva. Su dolor puede ser infinito y
desgarrador. El victimismo, por el contrario,
es la actitud de un individuo que
asume el rol de “pobrecito”, que necesita que lo vean sufriendo para
generar sentimientos de conmiseración y de esa manera lograr su objetivo.
¿Cuál? Manipular y confundir al medio que lo rodea. La acción victimista es de adentro hacia
afuera, un papel estudiado y calculado, donde lo importante es responsabilizar
o culpar a los otros del aparente dolor o humillación.
Andrés Felipe Arias es un hombre de “dos tiempos”. Aun que se
refugia en el victimismo como mecanismo de presión, puede estar arrepentido,
“no lo vuelvo a hacer”, “me equivoqué”, mientras que Colombia aún no olvida ni
pasa la página. Aquí recordamos su enorme prepotencia, su soberbia cuando en
actitudes desafiantes, no le importaba medir las consecuencias de sus actos.
“Hijo” de Uribe era intocable, lo iba a suceder, iba a continuar con igual
política, con igual actitud, con igual arrogancia. Porque si algo tengo
presente del señor Arias es precisamente eso, su arrogancia, su displicencia. Su
desfachatez para no medir la gravedad de su acción. Argumentar que no se robó
un peso, no significa que su actuar fuera correcto. Además, suma una falta
gravísima: volarse de la Justicia. Quien le recomendó que se volará le complicó
el asunto. No se que tanta culpa anida Uribe que fue hasta allá a acompañar a
su pupilo preferido. “Se voló” al igual que se vuela ahora el senador Musa Besaile
y si hoy esto es una hecho delictivo, también en su momento lo fue (y lo es) la
acción de Arias. No midió consecuencias. La prepotencia obnubila asumiendo que
podría estar por encima de la Justicia. Creyó que no tendría repercusiones, que
podría explicar… Arias y su familia olvidan la gravedad de su actuar y el
victimismo de él y los suyos en este tiempo no borran su comportamiento en el
“otro tiempo”. Creo que esta actitud fue una de las que mas impactó a la
Justicia norteamericana y por ello, lo mandaron a la cárcel para que “no se
vuelva a volar”. ¿Justicia amañada?
Ni él ni su familia creyeron que fallarían en contra. Por eso el
victimismo en que se escudan no convence. En “otro tiempo” las triquiñuelas de
la política “justificaban” esas actuaciones. “Te ayudo y financias mi campaña”.
Arias aprende junto a los suyos, que este país quiere otra clase política. Solo
le queda asumirlo para que en Colombia no se vuelva a repetir.
Gloria H. @Revolturas

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