2017 será un año diferente. Bueno, todos lo son, ninguno es igual
al anterior o a otros del pasado. Pero la diferencia que marcará al año que
comienza es el permiso social que se nos da para odiar, para hacer “lo que se
me de la gana”. Para que cada quien, como si fuéramos una gran cloaca, podamos
desfogar nuestros odios y rencores sin ningún ápice de vergüenza. Las frases
del americano cercano a la campaña de Trump
donde pide que “Obama se muera de la enfermedad de las vacas locas” y de
que su mujer Michelle vuelva a la selva “de donde nunca debió salir” son de una
dimensión espeluznante. No importa si es anónimo o famoso, nada importa. Se ha
abierto una puerta para que lo innombrable forme parte de lo cotidiano. Algunos
la llaman “franqueza” o libertad de expresión. Entonces el 2017 será un año
diferente porque lo estrenamos con la sensación de haber roto los límites de la
cordura para comenzar el espacio de “todo es posible”. Lo que se avecina es una oleada de “permisos
sociales” para hacer lo que se me dé la gana. Y mas si es líder o famoso. Puedo
jugar con la vida de los demás. Puedo “usar” la verdad “como se me antoje”. Puedo odiar a quien
quiera y como quiera. Es como estar al lado del precipicio, en la cuerda floja.
Como en ningún otro momento de la historia reciente, pareciera como si
empezáramos a jugar una ruleta rusa. Como si el “cierto orden” que podría
intuirse por lo vivido en años anteriores, ahora se hubiera quebrantado y
debemos prepararnos para un “todo es posible”, cualquier cosa puede suceder. Cuando
el Presidente de Filipinas puede reconocer públicamente que “el mata para
enseñar” o cuando Trump no cree en el calentamiento global (por nombrar algún
ejemplo), o cuando el CD acepta que movió a la indignación (y lo seguirá
haciendo), el mundo cambia de rumbo hacia un sinsentido cuyo final no
conocemos.
En la condición humana nunca hay certezas. La incertidumbre ronda
nuestra vida porque eso significa ser humano: lo finito, lo deleznable, lo que
termina. Pero además del factor humano,
existen personajes, movimientos o filosofías que empujan cada vez mas a lo
inesperado. “Toca” entonces para enfrentar el 2017 perder la capacidad de
sorprenderse. Debemos aceptar que las emociones están moviendo al mundo. Ni
lógica ni razón. Emoción, “vísceras”, plexo solar, manipulando las decisiones.
No hay nada que hacer frente a la avalancha. La aceptación –que no conformismo-
es la única manera de enfrentarlo. Aceptación que significa no desgastarse
tratando de que las cosas cambien, de que los personajes sean diferentes o
entren “en razón”, o de que aprendan a mirar de otra manera. No. Ellos están
allí con su cinismo (o inconsciencia) y hay que aceptarlo. La manera de
contrarrestar esta avalancha postverdad, es no caer en la tentación de resonar
en lo mismo. Se habla de estoicismo. La tentación de igualarse es máxima pero
sólo la conciencia de que no puede ser “malo que lo hagan ellos pero bueno que
yo lo haga”, es la que pone freno. No es fácil y hay que prepararse para la
resistencia del corazón. Lo automático es la ira, la respuesta inmediata,
devolver lo mismo. Debe existir la cordura. 2017 probara si a pesar de la
avalancha inmediatista, hay todavía rezagos de esperanza sobre la condición
humana. Es el reto.
Gloria H. @revolturas

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