Es aquella que se construye sin esperar. Es aquella en que aceptas
que no habrá desilusiones porque no tienes expectativas. No hay mano extendida
esperando regalos pero tampoco migajas. No esperas abrazos pero tampoco
desplantes. Nadie tiene la obligación de darte nada, porque nadie te debe.
Nadie tiene deuda contigo. A la vida
venimos a aprender y por lo tanto lo que vives es lo que aprendes, lo que te
corresponde en ese momento. Lo han dicho todas las filosofías antiguas. Por lo
tanto, no esperas pasar la “mejor noche de tu vida” ni estás a la espera de las
vacaciones inolvidables. No tienes frente a ti el momento perfecto, ni la
amistad perfecta, ni el padre o madre perfectos, ni el amor perfecto. En un
mundo casi neutro, sin ilusiones, puedes vivir disfrutando lo que llega a cada
instante porque lo que llega o se vive, no se compara con lo que se esperaba
porque nunca se esperó nada. No, no es un galimatías. Es la fórmula precisa
para vivir en el presente, vivir en paz y ser feliz.
Existe la tendencia cultural a esperar, a desear, a creer que
“merecemos”. Si he dado y servido, “me tienen que devolver”. Como si se hiciera
un negocio afectivo. “Cuanto te di, cuánto me debes”. En especial en esta
temporada la madre es muy demandante. La mujer madre que “dedicó” su vida a los
hijos, espera una retribución. Y como las fechas son a nombre de la familia,
esa madre “criadora” de familia, espera que todo siga girando en torno a ella. Pero
no tanto económica como si emocional. Su mejor regalo es poder controlar la
vida de su familia. De los suyos. Seguir teniendo la importancia que tenía y no
”soltar” hijos que crecen y deben (si deben) irse. Diciembre no es un mes fácil
porque como esta cultura intenta aparentar y construir ideales, la familia
aparece como perfecta (y si no que lo digan Lucio y Vivian Morales) y a nombre
de la familia se cometen muchos atropellos, se viven muchas dificultades y se
tragan enteros muchos sapos.
Atamos con culpas “y si es la última Navidad que pasamos juntos”. Amarramos
con cuentas de cobro “el año pasado no estuviste”. O con rivalidades afectivas
“prefieres al amigo que a nosotros que somos tu familia”. O una lapidaria
“primero conociste máma que esposa”. Navidad es una época que se disfraza de
color pero encierra dolor y lo mejor repito, entonces, es no esperar. Se oye
“terrorífico” porque se cree que los sueños son los que nos impulsan. A algunos
les resultan y es maravilloso el efecto. Su nivel de conciencia pertenece a un
nivel mas evolucionado. Pero a todo el mundo “no le salen”. Y mas vale aprender
a vivir con lo que se tiene, que soñar con lo que falta. Con seguridad ¡se vive
mejor!
Ah, ya escucho voces de protesta. “qué amargura de vida”, sin
esperar nada, sin soñar, sin hacer planes. La paz interior que se experimenta
cuando no se espera, no hay precio con que comprarla. Es salud mental. Ser
dueño de tus emociones y sentimientos es un poder enorme donde no existen
apegos sino aceptación. ¡Es lo que es! La ilusión trae su veneno escondido: la
desilusión. Así como se aprende tecnología, debemos aprender nuevas miradas
sobre la vida. Es necesario revisar
creencias que causan dependencia y apego. Aceptar que vivo al día sin esperar,
es un buen comienzo. Ensaye y comprobara el resultado.
Gloria H. @revolturas

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