viernes, 30 de diciembre de 2016
jueves, 29 de diciembre de 2016
miércoles, 28 de diciembre de 2016
martes, 27 de diciembre de 2016
¡Permiso para odiar!
2017 será un año diferente. Bueno, todos lo son, ninguno es igual
al anterior o a otros del pasado. Pero la diferencia que marcará al año que
comienza es el permiso social que se nos da para odiar, para hacer “lo que se
me de la gana”. Para que cada quien, como si fuéramos una gran cloaca, podamos
desfogar nuestros odios y rencores sin ningún ápice de vergüenza. Las frases
del americano cercano a la campaña de Trump
donde pide que “Obama se muera de la enfermedad de las vacas locas” y de
que su mujer Michelle vuelva a la selva “de donde nunca debió salir” son de una
dimensión espeluznante. No importa si es anónimo o famoso, nada importa. Se ha
abierto una puerta para que lo innombrable forme parte de lo cotidiano. Algunos
la llaman “franqueza” o libertad de expresión. Entonces el 2017 será un año
diferente porque lo estrenamos con la sensación de haber roto los límites de la
cordura para comenzar el espacio de “todo es posible”. Lo que se avecina es una oleada de “permisos
sociales” para hacer lo que se me dé la gana. Y mas si es líder o famoso. Puedo
jugar con la vida de los demás. Puedo “usar” la verdad “como se me antoje”. Puedo odiar a quien
quiera y como quiera. Es como estar al lado del precipicio, en la cuerda floja.
Como en ningún otro momento de la historia reciente, pareciera como si
empezáramos a jugar una ruleta rusa. Como si el “cierto orden” que podría
intuirse por lo vivido en años anteriores, ahora se hubiera quebrantado y
debemos prepararnos para un “todo es posible”, cualquier cosa puede suceder. Cuando
el Presidente de Filipinas puede reconocer públicamente que “el mata para
enseñar” o cuando Trump no cree en el calentamiento global (por nombrar algún
ejemplo), o cuando el CD acepta que movió a la indignación (y lo seguirá
haciendo), el mundo cambia de rumbo hacia un sinsentido cuyo final no
conocemos.
En la condición humana nunca hay certezas. La incertidumbre ronda
nuestra vida porque eso significa ser humano: lo finito, lo deleznable, lo que
termina. Pero además del factor humano,
existen personajes, movimientos o filosofías que empujan cada vez mas a lo
inesperado. “Toca” entonces para enfrentar el 2017 perder la capacidad de
sorprenderse. Debemos aceptar que las emociones están moviendo al mundo. Ni
lógica ni razón. Emoción, “vísceras”, plexo solar, manipulando las decisiones.
No hay nada que hacer frente a la avalancha. La aceptación –que no conformismo-
es la única manera de enfrentarlo. Aceptación que significa no desgastarse
tratando de que las cosas cambien, de que los personajes sean diferentes o
entren “en razón”, o de que aprendan a mirar de otra manera. No. Ellos están
allí con su cinismo (o inconsciencia) y hay que aceptarlo. La manera de
contrarrestar esta avalancha postverdad, es no caer en la tentación de resonar
en lo mismo. Se habla de estoicismo. La tentación de igualarse es máxima pero
sólo la conciencia de que no puede ser “malo que lo hagan ellos pero bueno que
yo lo haga”, es la que pone freno. No es fácil y hay que prepararse para la
resistencia del corazón. Lo automático es la ira, la respuesta inmediata,
devolver lo mismo. Debe existir la cordura. 2017 probara si a pesar de la
avalancha inmediatista, hay todavía rezagos de esperanza sobre la condición
humana. Es el reto.
Gloria H. @revolturas
lunes, 26 de diciembre de 2016
viernes, 23 de diciembre de 2016
jueves, 22 de diciembre de 2016
Exceso de familia
Uno de los problemas más graves que enfrentan las personas
el 24 de diciembre es el “síndrome de exceso de familia”. Algo así como un
virus o una epidemia contagiosísima donde el sentimiento de culpa está a flor
de piel. Y para rematar, esta culpa se mezcla con un concepto contenido en una
frase tenebrosa: “¿y si fuera el último diciembre que pasamos juntos?”. Claro
el coctel molotov de emociones no se hace esperar y el 24 o el 31 se convierten
así en los días más trágicos del calendario. ¿Dizque días de felicidad, paz y
armonía? ¡Quién dijo! si lo que se enfrenta es un sube y baja de sentimientos
que pueden dinamitar la salud mental de cualquiera. Hasta el punto de que
muchos logran sentir (y desear) que estas fechas definitivamente se debieran
eliminar. Para vivir semejante revuelto emocional más vale dormirse y hacer de
cuenta que es 4 de Marzo…
Por un lado la culpa, atizada a veces por la propia familia
con su reclamo chantajista y silencioso (con cara de tragedia incluída) ¿no
estarás con nosotros?, ¿prefieres a los “extraños”?, ¿y si es el último
diciembre de la abuela? O la programación interior reforzada a través de “toda
la vida” donde nos han inculcado el concepto de “masa familiar”, todos con
todos, en las buenas o en las malas, “con los tuyos con razón o sin ella” donde
no es posible separarse sanamente de la familia y construir lazos afectivos con
otros (sin que lo anterior signifique no querer el nido que nos vió nacer)
porque querer a “los que no son de tu sangre” es una traición al linaje familiar.
O que tal el reclamo materno “primero conociste máma que esposa”, para
presionar a que las “nuevas” familias se “separen” en una celebración que
debería respetar deseos y emociones de cada individuo. En ninguna otra época
como en Diciembre se siente el peso y trampa del síndrome de exceso de familia
donde se espera que el “todos con todos” mágicamente limpie asperezas,
diferencias y problemas. En fin, el chantaje afectivo y amoroso (¡) de la
familia está allí a flor de piel, haciendo invivibles el 24 o el 31. Qué rico
que se pueda decidir con tranquilidad y distribuir las celebraciones en varios
días. Un 24 de Diciembre puede ser un 21 o una comida o un almuerzo pueden
“turnar” opciones para estar en paz. El corre- corre absurdo de un minuto en
cada casa no hace sino estresar y no produce ningún buen efecto en el ánimo de
los participantes.
¿Y si se escogen a los amigos y no a la familia? Para muchos
es una verdadera traición, olvidando que los lazos afectivos del linaje no
siempre son los mejores y una fiesta de 24 o 31 no elimina los sinsabores o
dificultades de relación entre miembros de la familia. Es escandaloso para
muchos (pero psicológicamente válido) que a todos los hijos no se los quiere
por igual, que existen preferencias, que a veces son insoportables los “nuevos”
miembros de la familia, o que la parentela de tíos o tías con los malos tragos,
los malos chistes o la tacañería son irresistibles. O los recuerdos de un padre
o de una madre irresponsables o descuidados impiden que la celebración sea una
“noche de paz”. ¿Por qué no permitir entonces “la libertad” de elección? Ojalá
entonces la familia “no pese”. Ojalá pueda decidir en forma libre y tranquila,
sintiendo que los verdaderos lazos afectivos son los que más libertad dan, los
que más respetan criterios y los que menos esperan de los otros. Feliz Navidad
en cualquier espacio donde decida estar.
Gloria H. @revolturas
miércoles, 21 de diciembre de 2016
Navidad y familia
Uno de los problemas “más graves” que se enfrenta en
diciembre es encontrarse con la realidad de la familia “tal cual es” y no con
el ideal de familia “como debería ser”. El problema con nuestra cultura –o con
nuestras creencias- es que se especializa en idealizar personas, instituciones,
momentos o circunstancias. Creemos que existe lo perfecto dentro de la
condición humana y por lo tanto no somos capaces de abordar lo cotidiano con
una mirada crítica que permita su evolución. Diciembre es un mes álgido porque
rodeado de esa magia de alegría, entusiasmo y solidaridad que “vende” a
borbotones, nos golpea encontrar que la vida diaria se diferencia mucho de los
clichés que anuncia la propaganda.
Por eso en diciembre se corre el riesgo de vivir el síndrome
de “exceso de familia” algo así como un virus contagioso donde el sentimiento
de culpa está a flor de piel, “obligando” a perder la individualidad en aras de
complacer a otros. ¿Cuál es la Navidad perfecta? No la que “se debería vivir”
de acuerdo a la programación ideal, sino la que corresponde vivir con los pies
puestos en la tierra, con la realidad tal cual es sin necesidad de “decorarla”
de fantasías que luego golpean y lastiman. Siendo muy consciente de que así
desees una Navidad con unas características particulares de unión, armonía y
grupo familiar, sólo puedes responder por tu Navidad y no por la de las
personas que te rodean. Allí está la diferencia. Tu deseo de Navidad
“maravillosa” la debes esperar desde lo que eres y tienes. Nunca “manipulando”
la vida de los seres que te rodean a través de la culpa o la cara de tragedia
para que hagan lo que tú anhelas. Los demás no pueden ser marionetas para que
cumplan nuestro sueño. “¿Y si fuera el último diciembre que pasamos juntos?”. O
qué tal “¿no estarás con nosotros porque prefieres a los “extraños”?
El concepto de “masa familiar”, todos con todos, en las
buenas o en las malas, “con los tuyos con razón o sin ella”, es también una de
las creencias mas atropelladoras en Diciembre. O el reclamo materno “primero conociste
mamá que esposa”, para presionar a que las “nuevas” familias se “separen” en
una celebración que debería respetar deseos y emociones de cada individuo. En
ninguna otra época como en diciembre se siente el peso y trampa del síndrome de
exceso de familia donde se espera que el “todos con todos” mágicamente limpie
asperezas, diferencias y problemas. El chantaje afectivo y amoroso (¡) de la
familia está allí a flor de piel, haciendo invivibles el 24 o el 31. Qué rico
poder decidir con tranquilidad y distribuir las celebraciones, si es posible,
en varios días. Un 24 de diciembre puede ser un 21 o una comida o un almuerzo
pueden “turnar” opciones para estar en paz. El corre- corre absurdo de un
minuto en cada casa no hace sino estresar y no produce ningún buen efecto en el
ánimo de los participantes.
¿Y si se escogen a los amigos y no a la familia? Para muchos
es una traición, olvidando que los lazos afectivos del linaje no siempre son
los mejores y una fiesta de 24 o 31 no elimina los sinsabores o dificultades de
relación entre miembros de la familia. A todos los hijos no se los quiere por
igual, a veces son insoportables los “nuevos” miembros de la familia, o la
parentela de tíos o tías con los malos tragos, los malos chistes o la
tacañería. Un papá o una mamá humanos, que han fallado cuyos defectos no se
“limpian” por ser Navidad, son parte de la realidad. La familia no se vuelve
perfecta en diciembre. ¿Por qué no permitirse entonces “la libertad” de
elección y construir una Navidad auténtica y real, sin culpas o melodramas?
Gloria H. @revolturas
martes, 20 de diciembre de 2016
La mejor Navidad…
Es aquella que se construye sin esperar. Es aquella en que aceptas
que no habrá desilusiones porque no tienes expectativas. No hay mano extendida
esperando regalos pero tampoco migajas. No esperas abrazos pero tampoco
desplantes. Nadie tiene la obligación de darte nada, porque nadie te debe.
Nadie tiene deuda contigo. A la vida
venimos a aprender y por lo tanto lo que vives es lo que aprendes, lo que te
corresponde en ese momento. Lo han dicho todas las filosofías antiguas. Por lo
tanto, no esperas pasar la “mejor noche de tu vida” ni estás a la espera de las
vacaciones inolvidables. No tienes frente a ti el momento perfecto, ni la
amistad perfecta, ni el padre o madre perfectos, ni el amor perfecto. En un
mundo casi neutro, sin ilusiones, puedes vivir disfrutando lo que llega a cada
instante porque lo que llega o se vive, no se compara con lo que se esperaba
porque nunca se esperó nada. No, no es un galimatías. Es la fórmula precisa
para vivir en el presente, vivir en paz y ser feliz.
Existe la tendencia cultural a esperar, a desear, a creer que
“merecemos”. Si he dado y servido, “me tienen que devolver”. Como si se hiciera
un negocio afectivo. “Cuanto te di, cuánto me debes”. En especial en esta
temporada la madre es muy demandante. La mujer madre que “dedicó” su vida a los
hijos, espera una retribución. Y como las fechas son a nombre de la familia,
esa madre “criadora” de familia, espera que todo siga girando en torno a ella. Pero
no tanto económica como si emocional. Su mejor regalo es poder controlar la
vida de su familia. De los suyos. Seguir teniendo la importancia que tenía y no
”soltar” hijos que crecen y deben (si deben) irse. Diciembre no es un mes fácil
porque como esta cultura intenta aparentar y construir ideales, la familia
aparece como perfecta (y si no que lo digan Lucio y Vivian Morales) y a nombre
de la familia se cometen muchos atropellos, se viven muchas dificultades y se
tragan enteros muchos sapos.
Atamos con culpas “y si es la última Navidad que pasamos juntos”. Amarramos
con cuentas de cobro “el año pasado no estuviste”. O con rivalidades afectivas
“prefieres al amigo que a nosotros que somos tu familia”. O una lapidaria
“primero conociste máma que esposa”. Navidad es una época que se disfraza de
color pero encierra dolor y lo mejor repito, entonces, es no esperar. Se oye
“terrorífico” porque se cree que los sueños son los que nos impulsan. A algunos
les resultan y es maravilloso el efecto. Su nivel de conciencia pertenece a un
nivel mas evolucionado. Pero a todo el mundo “no le salen”. Y mas vale aprender
a vivir con lo que se tiene, que soñar con lo que falta. Con seguridad ¡se vive
mejor!
Ah, ya escucho voces de protesta. “qué amargura de vida”, sin
esperar nada, sin soñar, sin hacer planes. La paz interior que se experimenta
cuando no se espera, no hay precio con que comprarla. Es salud mental. Ser
dueño de tus emociones y sentimientos es un poder enorme donde no existen
apegos sino aceptación. ¡Es lo que es! La ilusión trae su veneno escondido: la
desilusión. Así como se aprende tecnología, debemos aprender nuevas miradas
sobre la vida. Es necesario revisar
creencias que causan dependencia y apego. Aceptar que vivo al día sin esperar,
es un buen comienzo. Ensaye y comprobara el resultado.
Gloria H. @revolturas
lunes, 19 de diciembre de 2016
viernes, 16 de diciembre de 2016
jueves, 15 de diciembre de 2016
miércoles, 14 de diciembre de 2016
martes, 13 de diciembre de 2016
Novena para niños
Hace ya varios años, en el lanzamiento del trabajo de
Tecnoquímicas sobre la historia de la Medicina en Colombia, el director del
proyecto Dr. Emilio Quevedo, expresó una frase memorable, que dicha por un
científico de mente racional, confirmaba lo que ha trabajado desde sus inicios
la Psicología Transpersonal: “todo tiene que ver con todo”. Traigo a colación
este recuerdo porque, en estos momentos de conmoción por el crimen de Yuliana,
es interesante precisar y afirmar que “todo SI tiene que ver con todo”. Y, un
ejemplo, aun cuando a Maluma le parece que “desde su corazón puede hacer lo que
quiera” sus canciones sí contribuyen a una degradación de la mujer. Un
sociópata puede utilizar la misma expresión del cantante y repetir “la maté
porque me lo dijo el corazón”. Entonces…
Y mas que darnos golpes de pecho, hacer cátedra de interpretación
(que inconsciencia la de Vicky Dávila)
vale la pena construir opciones que prevengan hechos semejantes. No son las
cárceles ni las penas perpetuas las que remedian el problema. A lo que “esta
hecho” en formación de personalidades y patologías le corresponde una
consecuencia de esa dimensión, pero ni la cárcel ni cadena perpetua son, nunca
ni jamás, preventivas.
En la serie “Historia de Dios” el actor Morgan Freeman trae un
ejemplo de lo que sucede en la conducta de los niños cuando son conscientes de
que existe “algo mas” que el mundo
material: ¡sus actuaciones cambian así tengan 7 años! La confirmación del
sentido de trascendencia modifica el comportamiento humano. La vida material,
la de ahora, es una estación de paso en el proceso de evolución. Nuestros actos
tienen consecuencia y eso se le puede, se le debe enseñar a un niño. No es con miedo, ni castigos sino recalcando
que nuestro actuar tiene consecuencias y que “no desaparecemos” cuando nos
morimos materialmente. El nuevo libro de Elsa Lucía Arango “Mundos invisibles” es
contundente al respecto. Pero para construir trascendencia y espiritualidad en
los niños, que bueno empezar por rezar una novena de navidad que ellos
entiendan y comprendan. No se requiere seguir repitiendo “padre putativo” o
“benignísimo Dios” que no es claro para la mente infantil. La Novena de Navidad
para niños, con prólogo de Gonzalo Gallo, es una oportunidad maravillosa de
hablar de trascendencia en lenguaje de ellos. La Virgen con barriga que ellos
pueden dibujar mientras asimilan el propósito de cada día es una buena manera
de comenzar a crear conciencia que somos algo mas que un cuerpito para comer,
reproducirnos y gozar. Sentido de trascendencia básico para construir mejores
seres humanos. Hablarles de la vida y de la muerte, de cómo cuidar la
naturaleza, de cómo respetar al compañero que no nos guste (así no nos guste), que
papa y mamá pueden fallar todo ello, desde la espiritualidad es una forma de
construir seres conscientes y responsables .
La historia del “niño” Dios, o cualquier concepto espiritual, no
es una historia de regalos. Es una historia de trascendencia. Por qué estamos
aquí, quién enseña y quien aprende. Sentarnos en familia al lado de un símbolo
religioso, hacer propósitos de cambio, es una buena forma de “reparar”
historias que no quisiéramos que se repitieran. La Novena de Navidad especial
para niños es una manera sencilla de comenzar…
Gloria H. @revolturas
viernes, 9 de diciembre de 2016
jueves, 8 de diciembre de 2016
miércoles, 7 de diciembre de 2016
martes, 6 de diciembre de 2016
¿Se atreve?
El problema no radica en lo que ya pasó. Venimos a la vida a
aprender y todos somos maestros y aprendices, los unos de los otros. Desafortunadamente
es el dolor el que mas enseña, el que conmueve y el que fustiga para aceptar el
cambio. Lo que pasó, ya sucedió, no podemos darle marcha atrás. Dora Lilia
murió, el avión se cayó, experiencias que perturban y que no se pueden
devolver. Pero sí podemos aprender de ellas. De lo contrario, sus vidas (y sus
muertes) no tendrían sentido. Porque la vida y la muerte enseñan, tienen un
significado y entre mejor asimilemos su lección, mas consciente será nuestro
futuro.
Los errores del piloto se han documentado al máximo. Se equivocó
porque primó el empresario sobre el piloto y la escogencia fue fatal. Costó 71
vidas Pero la pregunta va para todos: ¿cómo manejamos el riesgo? ¿Cuántas veces
no decimos “alcanzo” o a pasar una calle, o a adelantármele a otro vehículo, o
a correr un riesgo “peligroso” porque nuestro atrevimiento personal o la
confianza que “nos tenemos” permite arriesgarse? ¿Quién no lo ha hecho? ¿De
dónde surge el impulso para atreverse mas allá del límite de la mesura? La presión económica es un disparador de
conductas al cual nunca se le ha tomado el pulso. Hubiera podido salir
“perfecto” si no se hubiera presentado “el retraso” del otro avión de Viva
Colombia. El piloto y algunos de la tripulación lo dijeron claramente en
Bolivia: “si se alcanza”. Lo creían y lo intentaron a su manera. Casi podríamos
concluir que los riesgos los habían ensayado en otras experiencias y en otros
vuelos. Entonces, sólo era cuestión de arriesgarse, de intentarlo de nuevo…
El riesgo, el atrevimiento, el impulso, el “si se puede”, mueve
muchas actuaciones de la condición humana. Ninguno esta exento de esa
tentación. Una cultura competitiva, en busca del éxito, con la presión
económica respirando en la nuca, es un caldo de cultivo para situaciones como ésta,
de riesgos desmesurados, atrevidos. Pero de nada sirve explicarlo “después” de
sucedido el hecho. Lo importante es reconocer si la experiencia del piloto nos
puede “enseñar” a los demás mortales. Debe haber consecuencias y
responsabilidades penales pero mas que devolver obsesivamente el cassette, o
morbosamente seguir esculcando, lo importante es lo que podemos aprender los
demás de una situación como esta. No, no somos pilotos de aviones pero sí somos
pilotos de nuestra propia vida y en mas de una ocasión el riesgo nos produce
adrenalina y “buenos” resultados. Nos puede quedar gustando demasiado el “si se
puede” hasta el punto de no medir las consecuencias. Que pueden ser fatales. Un
sabio refrán dice “en caso de duda abstente”. Pero la cultura competitiva por
el contrario dice que arriesgarse es sinónimo de valientes y “echados
pa’delante”. Cada quien concluye.
Dora Lilia murió y aun cuando su muerte produce una impotencia
absurda, el problema ahora es detectar cuántas potenciales Doras Lilias siguen
durmiendo con el peligro porque a nombre del amor, la mujer no logra reconocer
el riesgo. La seducción del amor la obnubila y cree que el hombre seductor que
está a su lado sí la quiere y va a dejar su violencia física y psicológica. No
es mas que un espejismo. El amor enfermizo y machista asesina mujeres. Hora de
aprender, no de repetir.
Gloria H. @revolturas
lunes, 5 de diciembre de 2016
viernes, 2 de diciembre de 2016
jueves, 1 de diciembre de 2016
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