Produce una sensación extraña titular “el poder del pene” ¿Lo
publicarían de esa manera? Suena escandaloso ¿será que sí? “Suavizo” entonces escribiendo
falo. Posiblemente por ello se ha hablado del falo para simbolizar el arma mas
poderosa de cuantas existen en el universo y “disimular” su poderío. Pareciera
como si de alguna manera todos le tuviéramos temor. Hace unos días Diego
Martínez (¡te leo!) escribía sobre “el
pipi” de Otálora. No dijo pene por ¿miedo, pena? Al decir pipi hablamos de lo
mismo porque las mujeres también tenemos pipi y todos hacemos pipi. El pipi nos
iguala, el pene diferencia. Y lo que es peor, arrodilla, somete. El pena marca
distinción y da poder. Pero no es fácil escribir sobre ello porque a través de
su poderío descalifica, humilla, se burla, ridiculiza, clasifica, agrede.
Lo tienen los sacerdotes pero también los guerrilleros. Lo han
usado para lo mismo, exactamente para lo mismo: someter, doblegar, aplastar. Lo
utilizan para mostrar que ellos sí pueden, que son poderosos, que tienen el
arma mas poderosa de cuantas existen. Imposible suprimirla. Lo tienen los
políticos pero también los mensajeros. Ah, claro, los deportistas también,
cualquiera que sea su especialidad. Los jueces de la República, los
Magistrados, los Presidentes de los países, como también de organismos
internacionales. Su poderío no se regula por haber estudiado en Harvard, MIT,
Oxford o en la Universidad pirata de la esquina. No. En todas partes está el
arma contundente, poderosa, aplastante. No hay legislación sobre ella, no
existe una reglamentación que ayude a educarla, a limitarla, a regularla. Basta
con sentir para que se levante y haga suyo el territorio que tiene al frente. O
al lado. O a sus pies. En las guerras mas sangrientas no son las balas o
cañones los que mas dañan, no. Es el poder del pene el que mas lastima y lo que
es peor, “prolonga” su agresión en un hijo o hija a la que se puede querer pero
también se rechaza. Una agresión que se arrastra toda la vida y que trae a la
condición humana seres marcados por “la agresión del pene” hijos de una
violación, de un sometimiento humillante. Para toda la vida.
¿Por qué aumenta el número de mujeres que desean, que quieren
vivir solas? ¿por qué aumentan los casos de lesbianismo? Esta arma está en cualquier escenario
haciendo gala de su poder para destruir a su alrededor cuando no se obedecen
sus órdenes. Está en el hogar, lo tiene un hijo, un padre, un abuelo, un
mayordomo, el tío, el amigo, el vecino, el hermano mayor, el de la mitad, el
pequeño. Los profesores, los terapeutas, los entrenadores de gimnasios, ¿qué
hombre no lo tiene y en qué momento no ha sido tentado a someter “amorosamente”
a su “víctima” para acrecentar su poder, su amor o su rabia? Cuando se acaban
las palabras se “muestra” el poder para convencer del todo. Sí, a través de un
pene también se disfruta pero no es el pene el que produce el inmenso placer,
no. Es lo que está “detrás” de ese elemento lo que genera la satisfacción. Hoy,
pareciera que viviéramos bajo el imperio del pene, de esta arma poderosísima
que no obedece norma diferente que el instinto y el dominio. Cuánto dolor,
cuánta humillación produce un pedazo de músculo que cree poder dominar al
mundo. ¿Hoy, día de la mujer, lo seguimos permitiendo?
Gloria H.

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