La semana pasada Gustavo Gómez informó en La Luciérnaga que un
conocido estaba en el Club El Nogal, sentado al lado de la mesa donde departían
los hijos de Víctor Maldonado. El informante (o chismoso) hizo lo posible por escuchar
lo que comentaban en esa mesa pero sólo alcanzó a captar ciertas palabras. Liquidador,
Revollo y otras expresiones que no pudo descifrar bien el informante de Gustavo.
Entonces La Luciérnaga cuestionó la “tranquilidad” de los hijos de Maldonado,
sentados conversando como si nada y la “ineptitud” del voluntario informante
por lo poco que había podido oír.
Las preguntas no se hacen esperar en la semana de la celebración
del día del periodista cuando se escriben panegíricos y arengas sobre ética pero cuya practica parece mas
embolatada que nunca. Porque en aras del rating o la chiva o la novedad, todo
se dinamita. ¿Oír conversaciones, (no autorizadas, a mansalva) de los vecinos
es diferente a chuzar teléfonos? ¿Es correcto? ¿Es válido? Toda la bulla,
escándalo y desgarramiento de vestiduras que se han hecho por las chuzadas de
teléfono del gobierno de turno, pero los periodistas sí podemos “patrocinar”
escuchas no autorizadas porque “no es lo mismo”. Lo que escuchan(¡) los
periodistas es por el bien público pero lo que escucha el gobierno es por su
bien. Entonces, (¿dónde estas Maquiavelo?) el fin justifica los medios. Además,
de solera, cuando a quienes se fisgonea son “malos”, juzgados por la Ley, se justifica cualquier clase de atropello
contra ellos y su dignidad con tal de obtener información porque son malos. ¿A
los “malos” no se les aplican los códigos de Derechos Humanos? Los viejos decían “ni ojo en carta ni mano en plata
ajena” como sinónimo de honradez y rectitud. Entonces ¿chismosear, “parar la
oreja”, fisgonear, es justificable como fuente de información para los medios
de comunicación?
Todavía no logro entender cómo las conversaciones privadas entre el
criminal Chapo Guzmán y la actriz mexicana se volvieron “públicas”. La
fascinación por el morbo novelado era rating para los Medios. ¿Es ético? Las
palabras de amor, seducción, pendejada, entre ellos fueron leídas por medio
mundo como si la intimidad de “los malos” pudiera aplastarse porque son
“malos”. ¿Nos estamos faranduleando demasiado pisoteando principios elementales
de respeto y ética? Tome un celular, capte cualquier imagen privada y hágale
pública. Es su derecho. (Alguien me aclara qué es “privado” y qué es “público”?
¿cuáles sus diferencias?). ¿Y qué tal el
escándalo porque una mujer orinó en Transmilenio (qué horror, qué vergüenza, a
dónde hemos llegado) pero que pasaría si se grabaran a los hombres que orinan,
siguen orinando y continuaran haciéndolo en cualquier espacio público: no
cabrían las imágenes en las redes. Pero como era mujer sí era escandaloso,
“preocupante”. La doble moral definitivamente es impactante.
Gloria H.

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