martes, 16 de febrero de 2016

Fisgonear y chuzar ¿lo mismo?


La semana pasada Gustavo Gómez informó en La Luciérnaga que un conocido estaba en el Club El Nogal, sentado al lado de la mesa donde departían los hijos de Víctor Maldonado. El informante (o chismoso) hizo lo posible por escuchar lo que comentaban en esa mesa pero sólo alcanzó a captar ciertas palabras. Liquidador, Revollo y otras expresiones que no pudo descifrar bien el informante de Gustavo. Entonces La Luciérnaga cuestionó la “tranquilidad” de los hijos de Maldonado, sentados conversando como si nada y la “ineptitud” del voluntario informante por lo poco que había podido oír.

Las preguntas no se hacen esperar en la semana de la celebración del día del periodista cuando se escriben panegíricos y arengas  sobre ética pero cuya practica parece mas embolatada que nunca. Porque en aras del rating o la chiva o la novedad, todo se dinamita. ¿Oír conversaciones, (no autorizadas, a mansalva) de los vecinos es diferente a chuzar teléfonos? ¿Es correcto? ¿Es válido? Toda la bulla, escándalo y desgarramiento de vestiduras que se han hecho por las chuzadas de teléfono del gobierno de turno, pero los periodistas sí podemos “patrocinar” escuchas no autorizadas porque “no es lo mismo”. Lo que escuchan(¡) los periodistas es por el bien público pero lo que escucha el gobierno es por su bien. Entonces, (¿dónde estas Maquiavelo?) el fin justifica los medios. Además, de solera, cuando a quienes se fisgonea son “malos”, juzgados por la Ley,  se justifica cualquier clase de atropello contra ellos y su dignidad con tal de obtener información porque son malos. ¿A los “malos” no se les aplican los códigos de Derechos Humanos? Los viejos  decían “ni ojo en carta ni mano en plata ajena” como sinónimo de honradez y rectitud. Entonces ¿chismosear, “parar la oreja”, fisgonear, es justificable como fuente de información para los medios de comunicación?

Todavía no logro entender cómo las conversaciones privadas entre el criminal Chapo Guzmán y la actriz mexicana se volvieron “públicas”. La fascinación por el morbo novelado era rating para los Medios. ¿Es ético? Las palabras de amor, seducción, pendejada, entre ellos fueron leídas por medio mundo como si la intimidad de “los malos” pudiera aplastarse porque son “malos”. ¿Nos estamos faranduleando demasiado pisoteando principios elementales de respeto y ética? Tome un celular, capte cualquier imagen privada y hágale pública. Es su derecho. (Alguien me aclara qué es “privado” y qué es “público”? ¿cuáles  sus diferencias?). ¿Y qué tal el escándalo porque una mujer orinó en Transmilenio (qué horror, qué vergüenza, a dónde hemos llegado) pero que pasaría si se grabaran a los hombres que orinan, siguen orinando y continuaran haciéndolo en cualquier espacio público: no cabrían las imágenes en las redes. Pero como era mujer sí era escandaloso, “preocupante”. La doble moral  definitivamente es impactante.

Por eso la pederastia de la Iglesia Católica es tan demoledora, por venir de donde viene. No es lo mismo un pederasta cualquiera que un sacerdote. Igual con los periodistas: debe existir una doble exigencia por su papel de adalides. Si los Medios exigen claridad y ética, deben ser excesivamente atentos y cuidadosos con lo que dicen, con lo que hacen y con lo que practican. Repito, la coherencia no es fácil…


Gloria H.

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