La cultura construyó una definición del amor, cimentada en un romántico ideal de sumisión y poder, donde a nombre del amor todo se puede y todo es posible. Los seres que aman –en cualquier clase de relación- tienen el poder para hacer lo que consideren mejor para sí mismos (a nombre de su concepto muy particular de amor) y por ello tienen permiso “cultural” sobre la vida de las personas que dicen amar. Entonces a nombre del amor estamos viendo cómo se cometen los crímenes mas demoledores, porque son crímenes “de amor”. O de aquello que la cultura privilegia como amor. No son crímenes motivados por la venganza, por cuestiones raciales, por ideas religiosas, creo que ni siquiera por odio (aun cuando este es el reverso del amor enfermizo). Son crímenes a nombre de lo que la cultura define, privilegia e idealiza que es el amor…
No puede ser simple coincidencia que hombres “educados”, con poder económico, con acceso a la educación formal (colegio o universidad) hayan sido responsables de los crímenes mas violentos contra sus esposas. A nombre del amor, claro está. El empresario de Barranquilla que le descargó 2 disparos el 31 de Diciembre, (¿el Lacouture, que apaleó a la esposa –y que según mi información anda huyendo porque le volvió a pegar- también era de Barranquilla?), el coronel de la policía en el Tolima que utilizó todos sus especiales conocimientos para crear el crimen perfecto, el señor de Bogotá (56 años) que quemó viva a su novia de 19, el concejal de Bogotá que no se “untó” pero que mandó a otros a matar a su mujer, y la mujer de 76 años que de un palazo mató a su hija (la incluyo porque debió de ser una mujer-macho, de aquellas que renegaron de su condición femenina (perdón, ni siquiera podían sospechar qué era eso) y se educó bajó el paradigma del machismo donde la única manera de sobrevivir es haciendo las mismas cosas de los machos que detentan el poder).¿Cómo marcar la línea divisoria entre salud mental o enfermedad? ¿Qué es normal y cómo definir lo anormal? Aun mas, existe “sólo” salud mental sin estar inmerso en una forma de vida integral o coherente? Podríamos pasarnos el resto de la vida hablando del tema y aun nos faltaría tiempo. Lo significativo es que a nombre del amor y del permiso social llamado celos, estamos justificando que las personas se apoderen de la vida de otros y dispongan de ella a su antojo. Pero es un paradigma cultural que se respira en el ambiente. No en vano cuando Jairo Pulgarín de radio Santa Fé en Bogotá me pidió la opinión sobre lo sucedido en Barranquilla, un oyente, el Sr. Jiménez que confesó haber sido policía (auxilio), expresó que a las mujeres “cansonas que buscan tipos por internet, uno tiene el derecho a matarlas (para que no cansen) se paga un año de cárcel y luego se sale y se quita uno el problema de encima”. Algo parecido sintió el empresario de Barranquilla (que es abogado) y sabía lo que estaba haciendo pero demostraba su poder, su machismo (mía o de nadie mas), cuando creyó que podía matar y avisar luego a la policía y quedar libre. A nombre del amor. Es hora de que nos atrevamos a desmitificar los conceptos que han sostenido la cultura –el amor, la familia, la madre, pareja, la religión, la educación- y que “a gritos” (o a bala) están pidiendo que revisión. Este nuevo mundo necesita creencias nuevas. Atrévase a hacerlo. Yo colaboro desde esta esquina.
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