Diciembre es un buen mes para intentar llenar el vacío. Sólo que su libre albedrío tiene la disposición de escoger cómo hacerlo. El vacío, aquella sensación de incertidumbre, de “no encontrarse”, esa cierta ansiedad de no estar bien (pero tampoco se está mal), el estar picando, buscando no se qué, pueden ser síntomas del vacío. Un hueco interior, una sensación de insatisfacción, un movimiento continuo como si estuviera “picado por hormigas”, todo esto es vacío… La sociedad de consumo ofrece solucionar el problema, llenándolo de cosas materiales, de regalos, de paquetes, de objetos modernos. Entonces existe como una fantasía instantánea de que comprando y acumulando, el vacío desaparece. Es la felicidad envuelta en un vestido, un juguete o un computador. Tan fácil de conseguir puesto que sólo (¡) se necesita dinero para ello. Pero resulta que ya compró, ya acumuló, ya la casa está llena de cosas materiales y el vacío continúa. Entonces toca ensayar con rumba, bulla, pelotera, cantidad de gente, risas, trago, droga, con algo que lo “aplaque”. Porque ese silencio interior es atronador y hay que envolatarlo a lo que dé lugar.
El problema no está en comprar y tener, ni más faltaba. Qué rico que lo pueda hacer y lo disfrute. El problema está en creer que objetos materiales colman la sensación del vacío interior. O en creer, también, que con ruido y gente, el vacío desparece. La dificultad está en confundirse y no ser conscientes de que el vacío obedece a una necesidad humana de trascendencia, de sentido espiritual. Y lo material nunca jamás puede colmar lo espiritual. Ni siquiera las personas que nos rodean lo satisfacen. Ni padres, ni hijos o hijas, ni novios, compañeras, amigos, vecinos, jefes o conocidos, lo pueden llenar. Lo mas traumático (o lo mas liberador) es que ese vacío no lo llena nada que esté afuera de usted. Nada. Leyó muy claro, nada ni nadie puede llegar hasta ese lugar del vacío. El vacío es totalmente personal e intransferible. Es como una calcomanía pegada a sus entrañas porque por mas que trate de distraerse, apenas deja de envolatarse vuelve y allí está. Constante. Imperturbable. Silencioso. ¿Cómo enfrentar el vacío?
Todo lo de la Navidad puede ser maravilloso sólo si no confunde los objetivos. El mundo material está allí para aprender a vivir en él porque es en ese lugar donde se debe vivir la espiritualidad. Se necesitan el dinero, la diversión, el sexo, la rumba, todo lo cotidiano para asumir la trascendencia. Por algo somos seres espirituales viviendo una experiencia humana. Y es aquí, con cuerpo, con dinero, con cosumismo, con intolerancia, como se debe vivir el proceso. No aprendo lo que me corresponde en un medio donde no haya mundo material. En Navidad el vacío puede sentirse más porque culturalmente es una época que permite expresar emociones y sentimientos. Y se desenmascara en forma contundente lo que se ha tratado de envolatar o con trabajo o con acelere o con ruido. Pero no se asuste. Sentir vacío es ya, de por sí, un buen comienzo. (Hay quienes todavía ni siquiera saben de qué se trata). Cuando lo sienta permítase antes que nada, manejar su respiración. Trate de relajarse lo más que pueda: música, silencio, la llama de una vela, pueden ayudarle a ganar tranquilidad. Ojalá también pueda “parar” de llenarse de pensamientos y preguntas y ansiedad y futuro. En el pensamiento no hay respuestas para el vacío. Pero usted ha empezado a buscar…La calma, el silencio, la tranquilidad ayudan contra el vacío. No olvide que sólo es hoy y ahora.
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