Se cree que los enfermos mentales son aquellas personas que están encerradas en los hospitales psiquiátricos para los cuales es imposible la convivencia con otros, o porque se mantienen sucios, son harapientos, “hablan solos”, tienen mirada extraviada, o desbaratan todo lo que hay en su alrededor. La idea de “loco” o enfermo mental es de un desquiciado con el que es imposible convivir. Sin embargo… la enfermedad mental es mucho más común de lo que a primera vista aparece y lo que es más delicado, no impide desempeñarse en comunidad. Muchos enfermos mentales están allí, en cualquier parte, dentro de la sociedad, dirigiendo empresas, viviendo dentro de su familia, conviviendo con sus vecinos, enseñando en Universidades, estudiando o trabajando, compartiendo oficina, en conventos o iglesias, sin que sea fácil percatarse de su problema. Sólo cuando el día a día agota a quienes conviven con él o ella, se empieza a percibir la dimensión de la enfermedad. No hay otra manera de explicar su comportamiento totalmente incoherente.
Se despierta en la mañana hecho un ogro u ogra que apenas balbucea un sí o un no. Todo le fastidia, como si hubiera dormido con alacranes. Su conducta es inexplicable porque ni hubo conflicto, ni hubo disgusto. Reclama por su ropa o reniega del clima o no soporta el café muy caliente. Al medio día vocifera histérico porque la sopa no le gustó. Por la noche es un encanto, amoroso y tierno y no logra recordar al de la mañana. ¿Yo?, ¿cuándo, a qué horas? Te lo imaginaste.
En la reunión del fin de semana hace la apología de la familia y de la necesidad de conservarla por encima de cualquier inconveniente. Pero, no tiene ningún reato de conciencia en tener su “amiguita” porque el que habló el sábado pareciera que no tiene nada que ver con el infiel de hoy. Incoherencia total. Las múltiples facetas de su personalidad lo hacen un ser fragmentado donde el cinismo se confunde con el descaro y la burla. Sólo enmarcando estos comportamientos dentro de la enfermedad mental, se logra una forma racional de asimilar la convivencia con seres de esta dimensión. Para él (o ella) es imposible escuchar o atender un reclamo o una insinuación. Y cuando oye, lo maneja a su amaño. Es facilísimo que enrede o tergiverse lo que se le dijo y cambie las explicaciones. Dentro de su mente “todo es posible” y si ayer era blanco hoy es negro y viceversa. El reino total de la incoherencia. Sin embargo es imposible “cogerlo y confrontarlo” porque es el rey del teflón. No registra, no recuerda, no sabe, no tiene memoria y vive “al día”: de lo que siente y de lo que piensa en ese momento. Ni siquiera tiene vergüenza o culpa porque no reconoce nada de lo que le están reclamando. Los ejemplos de las contradicciones son de nunca acabar. Así le parece totalmente aceptable que su “niño” de 14 años tome trago “para volverse hombre” pero es el colmo que a los muchachos les permitan hacer esas fiestas y rumbas como las del edificio del frente. Es enfermo psicótico para quien el mundo es la proyección de su imaginación. Lo que él piensa o cree es realidad. Cualquier parecido con Hugo Chávez no es coincidencia. Por internet (donde encontró el libro blanco) se habló de su enfermedad mental de acuerdo a la versión psiquiátrica. Lo grave es que los Chávez versión doméstica se multiplican como arroz y contribuyen a “enloquecer” a quienes conviven con ellos sin entender el por qué de su comportamiento. Sólo queda padecerlos o…
lunes, 31 de agosto de 2009
lunes, 24 de agosto de 2009
Casa Paterna
Nuestros padres fundan y organizan la casa paterna en el momento en que deciden unir sus vidas y levantar una familia. Son los encargados de empezar a construir la historia familiar. Pero qué paradoja, somos los hijos e hijas, los que debemos clausurar la casa que ellos comenzaron con tanta ilusión. Somos los hijos los que debemos hurgar hasta el último rincón de las estructuras materiales para desocupar lo que ya no tiene vigencia… pero así sean nuestros padres, el acto de clausurar “su casa”, puede semejar casi una violación a su intimidad. Hay ya objetos “extraños” que no reconocemos como testigos de nuestra vida, existen momentos que ya no son los nuestros puesto que el devenir natural de la existencia genera la distancia, ya esa casa no es nuestra y volver luego, años después, a clausurarla, no es fácil. Como tampoco es fácil acercarse a ellos, en la etapa de la vida en que son ancianos, palpar su deterioro y evaluar qué tanto “ya no son ellos” así sus cuerpos permanezcan, qué tanto la demencia hace de las suyas, qué tanto todo lo vivido empieza a hacer mella en su psiquis para no diferenciar la realidad de lo imaginado. ¡No es fácil! Pero allí está nuestra tarea: hay que asumir cerrar esa casa, disponer de los objetos, desprenderse de elementos que para ellos pudieron ser importantes, pero que ya no “caben” en nuestras vidas. El tiempo pasa, las personas cambian, la vida se estructura diferente y es necesario asumir el desgaste de la condición humana.
El tema de la vejez es relativamente moderno porque las personas no llegaban a viejas. Se moría joven y los viejos eran una minoría. El mejoramiento de la calidad de vida, los adelantos médicos y científicos, han permitido que las personas duren más y cada día se acrecienta el número de ancianos. Y así como sucedió con la crianza de los niños cuando las mujeres fueron a trabajar y se necesitaron los jardines infantiles, de igual manera tenemos que aprender a manejar la vejez dentro de la estructura de la vida moderna. Se imponen los hogares geriátricos para el manejo de las personas de edad porque combinar adolescencia o infancia o juventud con ancianos, es algo semejante a escoger como “enloquecer a diario”. Basta un simple detalle: el mundo de los ancianos por lo general es lento y pausado. Las generaciones actuales viven a un ritmo vertiginoso y reunir en un mismo recinto comportamientos tan diversos es una bomba de tiempo.Parodiando “Las Acacias”, ya no vive nadie en ella…Sólo quedan los recuerdos, la historia compartida, fotos y fotos y la sensación de cerrar un ciclo, de terminar una época. Es impresionante cómo una persona anciana acumula objetos “para cuando se necesiten”. Pero se les acabó la vida y los objetos siguen allí, guardados, acumulados, generando una pesadez de ambiente increíble. Cajitas, bolsas vacías, papel de regalo “por si acaso”. Creo que el apego a lo material es la resistencia psicológica a no “quererse ir”, a no aceptar que la muerte nos llega. Pero hay que seguir adelante. Ellos y nosotros debemos continuar. Aprender sí de sus vidas, de la forma como enfrentaron cada minuto, posiblemente para no repetir algunos de sus comportamientos y ser conscientes de que construímos la vejez que queramos. Ellos posiblemente ni siquiera lo pensaron, no tuvieron modelos ni nadie se los dijo… su apego, su dolor y su miedo, pueden convertirse en nuestros maestros para vivenciar una vejez mas sana.
El tema de la vejez es relativamente moderno porque las personas no llegaban a viejas. Se moría joven y los viejos eran una minoría. El mejoramiento de la calidad de vida, los adelantos médicos y científicos, han permitido que las personas duren más y cada día se acrecienta el número de ancianos. Y así como sucedió con la crianza de los niños cuando las mujeres fueron a trabajar y se necesitaron los jardines infantiles, de igual manera tenemos que aprender a manejar la vejez dentro de la estructura de la vida moderna. Se imponen los hogares geriátricos para el manejo de las personas de edad porque combinar adolescencia o infancia o juventud con ancianos, es algo semejante a escoger como “enloquecer a diario”. Basta un simple detalle: el mundo de los ancianos por lo general es lento y pausado. Las generaciones actuales viven a un ritmo vertiginoso y reunir en un mismo recinto comportamientos tan diversos es una bomba de tiempo.Parodiando “Las Acacias”, ya no vive nadie en ella…Sólo quedan los recuerdos, la historia compartida, fotos y fotos y la sensación de cerrar un ciclo, de terminar una época. Es impresionante cómo una persona anciana acumula objetos “para cuando se necesiten”. Pero se les acabó la vida y los objetos siguen allí, guardados, acumulados, generando una pesadez de ambiente increíble. Cajitas, bolsas vacías, papel de regalo “por si acaso”. Creo que el apego a lo material es la resistencia psicológica a no “quererse ir”, a no aceptar que la muerte nos llega. Pero hay que seguir adelante. Ellos y nosotros debemos continuar. Aprender sí de sus vidas, de la forma como enfrentaron cada minuto, posiblemente para no repetir algunos de sus comportamientos y ser conscientes de que construímos la vejez que queramos. Ellos posiblemente ni siquiera lo pensaron, no tuvieron modelos ni nadie se los dijo… su apego, su dolor y su miedo, pueden convertirse en nuestros maestros para vivenciar una vejez mas sana.
martes, 18 de agosto de 2009
Odiar nos Iguala
Si consideramos que Chávez y Correa son unos monstruos porque no “ven” y no razonan, porque son injustos, porque son viscerales, movidos por el odio que como “patriotas” podemos tenerles, no caemos en cuenta que somos igualiticos a ellos, sus hermanos de sentimiento, cuando los odiamos a ellos. Definitivamente el odio nos iguala… porque el odio no tiene escalas. Simplemente ES en toda su dimensión. Y aun que puede tener un preescolar que es la rabia, cuando se llega a odiar, allí sí el grado es “suma cum lauden”. El odio elimina las diferencias. Es el sentimiento más democrático de cuantos existen. Cuando lo sentimos, cuando nos hierve la sangre, somos iguales a cualquier otro individuo en el planeta en iguales circunstancias. No importa ser católico o ateo. No interesa si usted es uribista o anti. No se tienen en cuenta tampoco posiciones filosóficas: usted puede creer en la dualidad y el otro ser partidario de la unicidad. Nada interesa: el odio iguala, elimina criterios. Para el odio no existen razones políticas porque cuando se odia, igual se comportan un chavista que un uribista. Ni qué decir de contradicciones o incoherencias. Hemos podido abominar de Hitler pero cuando odiamos, cuando consideramos que “alguien” debe desaparecer de la faz de la tierra, nuestro comportamiento es igualitico al de él: el odio nos carcome. Sólo que puede que no tengamos tanto poder para destruir. Pero si quiere conocer la dimensión de su odio, imagine al ser odiado y considere que usted es igualitico cuando odia.
El odio elimina las diferencias sociales: rico o pobre, ilustrado o analfabeta, el odio no necesita escuela ni aprendizaje: sólo se siente, invade, se apodera de todo y busca un objetivo. Además, qué paradoja, produce las mismas reacciones físicas en todos los individuos. Como estudiantes de actuación: las manos se aprietan, se contraen, en señal de impotencia, vocifera, frunce el ceño, se mueve y todo su cuerpo destila odio. Porque este sentimiento no se ubica en un solo lugar físico. En toda la epidermis se siente, se respira, se transpira odio…Cuando odiamos, entonces, nos igualamos. Allí estamos ante el mismo partidor, sintiendo lo mismo. Podría decirse que el odio es más primario, más elemental, menos planeado o razonado. Por eso se habla de “odio visceral” porque está en las vísceras, en las entrañas. El odio enceguece: se te acaban la inteligencia, las buenas maneras, los criterios o elementos de juicio. El odio nos conecta con lo más arcaico de la condición humana. El que odia no sabe perder, no se sabe humano, puede considerarse caníbal (recordar a Julio Navas), y es capaz de cualquier cosa movido por esa emoción. El que odia no tiene miedo al riesgo, desconoce el peligro, porque ni la posibilidad de la muerte lo detiene: sólo odia, esta poseído, como un “poseso” y lo único que puede hacer es sentir y vibrar en ese orden energético. El odio es una fuerza bruta que cambia la capacidad del cuerpo porque un ser “enceguecido” de rabia alcanza muchísima más fuerza y destruye objetos que en “sano juicio” sería incapaz de realizar. Para el odio no existen profesionales con títulos y maestrías ni interesa en qué Universidad te “ilustraron”. El odio está allí y necesita ser reconocido para poderlo manejar. Que significa aceptarlo como sentimiento propio, porque ni somos dios, ni tenemos la razón. Sólo somos seres humanos haciendo una travesía hacia la divinidad.
El odio elimina las diferencias sociales: rico o pobre, ilustrado o analfabeta, el odio no necesita escuela ni aprendizaje: sólo se siente, invade, se apodera de todo y busca un objetivo. Además, qué paradoja, produce las mismas reacciones físicas en todos los individuos. Como estudiantes de actuación: las manos se aprietan, se contraen, en señal de impotencia, vocifera, frunce el ceño, se mueve y todo su cuerpo destila odio. Porque este sentimiento no se ubica en un solo lugar físico. En toda la epidermis se siente, se respira, se transpira odio…Cuando odiamos, entonces, nos igualamos. Allí estamos ante el mismo partidor, sintiendo lo mismo. Podría decirse que el odio es más primario, más elemental, menos planeado o razonado. Por eso se habla de “odio visceral” porque está en las vísceras, en las entrañas. El odio enceguece: se te acaban la inteligencia, las buenas maneras, los criterios o elementos de juicio. El odio nos conecta con lo más arcaico de la condición humana. El que odia no sabe perder, no se sabe humano, puede considerarse caníbal (recordar a Julio Navas), y es capaz de cualquier cosa movido por esa emoción. El que odia no tiene miedo al riesgo, desconoce el peligro, porque ni la posibilidad de la muerte lo detiene: sólo odia, esta poseído, como un “poseso” y lo único que puede hacer es sentir y vibrar en ese orden energético. El odio es una fuerza bruta que cambia la capacidad del cuerpo porque un ser “enceguecido” de rabia alcanza muchísima más fuerza y destruye objetos que en “sano juicio” sería incapaz de realizar. Para el odio no existen profesionales con títulos y maestrías ni interesa en qué Universidad te “ilustraron”. El odio está allí y necesita ser reconocido para poderlo manejar. Que significa aceptarlo como sentimiento propio, porque ni somos dios, ni tenemos la razón. Sólo somos seres humanos haciendo una travesía hacia la divinidad.
¿Quién Sigue?
Las muertes de Clarita Zadawsky y de José Pardo Llada en menos de tres meses, hablan irremediablemente de un relevo generacional que se da por el proceso natural del fin de la vida. Sin contar con la de D’Artagnan, mas distante del ámbito parroquial. ¿Cuál es el orden para morirse? Imposible predecirlo… Se da porque corresponde. Y aun cuando en términos espirituales, venimos a la vida con el día de la muerte “ya decidido”, en el mundo material no hay conciencia de ello. Por eso la muerte nos toma “de sorpresa”. Para muchos sucede “antes de tiempo” cuando en los procesos de la vida y la muerte, los acontecimientos nunca se dan en un momento inesperado. Es cuando corresponde. De allí la paradoja con la vida de los 3 personajes del programa “Debates”. Se fueron primero los que aparentemente tenían mas salud. Alvaro Bejarano los sobrevivió y hoy afronta el dolor de enterrar a sus compañeros.
¿Quién sigue? Aquel o aquella a los que corresponde. Jóvenes, viejos, a mitad del camino. Lo que sorprende, sí, es la manera como se reacciona ante la muerte de un periodista. Los panegíricos, las alabanzas, el comentario sobre su “obra” o trabajo lo eximen de toda dificultad que hayan podido vivir en su transcurrir humano. El refranero popular dice que “no hay novia fea ni muerto malo”. La idea no es “descuerar” al que se fue porque ya no está pero si es importante lograr –hasta donde humanamente sea posible- ubicar su trayectoria dentro de una realidad, interpretando la forma como el o la periodista asumió su rol de orientador de la opinión pública. Que es en definitiva el legado que pudo dejar. Los periodistas o comunicadores terminan siendo personajes públicos. Con fanáticos y detractores. Pero ¿cuál fue la realidad de su aporte?
Pardo Llada “marcó” a Cali definitivamente. Le dio identidad a la ciudad. ¿Bueno o mala? He allí el quid del asunto. Hace algunos años en algún foro sobre cómo se construyó la Cali de hoy, personalmente me referí a Pardo y su “legado”. Con el tema de las mujeres (aceptando que fue un gran admirador de ellas), marcó la ruta de los cuerpos femeninos “hechos en quirófano”. Sus famosos “aviones” no son otra cosa que el preescolar de la construcción del mito de la mujer caleña siliconada, hecha para mostrarse, capaz de conquistar al mundo a través de su “sexappel” (¿le suenan los términos?). Empezamos una era de frivolidad donde “los jueves de Mirador” hicieron historia y claro, nos dieron identidad. De ciudad light, superficial, de apariencias. Fue su manera de “posicionarse”, de ser reconocido pero qué tanto en este tema su aporte fue constructivo para la ciudad. Como también tuvo su sello muy particular las espantosas peleas con su colega Jaime Arango, de periódico a periódico, donde términos como “rata chillona” y otros epítetos mas, marcaron el periodismo de ciudad. Nos “reconocían” a nivel nacional como un pueblo grande donde los lectores “disfrutaban” con esas sandeces porque Cali no podía “producir” algo mas constructivo. Fueron marca Pardo Llada. Como también –inolvidable- sus rifas de Diciembre invitando a un ganador a vivir una semana en el Intercontinental, sin importar que una vez terminados los 7 días, ese personaje pasara de la alfombra al barro, sin mediar consecuencias psicológicas donde el descontento, el resentimiento o la amargura, hicieran de las suyas. Fue un hombre fuera de serie y no se puede negar su enorme influencia, su marca particular. ¿Buena o mala? Analícelo usted…
¿Quién sigue? Aquel o aquella a los que corresponde. Jóvenes, viejos, a mitad del camino. Lo que sorprende, sí, es la manera como se reacciona ante la muerte de un periodista. Los panegíricos, las alabanzas, el comentario sobre su “obra” o trabajo lo eximen de toda dificultad que hayan podido vivir en su transcurrir humano. El refranero popular dice que “no hay novia fea ni muerto malo”. La idea no es “descuerar” al que se fue porque ya no está pero si es importante lograr –hasta donde humanamente sea posible- ubicar su trayectoria dentro de una realidad, interpretando la forma como el o la periodista asumió su rol de orientador de la opinión pública. Que es en definitiva el legado que pudo dejar. Los periodistas o comunicadores terminan siendo personajes públicos. Con fanáticos y detractores. Pero ¿cuál fue la realidad de su aporte?
Pardo Llada “marcó” a Cali definitivamente. Le dio identidad a la ciudad. ¿Bueno o mala? He allí el quid del asunto. Hace algunos años en algún foro sobre cómo se construyó la Cali de hoy, personalmente me referí a Pardo y su “legado”. Con el tema de las mujeres (aceptando que fue un gran admirador de ellas), marcó la ruta de los cuerpos femeninos “hechos en quirófano”. Sus famosos “aviones” no son otra cosa que el preescolar de la construcción del mito de la mujer caleña siliconada, hecha para mostrarse, capaz de conquistar al mundo a través de su “sexappel” (¿le suenan los términos?). Empezamos una era de frivolidad donde “los jueves de Mirador” hicieron historia y claro, nos dieron identidad. De ciudad light, superficial, de apariencias. Fue su manera de “posicionarse”, de ser reconocido pero qué tanto en este tema su aporte fue constructivo para la ciudad. Como también tuvo su sello muy particular las espantosas peleas con su colega Jaime Arango, de periódico a periódico, donde términos como “rata chillona” y otros epítetos mas, marcaron el periodismo de ciudad. Nos “reconocían” a nivel nacional como un pueblo grande donde los lectores “disfrutaban” con esas sandeces porque Cali no podía “producir” algo mas constructivo. Fueron marca Pardo Llada. Como también –inolvidable- sus rifas de Diciembre invitando a un ganador a vivir una semana en el Intercontinental, sin importar que una vez terminados los 7 días, ese personaje pasara de la alfombra al barro, sin mediar consecuencias psicológicas donde el descontento, el resentimiento o la amargura, hicieran de las suyas. Fue un hombre fuera de serie y no se puede negar su enorme influencia, su marca particular. ¿Buena o mala? Analícelo usted…
lunes, 3 de agosto de 2009
Como Animales
He tenido una gran admiración por los planteamientos de Gerardo Schmedling, organizados bajo el nombre de “Magia del amor”. Alfredo Besosa, uno de sus mejores discípulos, viene desde hace mas de 3 años entregando cada mes la información que sustenta esta teoría, advirtiendo que está “prohibido” creerla hasta que cada participante no la compruebe dentro de su propia experiencia. “Magia” asume planteamientos bien estructurados pero, claro, no puede ser perfecta puesto que humanamente todas las teorías están sujetos a revisión por el devenir de los tiempos donde el cambio es obvio y tampoco es una teoría “concluída” puesto que cada día aparecen nuevos descubrimientos e informaciones que enriquecen lo que ya se conoce.
En la última reunión se planteó, que el instinto es parte estructurante de nuestra personalidad (obvio) puesto que somos seres psicosociobiológicos. Pero lo que no comparto y me parece peligroso es el concepto de que, en el tema de la sexualidad, “copulamos como animales” puesto que el instinto nos motiva a esa conducta. También para “Magia”, un hombre o una mujer que hagan pareja “siempre deben estar dispuestos” a tener relaciones sexuales para “evitar” que su pareja se consiga otra persona. No importa si lo desee o no. ¡Debe estar dispuesta! Y tercera “perla” que me es imposible compartir es que antes de ser “infiel físicamente” (cuando se siente atraído por otra persona) usted debe tener relaciones con su pareja, “usando” su cuerpo, pero mentalmente haciéndole el amor a quien desee o con quién su corazón esté conectado. Para no ser infiel “físico” están permitidas todas las infidelidades mentales. Lo importante es “hacer una actuación” para que su matrimonio continúe y el otro o la otra “jure” que usted está a su lado, así su mente y su corazón, estén a miles de años de distancia. Todo en aras de “no herir al otro u otra”.Tres ideas que conforman parte de la teoría de “Magia” imposibles de asimilar. Si aceptamos que copulamos como animales, es la necesidad la que maneja nuestra vida y en aras de ese planteamiento un hombre puede “necesitar” (no desear) acostarse con alguien y ante su imperiosa necesidad instintiva se puede encontrar a cualquier mujer en su camino: hijas, familiares, hermanas, vecinas, etc. Copular como animales nos reduce al nivel de caníbales donde el instinto y la necesidad “mandan” la parada. Si en algo NO nos parecemos a los animales es en la sexualidad puesto que el deseo (no la necesidad) está sustentado por el lenguaje y la historia. Peligrosa la idea de “copular como animales”. ¿Cuántas violaciones y abusos se gestan en la necesidad de copular instintivamente? Allí mismo, en el planteamiento sexual, la manera mas rápida de matar un deseo es estar “siempre dispuestos”. Muchísimos hombres “matan” el deseo femenino al estar siempre dispuestos, anulándole a ella la posibilidad de desear. La queja femenina mas común se sintetiza en “para que tan siquiera lo intento si él siempre quiere”. Habría que preguntarse qué tanta necesidad compulsiva tiene el hombre patriarcal de no permitir a su compañera desearlo, adelantándosele siempre. Y ni qué decir de “actuar” para salvar un matrimonio. El tema de la infidelidad merece una revisión pero no para fingir sino para enfrentar. Detrás, uno de los temas mas complejos del mundo moderno: la vigencia del matrimonio. Lo que queremos es acaso un “cuerpo de carne” o lo que se desea es un ser integrado. Está abierta la discusión.
En la última reunión se planteó, que el instinto es parte estructurante de nuestra personalidad (obvio) puesto que somos seres psicosociobiológicos. Pero lo que no comparto y me parece peligroso es el concepto de que, en el tema de la sexualidad, “copulamos como animales” puesto que el instinto nos motiva a esa conducta. También para “Magia”, un hombre o una mujer que hagan pareja “siempre deben estar dispuestos” a tener relaciones sexuales para “evitar” que su pareja se consiga otra persona. No importa si lo desee o no. ¡Debe estar dispuesta! Y tercera “perla” que me es imposible compartir es que antes de ser “infiel físicamente” (cuando se siente atraído por otra persona) usted debe tener relaciones con su pareja, “usando” su cuerpo, pero mentalmente haciéndole el amor a quien desee o con quién su corazón esté conectado. Para no ser infiel “físico” están permitidas todas las infidelidades mentales. Lo importante es “hacer una actuación” para que su matrimonio continúe y el otro o la otra “jure” que usted está a su lado, así su mente y su corazón, estén a miles de años de distancia. Todo en aras de “no herir al otro u otra”.Tres ideas que conforman parte de la teoría de “Magia” imposibles de asimilar. Si aceptamos que copulamos como animales, es la necesidad la que maneja nuestra vida y en aras de ese planteamiento un hombre puede “necesitar” (no desear) acostarse con alguien y ante su imperiosa necesidad instintiva se puede encontrar a cualquier mujer en su camino: hijas, familiares, hermanas, vecinas, etc. Copular como animales nos reduce al nivel de caníbales donde el instinto y la necesidad “mandan” la parada. Si en algo NO nos parecemos a los animales es en la sexualidad puesto que el deseo (no la necesidad) está sustentado por el lenguaje y la historia. Peligrosa la idea de “copular como animales”. ¿Cuántas violaciones y abusos se gestan en la necesidad de copular instintivamente? Allí mismo, en el planteamiento sexual, la manera mas rápida de matar un deseo es estar “siempre dispuestos”. Muchísimos hombres “matan” el deseo femenino al estar siempre dispuestos, anulándole a ella la posibilidad de desear. La queja femenina mas común se sintetiza en “para que tan siquiera lo intento si él siempre quiere”. Habría que preguntarse qué tanta necesidad compulsiva tiene el hombre patriarcal de no permitir a su compañera desearlo, adelantándosele siempre. Y ni qué decir de “actuar” para salvar un matrimonio. El tema de la infidelidad merece una revisión pero no para fingir sino para enfrentar. Detrás, uno de los temas mas complejos del mundo moderno: la vigencia del matrimonio. Lo que queremos es acaso un “cuerpo de carne” o lo que se desea es un ser integrado. Está abierta la discusión.
Suscribirse a:
Comentarios (Atom)