lunes, 27 de julio de 2009

Allí están pintados

Tiene todas las características de un triángulo pasional común y corriente. De los que pasan a diario y frente al cual no existe vacuna de ninguna clase. Esposo, esposa, amante. Aún es difícil para las viejas creencias aceptar que el ser humano es infiel por naturaleza. Pero no porque sea malo o pervertido sino porque humanamente ningún otro u otra nos puede llenar totalmente. Y ese pedacito de espacio “que sobra” o está vacío, siempre está abierto a recibir a otro u otra. Claro, en la vieja concepción del amor. Porque en una nueva mirada, nadie me debería llenar ni un poquito ni mucho. Cada quién debería intentar bastarse a si mismo para entonces sí, pedirle a otro u otra que “me acompañe” por la vida, nunca que me llene o me complemente.
Pero a lo que vamos. Robinson, Adriana y Sara conforman el típico ejemplo de lo que sucede tantas veces. Allí están las mujeres enfrentándose, dando la cara, intentando hablarse entre ellas, dolidas, desgarradas, sintiéndose burladas, a veces con pena o rabia (o ambas) por la otra, mientras que el hombre o se esconde, o evade, o se contradice, o juega a dos manos, o no tiene los pantalones para definirse y aceptar que sí, que estuvo con las dos, que le gustan las dos, que está atraído por las dos. Que con una tiene estabilidad, hogar y familia y con la otra aventura, novedad y riesgo. Pero no, el señor Robinson, muy fiel a su género, juega a la contradicción, a la dualidad. Por la mañana le dice algo a una y por la tarde se lo dice a la otra. Al otro día cambia de opinión y juega a hacerse “víctima”. ¡Pobrecito! Son las despiadadas mujeres las que lo llevan a esta situación tan difícil. Por culpa de “la mala”, que lo “tentó”, él cayó y está en la situación actual. Los hombres, por lo general, nunca saben (?) cómo sucedió, a qué horas se dió. Pareciera como si la gran mayoría de ellos se volviera algo así como retrasados mentales, idiotas, bobos, atontados, h…, que no saben qué es lo que pasa, como pasa y cuánto pasa. Todo les toma de sorpresa. Porque si no son las mujeres las que destapan y enfrentan el lío, ellos podrían durar “toda la vida” en la triangularidad. Es decir muchos viven la situación sin ninguna clase de definición porque no les interesa asumir consecuencias y enfrentar la decisión. Gozan la aventura, el riesgo. Su ego se alimenta del espectáculo: dos mujeres “peliando por él”, disputándoselo (debe ser el verraco de guacas) la adrenalina que genera la prohibido y la calma que produce “hogar dulce hogar”, todo reunido sin que pase nada. Claro, él no suelta nada porque él goza ambas situaciones. ¿Qué pasa con ellas? Qué pena, en medio del disfrute no ha tenido tiempo para analizar que a esas dos “que tanto quiere” las está lastimando. Las hormonas le impiden que sus células intelectuales “gasten” tiempo en pensar en ellas. Lo único que interesa es que él se goza la situación, la disfruta y cada día se encarreta mas. Allá ellas con su dolor. El, que dice quererlas tanto (¿a propósito Robinson y otros tantos especímenes de su especie aceptarían que amar a alguien es desear lo mejor para ese ser, asi nos duela en el alma lo que sentimos?), el que las quiere tanto no logra salir de su ego y con gozar y gozar tiene su recompensa. Pero ojo: ellos en ese trance, nunca deciden. Si no es una mujer, una de las dos, la que define de pronto llega mas rápido el día del juicio final. Excelente ejemplo público para analizar y aprender…

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