Diciembre no es un mes fácil. Por más que esté teñido de luces y colores, es por excelencia el mes de la alegría y el mes de las confrontaciones. Las dos situaciones en el mismo espacio: ¡la paradoja de la condición humana! Mientras para algunas personas es el mes especial, la época para la cual se justifica vivir los días más felices del calendario, los días que se esperan con entusiasmo e ilusión, para otros la Navidad es una época espantosa, un mes que debería suprimirse puesto que todo lo que se vive en esos días aparece como agresivo, tallador, doloroso. ¡Allí está pintado Diciembre! Amo y señor del año, dispuesto a causar estragos o a entregar felicidad. ¿De qué depende, entonces, el que Diciembre sea encantador o sea espantoso?
No existe una sola razón. La complejidad de la existencia humana abre un abanico de posibilidades. Sin embargo, muchas de las justificaciones para vivir un buen o un mal Diciembre, están cimentadas en la niñez. Los recuerdos, imágenes, olores, hasta los sabores se fraguan en los primeros años. ¿Qué clase de infancia vivimos en Navidad? ¿Qué calidad de recuerdos nos acompañan desde entonces? Revisar el pasado es doloroso pero a veces necesario. El interés para revisarlo no puede reducirse tan solo al deseo utópico de modificarlo (ya no se puede cambiar) o para borrarlo “del todo”, pero sí se puede aprender de lo vivido. Lo más valioso de la historia personal es que sirve para aprender de ella. Y contribuye, si la sabemos “leer”, para que nuestros hijos e hijas tengan una mejor calidad de vida
Porque llegue Diciembre no se acaban los problemas. Las situaciones familiares continúan iguales y los líos de pareja o las dificultades de manejo de los hijos siguen, a pesar de la Navidad. Tenemos la supuesta idea de que Diciembre “arregla” cualquier conflicto porque el abrazo y el beso “esconden” la realidad de los hechos. Pero... no deja de ser un sueño. En Diciembre, continúan los conflictos y más vale estar preparados para afrontarlos. De la manera más adulta posible y sobre todo, tratando de que se lastime a la menor cantidad de personas. Incluídos nosotros mismos.
Por eso, aun cuando muchas circunstancias de la vida nos llegan –aparentemente- de improviso y pareciera que no tenemos la posibilidad de “escogerlas”, si tenemos el libre albedrío para afrontarlas. O enfrentarlas: ¡usted decide! Nuestra responsabilidad actual como padres es tener cuidado al menos en forma consciente de la clase de nostalgia que estamos fraguando en el corazón de las personas que dependen de nosotros. No podemos decidir que alguna de las personas que amamos no muera en Diciembre, por ejemplo. Tampoco podemos escoger vivir o no vivir circunstancias adversas como enfermedades, problemas económicos. Pero sí depende de los adultos cómo ayudar a “entrar” en Diciembre: si en forma amorosa, tranquila o en forma desgarradora o desesperanzadora. Alguna vez escuché la historia de una niña cuyos padres en Diciembre, por castigo, le regalaron un bulto del carbón. Al lado de las bicicletas y patines y muñecas para sus hermanos y hermanas, ella tuvo como presente de Navidad este “obsequio”. Imagine qué clase de Diciembre registra para toda la vida, “su computador interior”. Y aun cuando existan terapias y psicólogos que ayuden a reparar el dolor, la huella es imborrable y acompaña el resto de la existencia. ¿Se pudo haber evitado?Lo anterior no significa que los “buenos recuerdos” se construyan tan sólo con regalos pero sí hay que tener cuidado con los comportamientos del hoy que pueden herir de por vida. Entonces si se deben asumir decisiones dolorosas por estos días, una separación por ejemplo, valdría la pena esperar e intentar llegar a Enero para enfrentar la situación. Veinte o treinta días más pueden construir un buen o un mal recuerdo. El bichito de masoquismo que se inocula en el fondo de algunos corazones lleva a asumir desenlaces definitivos precisamente en estas épocas. Y es allí donde vale pensar en los recuerdos que estamos construyendo. Un niño o una niña, un adolescente cerca a nosotros, agradecerá que le “cuiden” sus Navidades...
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