Hoy se celebra el día de la “no violencia contra la mujer”. Cualquiera que haya sido la motivación para institucionalizar la fecha, es obvia la necesidad de conmemorarla, nombrarla, señalarla, destacarla…como quiera decirlo. La violencia contra la mujer es casi de las mismas dimensiones de antaño. Expresado de otra forma: el hombre sigue agrediendo a la mujer en la misma proporción, en su necesidad imperiosa de control y poder. Lo que puede haber cambiado es que la mujer despertó y no se deja de la misma manera. Existe ya mas conciencia de ser mujer. Pero la necesidad de dominio del hombre sigue intacta. O de pronto, dolorosamente, puede ser mas obsesiva su necesidad porque en la medida en que la mujer reacciona, su inseguridad puede ser mayor y redobla “sus esfuerzos” por el poder. No soporta el despertar femenino y su reacción es aún mas violenta…
La violencia contra la mujer no se manifiesta únicamente en golpes, puños o gritos. Puede “disfrazarse” y se manifiesta en circunstancias como cuando una mujer “hecha y derecha” tiene que pedir permiso para tomar determinaciones sobre su propia vida. Para saber si puede estudiar, si se puede cambiar de look: “¿me dejas cortar el pelo?”, si tiene “autorización” para salir con sus amigas. Debe preguntar si se puede colocar minifalda o si tiene derecho a lucir esos pantalones apretados. No importa su nivel de capacitación profesional: ejecutiva, secretaria o aseadora, debe contar con el permiso de su compañero para manejar su propio cuerpo. Y cáigase de espaldas, hasta para reír se debe solicitar “certificación”. He escuchado historias de mujeres sometidas donde los hombres las fusilan con la mirada por su manera de reírse en público. “No dices sino pendejadas, cállate” es la sentencia de mas de un hombre posesivo y dominante, para quien su mujer simplemente es una hija “grande” a la que se debe “terminar” de educar. “El no me deja” termina siendo una razón muy femenina que necesariamente desvaloriza a quien la expresa. “Pero es que si no pido permiso, se enfurece” resume la situación en relaciones de pareja moderna.
Cuando una mujer siente que debe “pedir permiso” es obvio que tiene dueño, está sometida y hay alguien manejando las riendas de su vida. Es una mujer que sufre una violencia pasiva porque la mayor agresión posible para un ser humano es no poder ser dueño de si mismo. En otras palabras no tener las riendas de su vida en sus manos. Para bien o para mal. El hombre se aterroriza de no tener a quien mandar, porque “ese” es uno de los atributos con los que construyó su masculinidad. Si mando soy un hombre, si me mandan soy un idiota. Y claro, el permiso en el aspecto sexual también es básico. Hay hombres que se sorprenden (y cuestionan desesperados) el que su mujer disfrute la relación sexual. Porque si lo hace sin su “consentimiento” ipso facto viene la acusación : ¿donde lo aprendiste ?,¿quien te enseñó?”. Ellos deben ser los maestros del deseo femenino y dirán cuándo, cómo y con quién se puede gozar.
No sobra el día de la no violencia. Hay que destacarlo. Es la única manera de crear conciencia. Porque si usted, mujer, todavía permiso, aun cuando no esté en la cifra de las estadísticas, hay alguien ejerciendo violencia sobre usted, usted no maneja su vida, usted tiene dueño…piénselo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario