La ingenuidad es una actitud propia del mundo infantil. Ingenuo es
aquel que cree en “todo” lo que le dicen. Confía a ciegas en “sus padres” o en
quienes ejercen como autoridad (protección), por lo tanto carece de malicia lo
que lo convierte en presa fácil para el abuso y el atropello. Ingenuo significa
inocente, que no capta la intención del otro. No tiene sagacidad (suspicacia)
para “leer” el propósito de quienes se relacionan con él. Y como no todos los humanos estamos en el mismo nivel de
conciencia, al lado de un inocente siempre brotan como pirañas los vivos,
perversos o avispados que “se aprovechan de su inocencia”. Es la vida.
La ingenuidad no es un error pero en un adulto muestra un grado de
inmadurez como si todavía no hubiera crecido. Su nivel de conciencia es
elemental. Como si el exceso de protección le hubiera impedido aprender a
manejar la dificultad. Y claro, los ingenuos siempre atraen perversos, vampiros
emocionales, capaces de chuparles la sangre. Sucede
a diario tanto en la vida cotidiana como en las aulas escolares. Por lo general
los muy cuidados, los sobreprotegidos son presa fácil del “matón” de la clase,
que a su vez tiene un problema similar pero al contrario (¿entendió?).
Me impacta el grado de ingenuidad del Presidente Duque. No creo que
sea una actitud fingida. El es así. Como un niño grande que no supiera cómo
comportarse, parece dar palos de ciego. Claro, está aprendiendo y puede que lo
haga, pero su ingenuidad es difícil de esconder. Sus errores le han producido
un desgaste absoluto porque la inexperiencia le brota por todo lado. No la
puede disimular. Es auténtica. Hay momentos en que la rabia producida por su
actitud, termina convertida en pesar, conmiseración. Pobrecito, ¿no habrá nadie
que le diga de buena manera que “así no”?
O, tal vez lo que sucede es que hay que aceptar que no se madura solo
con desearlo o con grandes dosis de esfuerzo. El tiempo y las circunstancias
son los que brindan opciones de crecimiento. No se puede engendrar un hijo en 3
meses: se necesitan 9. A Duque lo “sentaron” en una silla para la que todavía
no estaba preparado. Le faltaban varias cociones. Algunos de los que creían y votaron por él,
argumentaban que si Obama “inexperto” pudo, ¿por qué Duque no? Pero la
diferencia de experticia entre el estadunidense y el colombiano es abismal. Es
posible que la vida de Obama, mas difícil y marginal, le ayudó a tener la
malicia y astucia para convertirse en un Gobernante respetable, maduro y
asertivo. Pero Duque…
Claro, detrás le mueven los hilos del poder. Al lado de un ingenuo
siempre está un vivo, un “avión”. Duque lo quiere hacer pero no puede, no le da
mas su experiencia. Algunos errores son de una simpleza absoluta, como si no se
diera cuenta de lo que hace. Otros, de mayor envergadura, con serias
implicaciones pero en ambos casos la falta de liderazgo, la sensación de estar
improvisando y lo que es peor, de no saber cómo hacerlo marcan la parada. Nos
faltan 3 años largos y muy seguramente su gobierno estará signado por la
improvisación, por la necesidad de constantes timonazos para ver si por fin lo
aprende a hacer. Y por la sombra del individuo que ha querido manejar este país
guiado por su rabia y anhelo de poder eterno. Así terminamos este 2018.
Gloria H. @Revolturas

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