martes, 21 de agosto de 2018

¿Se sube al ascensor?



Como estamos conectados energéticamente y vibramos por situaciones parecidas, basta que suceda un acontecimiento “fuera de lo común” para que al unísono, vibremos en la misma onda. Mucho mas si son hechos trágicos. Estamos en un valle de lágrimas, se viene a sufrir (lo dice la religión) entonces “la ocasión la pintan calva…” Un atraco (¿cuándo me tocará?), un accidente (¿será mi turno?), una violación (¿dónde están mis hijas?). En Cali se derrumbó un ascensor desde un sexto piso, 2 personas murieron, 4 están heridas y ahora es casi seguro que el miedo a los ascensores se dispare. Hay pánico, ¡qué susto! ¿Cómo enfrentarlo?  

La idea no es fomentar la irresponsabilidad pero tampoco podemos construir el mundo de la perfección. La perfección es inhumana. Si leyó bien, no podemos ser perfectos. Se caen puentes en Italia y en Miami, hay accidentes en España y en Suiza… por mas control y tecnología, no se pueden derrotar los imprevistos. ¡No podemos derrotar la muerte! Encontrar el equilibrio entre la responsabilidad y la finitud es parte de aprender a vivir. De aprender a aceptar que la vida es una pasantía e independientemente de sus creencias (¿existe el mas allá? ¿hay muchas vidas?), lo que si es válido es que aquí estamos de paso. ¡Nos vamos a morir! En términos espirituales se dice que nadie se muere por accidente, ni la víspera, ni por estar en el lugar equivocado. No hay lugares equivocados, ¡es el que es! La bala perdida, el accidente de tránsito, la ocasión inesperada, cada situación obedece a un sentido que en la inmediatez del momento es posible que no se detecte. Pero, estamos aquí aprendiendo y enseñando. La muerte tiene un sentido y aceptarla es parte del proceso de madurez y evolución.

La responsabilidad se debe enseñar y construir desde la infancia. Pero existen personas con niveles de vida muy elementales que no le dan sentido a la vida porque sus propias vidas son absolutamente concretas y simples. Nos “cuidan” personas con niveles de conciencia de “supervivencia” por lo tanto ellos mismos no pueden valorar para otros lo que no hacen para si mismos. No es un trabalenguas, es mirar la vida y comportamiento de los otros desde lo que cada uno es. No desde “tus zapatos” donde siempre juzgaras o justificaras el diario vivir. Pídele prestados los zapatos al que “no cayó en cuenta” y te sorprenderás  de lo que piensas cuando estas parado en su lugar.

Debe haber responsabilidad por Palacio de Justicia. Debe haber seguimiento y consecuencias. Pero también se debe enseñar mucho mas sobre la muerte. Y claro, sobre la vida. La elementalidad es una de las carencias mas inequitativas de las que existen. ¿Por qué no lo pensé antes? ¿Por qué no lo ví? ¿Por qué no calculé las consecuencias? Se aprende a punta de golpes, de experiencias dolorosas, de caer en cuenta de que se debe estar alertas y vivir menos “en automático”.

No es fácil. Cualquiera que sea la falla, el obstáculo o el inconveniente, todo apunta a que el remedio pasa por la educación de la conciencia y no solo del intelecto. Caer en cuenta, estar alerta, ser consciente del aquí y el ahora, no son prácticas religiosas sino actos de salud mental. Muchos aún no creen en esas “pendejadas”. Sin embargo, es el único camino donde la vida y la muerte se pueden entender y asimilar. 

Gloria H. @Revolturas

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