Un niño en Medellín, Miguel Angel, fue asesinado por su madre y su
padrastro según dicen las autoridades. El niño, 2 años, una carita preciosa,
fue agredido de tal manera que los golpes le causaron la muerte. En el barrio
donde sucedió la tragedia, casi linchan a los posibles responsables. Tuvo que
intervenir hasta el Smart para evitar mayores complicaciones.
Y es aquí donde cabe la pregunta básica: ¿aceptamos que existe la
enfermedad mental? ¿Hay personas “buenas” y personas “malas”? ¿Causar daño a
otro es una conducta aprendida, es un acto de sobrevivencia, o es un momento de
enajenación mental? Aun cuando vivimos en una sociedad donde existen la ley u
las normas, es claro que no todos caminamos de la misma manera, ni tenemos las
mismas oportunidades, ni estamos en el mismo nivel de conciencia (en términos
espirituales). Eso no significa que no haya que asumir responsabilidades y
consecuencias. Fuimos educados para clasificar nuestra realidad bajo uno de
estos dos parámetros: bueno o malo. Además términos excluyentes. Si eres bueno
no eres malo y viceversa. No hay alternativa posible para el punto medio. Correspondiente
con esta dualidad está el juicio. Tan fácil hacerlo. Tan sencillo que es
convertirse en juez de una situación y condenar. Como mujer y como psicóloga me
queda muy difícil señalar a una mujer que tiene dificultades con sus hijos. Una
mujer que no los quiera, que los rechaza y hasta aquella que llegue al extremo
de “desaparecerlos”. Porque es obvio que la enfermedad mental ronda en estos
casos. Y comprueba, una vez mas, la gran falacia de la cultura cuando sigue
sosteniendo la existencia del instinto maternal.
Una mujer con una pésima autoestima, educada dentro de la cultura
machista, aprende que lo “único” que le da valor a su vida es tener un hombre
al lado. Ni siquiera un hijo, que puede ser tan desvalorizado como ella, le da
esa importancia. Peor dolor si tiene una hija mujer. En el libro “Donde está mi
papá” me acerco a una respuesta para explicar la conducta. La dimensión de la
desvalorización es tan enorme, que esta mujer no logra ver nada diferente que
aquello que le “ofrece” (así sea mentira) importancia, remedos de afecto, o
simplemente “mirarte y tenerte en cuenta”. Por eso perdura en una relación
tóxica, aplastante y humillante. Entre nada y “esto” aquí me quedo. Como si
fuera una pipa de oxígeno, el Hombre (con mayúscula) es lo que le da vida a su
vida. La expresión “por llamar la atención” es repetitiva en la cultura y
significa que un individuo patológicamente puede asumir cualquier conducta para
“ser mirado”. Existen seres que nunca
han sido mirados lo que significa que nunca han construido un vínculo con
nadie. Para ninguno han sido importantes. Su pequeñez y orfandad los hacen
presas fáciles de cualquier “ofrecimiento” amoroso, a cualquier precio y bajo
cualquier circunstancia.
Juzgar, tan fácil. Siempre hay una historia detrás de todo “crimen”,
Hay que leerla no para justificar el hecho sino para entender qué tan
responsables somos todos en la construcción de esta sociedad. Sí, hay que
defender a los niños físicamente niños, pero también existen multitud de niños
grandes cuyos cuerpos crecieron pero sus necesidades afectivas y su salud
mental nunca evolucionaron. Aquí esta un caso.
Gloria H. @GloriaHRevolturas

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