Pertenezco al grupo (¿grande, pequeño?) de los que no se resiste a
Vicky Dávila. ¡No la soporto! Es especialmente chocante su soberbia, su prepotencia,
compitiendo con Dios y juzgar, por ejemplo, quien merece perdón y quien no. Es
insoportable su actitud cuando reclama, (¿exige?) apoyo por la ofensa que ha
recibido. “Me sorprende también que tantos se queden callados…” dice en twitter.
¿Por qué? ¿A quien le reclama porque no se está con ella? Su atropello a la
familia del viceministro, en el famoso caso de los Policías que le costó su
puesto (era mas importante agitar morbo que cuidar seres humanos) pasará a la
historia del periodismo como aquello que éticamente no se debe hacer. Para mi
es grande su historia de desaciertos. Ella pertenece al grupo de comunicadores
que hacen de sus espacios un alter ego para su imagen y reconocimiento.
Aceptando todo lo anterior, sin embargo es imposible callar frente
a la forma como un hombre dizque profesional, educado e inteligente como
Roberto Prieto, se refiere a una mujer cuando está energúmeno. Así la expresión
se extraiga de una conversación privada, lo grave es qué tan naturalmente
“brota”. Prieto llama “perra” a la sra
Dávila por la forma como cree él, ella lo ha tratado en los medios de
comunicación. ¿Qué es lo que hay
guardado en el inconsciente de un hombre que “disparada” la ira puede tratar
tan mal a una mujer? ¿Por qué Prieto escoge el adjetivo “perra” para esta
circunstancia? ¿Por qué esa connotación sexual y machista? “Perra” es su
respuesta, su manera de cobrar la impotencia en que él se encuentra. Debe ser
una perra la que lo dejó impotente, acusado, sin poder, contra las cuerdas.
Prieto se siente humillado y degradado, sin “potencia-poder” y el equivalente
para “devolver” atenciones es este insulto.
La actitud de Prieto se puede equiparar a la de los hombres que cuando
ya no pueden dominar o controlar a una mujer, cuando se quedan impotentes (porque
no pudieron salirse con la suya) solo les queda la venganza en el “mismo
idioma”: usted me castró, me quitó poder, yo la ensucio, la denigro, usted es
una perra. Es decir la humillación, la vejación. A lo único que le apunta para
doblegarla es a su condición de hembra, no puede verla como mujer integral.
Perra, por retaliación porque sólo una perra puede dejar impotente a un macho. No
escoge otra expresión o insulto despectivo (bruta, despiadada, bruja,
manipuladora). Le “nace” perra porque algunos hombres cuando sienten esa rabia
visceral y quedan impotentes, la única forma de potencia que aún tienen es su
connotación de machos, su enorme falo. Es lo único que aún no ha perdido y se
lo recuerdan: jamás seremos iguales. Nadie, ni usted, me lo quita. El
calificativo es denigrante: por igualada, por “atrevida”, hay una amenaza, pero
aun queda el poder del patriarcado, el machismo primario y visceral, para
humillarla y pisotearla, para mostrar la diferencia. Impotente yo, perra usted.
Para muchos hombres en esta cultura la única arma que les queda
para someter a una mujer es la sexual. Lo peligroso es descubrir qué tanto está
inmerso en un inconsciente colectivo donde ni el estudio ni la educación logran
desterrarlo. Lo visceral, lo que brota “espontáneamente” dice mas de lo guardado
que de lo que se muestra. ¡Impactante!
Gloria H. @Revolturas

No hay comentarios:
Publicar un comentario