Escenario: frente a la Iglesia del Templete, 6.20 de la tarde del
miércoles 24 de Mayo, horas antes del inicio del controvertido partido Cali
América. No era fácil parquear puesto que la avalancha de vehículos hacía casi
imposible encontrar un espacio libre. Pero, había que hacer hasta lo imposible.
La misa ya había comenzado, era tarde y la necesidad de acompañar a una familia
muy querida, motivaron a correr los riesgos “normales” de dejar un vehículo en
la calle. Bueno, el escenario no se veía tan mal. La panadería de la esquina
frente a la casa cural, con clientes tomando café y el señor del trapo rojo “yo
se lo cuido”, hicieron el resto.
20 minutos después estoy de vuelta y el carro ¡no está! Sólo 20
minutos. El señor de trapo rojo con respuestas incoherentes “yo me fui, yo
creía…” no podían ser elementos para tener en cuenta. Un ángel con nombre de
mujer, amiga y doctora, vió mi desespero, se bajó de su vehículo, compró agua y
buscó a la policía media cuadra mas adelante. Mientras, aviso a la familia y en
un segundo las redes empiezan a funcionar. Pero también la policía. A los 10
minutos 4 motos con agentes estaban preguntando datos (marca del vehículo,
placas, cédula, datos de rigor) y explicaciones: lugar, hora, situación.
Dirigidos por el Teniente Flórez de la Estación de El Lido los agentes del
cuadrante 4 se ponen a la tarea de la búsqueda del vehículo.
Aquí no funcionó “usted no sabe quien soy yo” frente al grupo de
la policía que estuvo manejando el hecho. Nunca dije que era periodista.
Atendían un caso de robo de vehículo de una señora impactada, con el
desconcierto que produce salir a la calle y no encontrarlo. “Fue aquí, o sería
mas allá, dónde es”, hasta que constatas que no está. 40 minutos después me avisaron “lo
encontramos”. La constancia de la foto con las placas y acompáñenos a
recogerlo. Muy cerca, en la llamada “calle del bombón”, calle mocha, oscura,
donde no hay circulación, cerca de las antiguas instalaciones de la Autónoma.
Allí estaba casi escondido detrás de otros mas grandes, en una oscuridad total.
Los agentes explicaban después que el “modus operandi” es robarlo y movilizarlo
a un lugar cercano, donde se oculta y “desaparece” de circulación, lo dejan quieto,
mientras pasa el impacto de la búsqueda. Dos o tres horas después terminan de
llevárselo y consumado el hecho.
Somos expertos en señalar y dimensionar lo negativo. Hoy, sin
embargo, quiero destacar la amabilidad, colaboración y trato de estos agentes
de la policía, en especial Guillermo
Suárez intendente y Jonathan Sánchez patrullero, al igual que todo el grupo
dirigido por el Teniente Flórez del cuadrante 4 de la Estación de El Lido.
Fueron respetuosos, colaboradores y ¡eficientes! No siempre se podrá obtener un
resultado favorable pero significa que la gran mayoría de nuestros Policías
sí cumplen con su tarea. Y aun cuando
suene muy presuntuoso explicarlo en este caso, soy una convencida de las
vibraciones de la energía. Yo confié, yo creí y allí está el resultado. Quienes
creen, (con todo su derecho), que esto es un infierno tarde que temprano
terminan viviendo en el infierno. Pero no tanto exterior como sí de su propia
amargura. Todas las experiencias agradables o dolorosas son aprendizajes. ¡A
eso vinimos! Gracias a todos los que colaboraron.
Gloria H. @Revolturas

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