Como que por fin somos hermanos. Como que por fin nos unimos por
una causa común. Como que por fin
olvidamos diferencias y extendemos la mano sin medir que ideología nutre al
dueño de la mano. La muerte, el dolor, la tragedia y el sufrimiento nos
hermanan. La alegría, la paz, la armonía, la convivencia, por el contrario, nos
separan, nos vuelven feroces enemigos. ¿Qué pasa con la idiosincrasia colombiana?
Es impactante comprobar qué es el sufrimiento el que anula las diferencias,
mientras que los logros, alegrías o resultados sanadores son los que nos
distancian. En letra clara significa que estaríamos condenados a vivir
sufriendo. Que estamos negados para la tranquilidad. Que no merecemos la
armonía. Que nos queda grande la hermandad. Que si salimos de una guerra
fabricamos otra. Que si terminamos un conflicto, nos inventamos otro…
En términos psicológicos un individuo que necesita vivir sufriendo
es un masoquista. Su aprendizaje se construyó sobre lo negativo. Es alguien que
aprendió que quienes decían que lo querían lo lastimaban porque esa era su
forma de manifestar afecto. A las malas, a las patadas. La cultura de “la letra con sangre entra”, “porque te quiero te aporreo”, o lo que es
mas grave aún, que “estamos en un valle de lágrimas” y la manera de ganar el
cielo es el dolor, el sufrimiento. “¿Se ríe mucho? prepárese que ya le llegaran
las lágrimas”. Frases, expresiones, sentires, que nuestra cultura vivencia como
creencias y se vuelven comportamiento. En todas ellas está la marca del dolor,
el victimismo. Las religiones enseñaron que sufrir abre las puertas del mas
allá. Que el dolor permite conseguir los favores del dios en el que se crea. La
caricatura que sintetiza el alma colombiana se llama José Dolores, el perfecto
exponente de quien debe vivir sufriendo…
Nuestra música es trágica, dolorosa, está hecha para cantar la pérdida,
el dolor, la angustia. Nos matamos 50 años dizque por una guerrilla pero ahora
intentamos “destruirnos” por conceptos políticos. Sólo nos dejamos de odiar
cuando la tragedia nos une.
Pero ojo y aquí está lo delicado. Quien es masoquista es también
sádico. No existe masoquismo sin sadismo. Y entonces parece que cada vez mas la
idiosincrasia colombiana es exponente de una personalidad sadomasoquista. Gozamos
sufriendo e infringimos dolor porque nuestra esencia sólo vibra con el
sufrimiento. O lo damos o lo recibimos: no se resuena con emociones diferentes.
Sadomasoquista es quien necesita ejercer
dominación, violencia o agresividad para sentir excitación, o bien el que necesita lo contrario, sentirse
humilladas, en una actitud sumisa o recibir dolor para conseguir placer. ¿Esta
es el alma colombiana?
Alguien podría argumentar que al menos en el dolor somos hermanos porque
sería muy grave que ni en eso estuviéramos unidos. Lo delicado es que no estemos
hechos para recibir triunfos, reconocimientos o gratificaciones. Si llega un momento
bueno, lo descalificamos. No lo merecemos. No disfrutamos, ni gozamos. No
tenemos genes para la armonía, la amistad o la convivencia. Nosotros mismos le
ponemos zancadilla a los logros. Destrozándonos es como nos sentimos
colombianos. Al menos, claro, que llegue una tragedia como la de Mocoa y
entonces sí, olvidamos las diferencias. ¿Ese es nuestro destino?
Gloria H. @Revolturas

No hay comentarios:
Publicar un comentario