viernes, 28 de abril de 2017
jueves, 27 de abril de 2017
miércoles, 26 de abril de 2017
lunes, 24 de abril de 2017
¡Cual es la proxima!
Cada día la sociedad se desgarra las vestiduras por los ataques de
hombres contra sus parejas sentimentales. El asesinato diario es parte de la
parrilla de noticias de la mañana. Marchas, pancartas, protestas, panegíricos, nada
sirve, no cala. Vuelve y se repite. Ya no son asesinatos, ahora se llaman
feminicidios. No me gusta ser ave de mal agüero pero los casos se seguirán
dando. Por montones. Ni la cárcel, ni las condenas perpetuas logran “controlar”
una ira desbordada de quienes se creen dueños de “sus amores”. No sirve, qué pena. Cuántos expresan casi con
orgullo “me pudro en la cárcel pero no se sale con la suya”, “no hace lo que le
da la gana”. La emoción logra desbordar cualquier razonamiento, no hay barrera
que contenga la ira, la rabia, la venganza, la traición. Nada sirve… Hemos
alimentado inteligencias, mentes, pero no formamos en emocionalidad y mucho
menos en niveles de conciencia. Aquí están las consecuencias.
Esta es una sociedad patriarcal. Una sociedad enferma a la que la
cárcel no sana. Las pruebas están a la vista. Pero no se ven, no se cae en la
cuenta. Es tan obvio el machismo que no se detecta. Para esta cultura es
“natural” la superioridad del hombre frente a la mujer, viene por naturaleza. ¿Cómo
contrarrestar esta idea? Es como pararse
frente a un cuadro y sólo ver lo que mi interior “escoge” ver. El machismo, la
superioridad masculina, está allí a la vista pero no importa. En los foros, en
los simposios, en las elecciones, en los puestos directivos, en los salarios,
en la intimidad de las casas, en las religiones, en los oficios y cargos, en
todo, allí está la superioridad y claro, la discriminación. Es una sociedad
ilusa la que cree que con cárcel perpetua, o manifestaciones o protestas, los
comportamientos van a modificarse. Para muchos, los machistas son “los otros”.
Los que discriminan son los demás. Tocarse cada quien para revisar qué tan
patriarcal y prepotente es, sería parte de un trabajo para cambiar mentalidad.
Nos alimentamos a diario de machismo y creemos que el problema solo está en los
hombres que asesinan a sus compañeras. Se pregunta acaso, ¿qué los forma? ¿qué
los alimenta? ¿de qué se nutren?
¿Maluma merece la condecoración por su canción en aras de la
libertad de expresión? ¿Los chistes, las burlas, las publicaciones con
“mujeres-objeto” son válidas en aras de la no represión y la libertad
individuales? Si supiera que una canción, una telenovela, una publicidad,
motivan al asesinato ¿lo permitiría? ¿Estamos construyendo un monstruo llamado
libertad, a cualquier precio y bajo cualquier circunstancia? Aun cuando no lo
crea, todo ese “material”, incluído el humor negro, definitivamente alimentan
el morbo y la patología social. No importa, primero va la libertad. Ojo, no
todos tienen la misma capacidad de captar y los niveles de conciencia marcan
diferencias abismales La cárcel ni cura ni sana. El trabajo está “en otro
lado”, en el lado de los que nos creemos sanos, impolutos y no machistas. Estas mujeres no pueden no saben defenderse.
Seguirán siendo asesinadas mientras los “sanos” asistimos a la discriminación
sin “verla”, repetimos estereotipos, tatareamos música, reímos de los chistes
machistas. El asunto es mas complejo y menos instantáneo, créalo. Mientras ¿cuál
es la próxima?
Gloria H. @Revolturas
viernes, 21 de abril de 2017
jueves, 20 de abril de 2017
miércoles, 19 de abril de 2017
martes, 18 de abril de 2017
¿Quiere creer?
“Me puso así por la familia de él. Tenía un tío que se llamaba
Martín Elías (Maestre). Era el acordeonero con el que cantaba las parrandas en
las fincas. Iban en un carro, manejando mi papá, tuvieron un accidente y el tío
murió. (A Diomedes) le dolió mucho porque era su adoración. Mi mamá al final me
registró solo como Martín Elías. Cuando mi papá se dio cuenta le dio rabia. Le
decía: te dije que el va a ser como el tío mío, el Gran Martín Elías. Por eso,
desde pequeño me presentaba así ante los amigos y en conciertos”.
¿Quiere creer? Usted elige. Pero el que no lo admita ronda mas el
terreno de la ignorancia que el del conocimiento. Mas aún, es mas cercano al
miedo que a la apertura de mente, tan necesaria en el siglo actual. La teoría
psicológica dice que se pertenece a un alma familiar al igual que se pertenece
a una alma nacional y cargamos lo bueno y lo malo de esa “identidad” de grupo. Donde
quiera que se llegue con pasaporte colombiano, pueden mirarnos o como cercanos
a Shakira o a Pablo Escobar. Todo depende del “conocimiento” que tengan los
funcionarios de migración de estos personajes. Y aun cuando no se tenga ninguna
relación directo con ellos, “padecemos” para bien o para mal su fama:
¡identidad nacional! Así sucede en las familias. Cuando se bautiza a un niño con
el nombre de un antepasado (vivo o muerto), se lo “carga” con la intención de
ser un sustituto de ese personaje, como si se le colgara toda el pendiente del
ancestro en sus hombros, en su destino. Como si se quisiera que repitiera su
vida. Como si se deseara que arreglara los pendientes de su historia. Y es allí
donde “atrapamos” a ese niño o niña en una vida que “no le pertenece”. Y es
aterrador comprobar cómo se repiten inexorablemente hechos de una semejanza
impactante en esas vidas. Martín Elías es un niño “reemplazo”, un sustituto. El
dolor del padre se convirtió en deseo y
el muchacho “cumplió” al pié de la letra el encargo de reemplazar al tío. Hasta
murió igual que él.
No es magia, brujería, o mala suerte. Es Psicología, sustentado en
explicaciones de Psicogenealogía y Constelaciones
Familiares donde profesionales brillantes, con raíces psicoanalíticas, dan fe
de ello. El trabajo de Anne Ancelin
Schützenberger es impactante.
Sin embargo, a muchos “les aterra” saber
que existen “fuerzas” o energías que escapan a su razón y no admiten que
existan herramientas psicológicas que curan y sanan cimentadas en teorías no
convencionales. Nombres repetidos, nacimientos en fechas de años o meses
cercanos unos de otros que generan gemelos simbólicos, fechas donde la tragedia
familiar se repite, la intención denominada “proyecto sentido” de concebir al
hijo para que cumpla una ilusión paterna, todos factores que marcan el destino del que está
por llegar. Que pueden convertirse en “lápidas” inconscientes que se arrastran
hasta tener conciencia del hecho y poderse liberar. Martín Elías es una prueba.
Como existirán miles y miles de seres “cargando” historias donde se conjugan
por igual el pendiente de la familia y la conexión del individuo con ese
pendiente. ¿Por qué unos sí y otros no? He allí el asunto. Es la decisión de
asumir la reparación como si fuera una obligación, un mandato. La necesidad de
“pertenecer” genera esta clase de elecciones.
Gloria H. @Revolturas
miércoles, 12 de abril de 2017
lunes, 10 de abril de 2017
Sevicia
Sí, debe haber algo en el espíritu, en los genes de la raza
colombiana, para que gocemos destruyéndonos de esta manera. Hay algo visceral,
profundo, que no permite que podamos convivir. No, no son las Farc, ni las
Bacrim, ni el ELN. Es usted, yo, el vecino, la familia, los primos, todos, los que
guardamos un odio estructural que no importa que tan bien marquen datos
objetivos como las cifras y números de la Economía o los resultados de procesos
y avances. Nada importa, nada. Hay que esculcar hasta en las alcantarillas para
ver que podredumbre encontramos. ¡Qué paradoja! Anhelamos una sociedad perfecta
(que nunca existirá) pero nos regodeamos encontrándole defectos para luego
reclamar por qué no es perfecta. Estamos inmersos en un círculo perverso,
demoníaco.
Rafael Uribe Noguera cometió un crimen, debe pagar por ello, pero
es claro que es un hombre mentalmente enfermo, como tantas otras personas que
disfrazan su comportamiento. Una persona con dificultades mentales no tiene que
perder la conciencia ni evadir responsabilidades. Pero eso no suprime la
patología que lo invade. Sí, el obró con sevicia. Fue absolutamente irracional.
Pregunto, ¿la sevicia con la que él obró es diferente a la sevicia con la que
se le quiere cobrar su delito? ¿Cuántos otros “sanos” colombianos la “poseen”?
Se reclama que no sean 51 años sino 60, denle, denle mas. ¿Para un enfermo
mental, en qué cambia que no sean 60 sino 51? ¿Quién dijo que la cárcel cura? ¿Quien dijo
que repara? No, hay que darle mas, con sevicia. El obró malísimamente y está
enfermo. Pero la sevicia de Rafael, el enfermo, ¿en que se diferencia de la
sevicia de los que piden aumentar la condena? ¿Hay sevicias buenas y sevicias
malas? ¿Dónde está la enfermedad de esta sociedad que goza con la venganza? ¿La
condena a Rafael, hombre enfermo, resucita la niña? ¿Cuántos otros casos han
sucedido como el de Yuliana (¿supo de la niña de Arauca?) pero no se han
registrado porque la venganza y la retaliación es solo con ellos, con los “ricos”
Uribe Noguera? Las estadísticas sobre abusos sexuales son pavorosas pero
“desaparecen” cada día con un nuevo caso. ¿Aceptaría que a los Uribe Noguera se
les hace linchamiento mediático? Ni siquiera se les acepta el perdón… “Ya para
qué”. Nada de esta gente merece reparación. Malísimo lo de Rafael pero “muy
apropiado” lo de la equilibrada sociedad que necesita la venganza. Hasta el
fondo, hasta acabar con todo lo que huela a Uribe Noguera. ¿Seremos TODOS los
que patológicamente nos estamos envenenando?
Como los individuos, las sociedades también se enferman. Existen
colectivos humanos mas sanos que otros. Pero cuando una comunidad solo resuena
en la rabia e indignación, motivada por el odio y la venganza, es hora de pensar
en un cambio. ¿Cómo hacerlo? No es definitivamente en una Iglesia, dándonos
golpes de pecho y “esperando” al Papa, mientras reclamamos venganza y nos
jactamos de no perdonar. Nos desgarramos
las vestiduras “inmersos” en religiones de domingo pero no somos capaces de tener
una mirada de compasión (no lastima) ante la condición humana. No significa que
no se pueda cuestionar, argumentar, discutir. No hay que tragar entero, no se debe perder la capacidad de crítica.
Pero ¿tanto odio es sano? ¿A propósito, rezará en Semana Santa?
Gloria H. @Revolturas
viernes, 7 de abril de 2017
jueves, 6 de abril de 2017
miércoles, 5 de abril de 2017
martes, 4 de abril de 2017
¿Las tragedias nos unen?
Como que por fin somos hermanos. Como que por fin nos unimos por
una causa común. Como que por fin
olvidamos diferencias y extendemos la mano sin medir que ideología nutre al
dueño de la mano. La muerte, el dolor, la tragedia y el sufrimiento nos
hermanan. La alegría, la paz, la armonía, la convivencia, por el contrario, nos
separan, nos vuelven feroces enemigos. ¿Qué pasa con la idiosincrasia colombiana?
Es impactante comprobar qué es el sufrimiento el que anula las diferencias,
mientras que los logros, alegrías o resultados sanadores son los que nos
distancian. En letra clara significa que estaríamos condenados a vivir
sufriendo. Que estamos negados para la tranquilidad. Que no merecemos la
armonía. Que nos queda grande la hermandad. Que si salimos de una guerra
fabricamos otra. Que si terminamos un conflicto, nos inventamos otro…
En términos psicológicos un individuo que necesita vivir sufriendo
es un masoquista. Su aprendizaje se construyó sobre lo negativo. Es alguien que
aprendió que quienes decían que lo querían lo lastimaban porque esa era su
forma de manifestar afecto. A las malas, a las patadas. La cultura de “la letra con sangre entra”, “porque te quiero te aporreo”, o lo que es
mas grave aún, que “estamos en un valle de lágrimas” y la manera de ganar el
cielo es el dolor, el sufrimiento. “¿Se ríe mucho? prepárese que ya le llegaran
las lágrimas”. Frases, expresiones, sentires, que nuestra cultura vivencia como
creencias y se vuelven comportamiento. En todas ellas está la marca del dolor,
el victimismo. Las religiones enseñaron que sufrir abre las puertas del mas
allá. Que el dolor permite conseguir los favores del dios en el que se crea. La
caricatura que sintetiza el alma colombiana se llama José Dolores, el perfecto
exponente de quien debe vivir sufriendo…
Nuestra música es trágica, dolorosa, está hecha para cantar la pérdida,
el dolor, la angustia. Nos matamos 50 años dizque por una guerrilla pero ahora
intentamos “destruirnos” por conceptos políticos. Sólo nos dejamos de odiar
cuando la tragedia nos une.
Pero ojo y aquí está lo delicado. Quien es masoquista es también
sádico. No existe masoquismo sin sadismo. Y entonces parece que cada vez mas la
idiosincrasia colombiana es exponente de una personalidad sadomasoquista. Gozamos
sufriendo e infringimos dolor porque nuestra esencia sólo vibra con el
sufrimiento. O lo damos o lo recibimos: no se resuena con emociones diferentes.
Sadomasoquista es quien necesita ejercer
dominación, violencia o agresividad para sentir excitación, o bien el que necesita lo contrario, sentirse
humilladas, en una actitud sumisa o recibir dolor para conseguir placer. ¿Esta
es el alma colombiana?
Alguien podría argumentar que al menos en el dolor somos hermanos porque
sería muy grave que ni en eso estuviéramos unidos. Lo delicado es que no estemos
hechos para recibir triunfos, reconocimientos o gratificaciones. Si llega un momento
bueno, lo descalificamos. No lo merecemos. No disfrutamos, ni gozamos. No
tenemos genes para la armonía, la amistad o la convivencia. Nosotros mismos le
ponemos zancadilla a los logros. Destrozándonos es como nos sentimos
colombianos. Al menos, claro, que llegue una tragedia como la de Mocoa y
entonces sí, olvidamos las diferencias. ¿Ese es nuestro destino?
Gloria H. @Revolturas
lunes, 3 de abril de 2017
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