Existe una violencia contra la mujer de proporciones de tsunami,
donde sus parejas (por lo general), enloquecidos con el deseo o necesidad (o
ambos) de la mujer de construir a su manera su vida no soportan sus destellos
de autonomía y por detenerla, causan una tragedia. Agotados todos los recursos
de sometimiento no les queda sino matarla para poderla doblegar. Así sí “obedecen”: muertas porque no hubo otra forma
de someterlas. Se quiere ir, estudió y se preparó, ya no está cómoda en ese
hogar, se enamoró de otro, no aguanta sus
agresiones y humillaciones, pueden ser múltiples los motivos. Estos
“casos” salen en los medios y “todo el
mundo” se entera del hecho.
Pero existe otra violencia, sutil, “suavecita”, tranquila (¡),
cómoda, que no produce escandalera. A veces ni se siente, porque se disfraza de
“cuidado”, protección, “quiero lo mejor para ti” y fluctúa entre agresiones y
luego compensaciones enormes para eliminar lo anterior. “El que reza y peca,
empata”. Viajes, regalos, comidas, seducción, todo puede incluirse como
borradores de las actitudes violentas.
Esta agresión queda condensada en una expresión lapidaria cuando el
hombre se queja de que ella “hace lo que le da la gana”. Con la sensación
implícita de que cuando la mujer tiene pareja, debe obedecer. Es decir debe
someterse y “pedir permiso” para vivir. Como si la relación de pareja fuera un
cambio de dueño, donde ahora no obedece
al papá-mama biológico sino al papá marido. Mujeres “normales”, corrientes
hasta profesionales, exitosas, deben “pedir permiso” para múltiples actuaciones
en su vida cotidiana. Soy consciente de que una cosa es informar (lógico en una
relación de pareja o familia) y otra pedir permiso como si “a nombre del amor”
entregáramos el manejo de nuestra vida.
Entonces, hoy que se celebra el día de la Mujer y antes de las
consabidas flores o panegíricos dulzones para exaltar “lo mas lindo de la vida”
revise qué tanto le ordena (y obliga) a su compañera a seguir sus instructivos.
Aquí también existe una violencia tenaz porque es psicológica y está envuelta
en la trampa de cuidado y protección. Cuando una mujer expresa que anhela un
hombre “para que la cuide” inmediatamente pregunto “¿cuántos años tienes? Cuidado y
protección son condiciones que se dan cuando hay superiores e inferiores,
fuertes y débiles, vulnerables y seguros. La mujer no es un ser desvalido que
requiere cuidado. No significa que le pueden poner zancadilla pero ella misma,
como ser humano, es capaz de caminar sola, acompañada de alguien. No fusionada
y mucho menos “complementada”.
¿Por qué tiene que pedir permiso? ¿Por qué no puede hacer lo que
le da la gana? ¿Acaso es la hija “mayor” de su cónyuge? Eso no significa que
viva a espaldas de su compañero. Pero de allí a pedir autorización para
vestirse, gastar su dinero, asistir a una convención, cortarse el pelo,
pintarse las uñas, visitar a sus amigas, estudiar lo que desee, chatear o
reírse a carcajadas, existe un abismo. Si usted, mujer, todavía pide permiso,
aun cuando no esté en la cifra de las estadísticas, hay alguien ejerciendo
violencia sobre usted, usted no maneja su vida, usted tiene dueño. Usted es
objeto y alguien la manipula. ¡Piénselo!
Gloria H. @Revolturas

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