El programa “Séptimo día” el domingo anterior mostró un documental sobre una colombiana que viajó a Estados Unidos para estudiar una Maestría, se casó con un norteamericano, tuvo 2 hijas con él, pero terminó asesinada por su esposo en un ataque de celos. Las dos niñas están en manos de los abuelos paternos, padres del asesino. La familia de la mujer asesinada reclama, y con derecho, que sus nietas estén al lado de ellos, en Colombia, para ser educadas por la “parte sana” de la relación y no por la familia del asesino. La justicia norteamericana tiene la última palabra en este caso, pero como en Cali existe una historia semejante, bien vale la pena hacer algunas precisiones. Aquí, es Bienestar Familiar, el que debe decidir qué hacer con los niños hijos del asesino de su madre, hecho que sucedió hace dos meses. Aun mas, ya empezó a decidir dejando los niños en la familia que educó al hombre asesino, argumentando que el entorno de estos abuelos es lo que los niños ya conocen. La abuela, madre de la mujer asesinada, está reclamando el derecho a tener sus nietos pero Bienestar argumenta “lo que quieran los niños” sin analizar qué es lo mas conveniente para salud emocional de estos chiquitos. Ojalá que la nueva directora nacional, Cristina Plazas, se entere del caso y tome las medidas pertinentes por la salud emocional de los niños no por la inmediatez de los acontecimientos.
Claro, los niños están mas apegados a la familia del padre asesino porque con ellos es con quienes han vivido. Con ellos se han relacionado pero ¿serán los mas apropiados para educarlos? Cuando por ejemplo, unos niños viven con padres drogadictos, es necesario “sacarlos” de ese ambiente aun cuando duela la separación, la costumbre y la inmediatez. Nadie argumenta “déjenlos allí porque los niños están acostumbrados a sus padres drogadictos”. Por el contrario, aun cuando duele hay que proteger su futuro generando un nueva forma de vida que les ayude a formar una personalidad sana. Porque mirando su futuro, hay que “sacarlos” del ambiente contaminado para darles oportunidades de una vida diferente. Los niños de Cali, como las niñas de USA, no pueden estar “respirando” este aire de tragedia, con el fantasma del asesinato rondando sus vidas a diario. Además en honor a un equilibrio energético y sanador, ¿qué hubieran querido las mujeres asesinadas? Si ellas pudieran decidir, ¿cuál sería su voluntad? La de Estados Unidos y la de Cali ¿no murieron precisamente porque querían apartar a sus hijos de estos padres celosos, posesivos y enfermos? Entonces dejárselos a las mismas familias que educaron al los asesinos, es un doble irrespeto a la memoria de estas mujeres madres que lo dieron todo por sus hijos. En Cali, la familia que educó al asesino “vigila” el contacto de los niños con la abuela materna porque no los quieren perder. Pero, ¿es ese el ambiente mas sano para los niños?
Educar un niño no es fácil y argumentar “lo que quiere el niño” no puede ser, en ningún caso, una buena política de educación. Un niño “normalmente” quiere lo fácil, lo agradable, lo inmediato. Educar es precisamente disciplinar, proteger, intentar asegurar lo que mas le conviene un chiquito que no siempre es lo que mas le gusta. Un niño debe enfrentar dificultades, debe manejar sufrimiento. Cuidar su salud mental es precisamente colocar límites para poder enseñar a manejarle la frustración. En las 2 historias de mujeres asesinadas por sus maridos, qué importante sería que para ayudar a compensar un poco el dolor, el asesinato y la tragedia, los abuelos, padres de los asesinos, “ayudaran” a sus nietos a encontrar un camino sano educándose al lado de la familia de su madre. Es una forma de reparar una falta que aun cuando es individual tiene alcances de familia. ¡Esto es salud mental!
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