Me imagino que su
Navidad ya está lista. La decoración terminada y su casa brilla como un palacio
con todos los “juguetes”. Arbol, luces, adornos y pesebre. Todo en regla. En el
pesebre, claro, José, María, los pastores, el buey y la burra, las ovejas y
todos aquellos elementos “extras” que su imaginación, su bolsillo y sus hijos
hayan aceptado. Incluído el papel de aluminio que semeja la caída del agua, no
pueden faltar las casitas, el rancho de paja…en fin, todo lo que “caracteriza”
un pesebre. Sin embargo, vale la pena preguntar si en ese decorado hay lugar
para una oveja negra. Sí, para una oveja negra. Como dice Gonzalo Gallo, a muy
pocos se les ocurre colocarla, pero si vamos a ser exactos con el significado
de un pesebre, con el sentido de la celebración del nacimiento del niño Jesús,
en un pesebre nunca debería faltar una oveja negra precisamente por el
simbolismo que representa.
Las ovejas negras, es
decir, los excluídos, los diferentes, los que ponen pereque, los que no nos
gustan, los que se salen del libreto, los que no nos llevan la idea, los que
hacen estupideces, los que (creemos) no aprenden, los que no la tienen montada,
los que hacen bulling, los ladrones, el violador y el asesino, los Nule al
igual que los de Interbolsa, el que usted haya considerado indeseable,
cualquiera que lleve el inri de “oveja negra” debería estar cerca del símbolo
del cristianismo porque para Dios no cuentan sólo los “buenos”. Precisamente,
el que más cerca debería estar es el excluído, la oveja negra, el descarriado. El
que dijo “síganme los buenos” fue el Chapulín Colorado no Cristo. El verdadero
sentido de la tolerancia, de la paz y claro de un nivel de conciencia que
evoluciona, es darle a cada quien su lugar. Y sin ovejas descarriadas u ovejas
negras no se podrían vivir procesos de tolerancia. A eso fue que vinimos, a
aprender, a “pulirnos” y los que nos tallan son los “maestros” que nos enseñan
a crecer, es decir todas las “ovejas negras” con las que a diario nos cruzamos.
El pesebre como símbolo de un nuevo nacimiento, de un renacer espiritual, es el
lugar perfecto para ubicar las ovejas negras y mejor si tienen nombre propio
porque de esa manera vivimos internamente el proceso de tolerancia y si cabe
también, el del perdón.
En especial en
términos de familia, la “oveja negra” es la que se sale del redil, la que
avergüenza o escandaliza a los de su propia sangre, la que casi que hay que
esconder por los líos que genera. Por lo general siempre hay un “chivo
expiatorio” algo así como un “tarro de basura” humano que recoge todo la
frustración y pendientes del alma familiar y viene a la vida a sentarse en esa
silla tenebrosa de “oveja negra”. En términos psicológicos una “oveja negra”
familiar puede estar ayudando” a toda la familia a tener una mejor vida
mientras que el o ella, asumen el papel de “malo del paseo”. El mito de la familia perfecta o de la madre o
padre perfectos, debemos empezar a desmontarlo para encontrar organizaciones
humanas sujetas a pendientes y circunstancias no siempre son ejemplarizantes. Pero
hay que aprender a vivir con ellas. Reflexionar sobre el papel de la “oveja
negra” y simbólicamente colocarlo en el pesebre, es un buen ejercicio de
reparación y conciencia. Para esta Navidad su oveja negra le recordara que
manejar la diferencia es también un proceso espiritual. Además, ¿qué tal que
usted sea la “oveja negra” en otro pesebre? ¿Cómo le gustaría que lo ubicaran:
cerca o lejos del nacimiento?
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