Colombia entera ha “celebrado” o conmemorado los
20 años de la muerte de Pablo Escobar. Los periódicos y revistas están
inundados de análisis sobre cómo fue, por qué fue, estrategias de captura,
historias de las víctimas, en fin, hay cualquier cantidad de análisis sobre su
vida y las consecuencias de sus actos. Pero...
Analizar el acontecer diario en forma
fragmentada es casi que una posición esquizofrénica. En lenguaje muy sencillo,
la esquizofrenia es el mundo de la fragmentación, donde cada fragmento “nada
que ver” con los otros. Entonces hoy puedo ser uribista y mañana santista. No
importa. “Culpa” de la fragmentación o esquizofrenia. Claro, así nunca se
pierde pero la coherencia sería una palabra desconocida en esa actitud. Personalmente me inquieta muchísimo la
incoherencia, cómo lograr que cada palabra, cada expresión, cada acción
“encaje” dentro de una filosofía o actitud de la vida, de manera que hasta
donde sea posible, no haya contradicciones. Créame, no es fácil porque sostener
una misma posición en cualquier circunstancia no es tan simple: sería mas
sencillo “ajustar” ideas, acomodar ejemplos y
“salirme con la mía”, hacerle esguinces y retruécanos al pensamiento
y…¡perfecto!
¿Es usted cristiano, católico, espiritual? ¿Reza
el rosario, va a misa, asiste a prédicas? ¿Qué tanto usted se alegró de la
muerte de Escobar? ¿Cuántas personas espirituales han elevado una plegaria por
“el capo”? ¿Cuántos sacerdotes o pastores ofrecieron una ceremonia por su alma?
Del otro lado no existen ni buenos ni malos: todos seres iguales “terminando”
un aprendizaje, enfrentándose al paso o trascendencia de una vida material a
una vida sin cuerpo pero con conciencia y con alma para “responder” por sus
actuaciones. En Medellín, donde viven unos grandes amigos que manejan el tema
espiritual, que saben “acompañar” en los procesos de transmutación y que pueden
conectarse con las almas de quienes ya trascendieron, ellos han contado varias
veces, que sintieron la energía de Escobar el día de su muerte, pidiendo
“ayuda” para su proceso de desprendimiento. En forma semejante lo han hecho con
otros seres, captan la angustia (por ejemplo el día de la explosión de las
Torres Gemelas o en el tsunami del Pacífico), de cientos de almas “embolatadas”
desconcertadas, sin encontrar el camino por lo imprevisto de su muerte. Morirse
“de una” es como despertar en un lugar desconocido, después de haberse acostado
en un sitio y no “reconocer” el lugar donde se despierta. Así sucede para
muchos seres cuando la muerte es inesperada. Ayudar a trascender, a encontrar
el camino para desprenderse, no es fácil pero es un compromiso de quienes creen
que “en el otro lado” no hay ni buenos ni malos, solo seres terminando su
misión. Las oraciones o los buenos deseos de quienes acompañan en esos
momentos, ayudan en “el otro lado” a continuar el camino. Escobar no fue ajeno
a la angustia y con el “peso” de sus acciones, “necesitó” quien lo ayudara y
acompañara con deseos de perdón y compasión.
Se puede sentir rabia y desprecio por seres que
(en apariencia) han causado mal pero cuando se maneja el tema espiritual, la maldad, el daño, o la injusticia, se
explican de otra manera. ¿Entonces, qué tan coherentes somos? ¿Cómo
“justificar” el caso Escobar como una necesidad sentida del alma colombiana
para “despertar” de nuestra indiferencia social? ¿O para que la clase dirigente
entienda su responsabilidad comunitaria? Escobar sólo es un nombre en un
proceso. Pero fue el eslabón de una necesidad colombiana para despertar
conciencia. ¿Hemos aprendido la lección? Si no, tendremos que repetir hasta
lograr una forma de vida donde la inclusión y el respeto por la diferencia,
puedan convivir.
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