martes, 24 de diciembre de 2013

Exceso de familia

Uno de los problemas más graves que enfrentan las personas el 24 de Diciembre es el “síndrome de exceso de familia”. Algo así como un virus o una epidemia contagiosísima donde el sentimiento de culpa está a flor de piel. Y para rematar, esta culpa se mezcla con un concepto contenido en una frase tenebrosa: “¿y si fuera el último diciembre que pasamos juntos?”. Claro el coctel molotov de emociones no se hace esperar y el 24 o el 31 se convierten así en los días más trágicos del calendario. ¿Dizque días de felicidad, paz y armonía? ¡Quien dijo! si lo que se enfrenta es un sube y baja de sentimientos que pueden dinamitar la salud mental de cualquiera. Hasta el punto de que muchos logran sentir (y desear) que estas fechas definitivamente se debieran eliminar. Para vivir semejante revuelto emocional más vale dormirse y hacer de cuenta que es 4 de Marzo...
Por un lado la culpa, atizada a veces por la propia familia con su reclamo chantajista y silencioso (con cara de tragedia incluída) ¿no estarás con nosotros?, ¿prefieres a los “extraños”?, ¿y si es el último diciembre de la abuela? O la programación interior reforzada a través de “toda la vida” donde nos han inculcado el concepto de “masa familiar”, todos con todos, en las buenas o en las malas, “con los tuyos con razón o sin ella” donde no es posible separarse sanamente de la familia y construir lazos afectivos con otros (sin que lo anterior signifique no querer el nido que nos vió nacer) porque querer a “los que no son de tu sangre” es una traición al linaje familiar. O que tal el reclamo materno “primero conociste mamá que esposa”, para presionar a que las “nuevas” familias se “separen” en una celebración que debería respetar deseos y emociones de cada individuo. En ninguna otra época como en Diciembre se siente el peso y trampa del síndrome de exceso de familia donde se espera que el “todos con todos” mágicamente limpie asperezas, diferencias y problemas. En fin, el chantaje afectivo y amoroso (¡) de la familia está allí a flor de piel, haciendo invivibles el 24 o el 31. Qué rico que se pueda decidir con tranquilidad y distribuir las celebraciones en varios días. Un 24 de Diciembre puede ser un 21 o una comida o un almuerzo pueden “turnar” opciones para estar en paz. El corre- corre absurdo de un minuto en cada casa no hace sino estresar y no produce ningún buen efecto en el ánimo de los participantes.
¿Y si se escogen a los amigos y no a la familia? Para muchos es una verdadera traición, olvidando que los lazos afectivos del linaje no siempre son los mejores y una fiesta de 24 o 31 no elimina los sinsabores o dificultades de relación entre miembros de la familia. Es escandaloso para muchos (pero psicológicamente válido) que a todos los hijos no se los quiere por igual, que existen preferencias, que a veces son insoportables los “nuevos” miembros de la familia, o que la parentela de tíos o tías con los malos tragos, los malos chistes o la tacañería son irresistibles. O los recuerdos de un padre o de una madre irresponsables o descuidados impiden que la celebración sea una “noche de paz”. ¿Por qué no permitir entonces “la libertad” de elección? Ojalá entonces la familia “no pese”. Ojalá pueda decidir en forma libre y tranquila, sintiendo que los verdaderos lazos afectivos son los que más libertad dan, los que más respetan criterios y los que menos esperan de los otros. Feliz Navidad en cualquier espacio donde decida estar.

martes, 17 de diciembre de 2013

La oveja negra

Me imagino que su Navidad ya está lista. La decoración terminada y su casa brilla como un palacio con todos los “juguetes”. Arbol, luces, adornos y pesebre. Todo en regla. En el pesebre, claro, José, María, los pastores, el buey y la burra, las ovejas y todos aquellos elementos “extras” que su imaginación, su bolsillo y sus hijos hayan aceptado. Incluído el papel de aluminio que semeja la caída del agua, no pueden faltar las casitas, el rancho de paja…en fin, todo lo que “caracteriza” un pesebre. Sin embargo, vale la pena preguntar si en ese decorado hay lugar para una oveja negra. Sí, para una oveja negra. Como dice Gonzalo Gallo, a muy pocos se les ocurre colocarla, pero si vamos a ser exactos con el significado de un pesebre, con el sentido de la celebración del nacimiento del niño Jesús, en un pesebre nunca debería faltar una oveja negra precisamente por el simbolismo que representa.
Las ovejas negras, es decir, los excluídos, los diferentes, los que ponen pereque, los que no nos gustan, los que se salen del libreto, los que no nos llevan la idea, los que hacen estupideces, los que (creemos) no aprenden, los que no la tienen montada, los que hacen bulling, los ladrones, el violador y el asesino, los Nule al igual que los de Interbolsa, el que usted haya considerado indeseable, cualquiera que lleve el inri de “oveja negra” debería estar cerca del símbolo del cristianismo porque para Dios no cuentan sólo los “buenos”. Precisamente, el que más cerca debería estar es el excluído, la oveja negra, el descarriado. El que dijo “síganme los buenos” fue el Chapulín Colorado no Cristo. El verdadero sentido de la tolerancia, de la paz y claro de un nivel de conciencia que evoluciona, es darle a cada quien su lugar. Y sin ovejas descarriadas u ovejas negras no se podrían vivir procesos de tolerancia. A eso fue que vinimos, a aprender, a “pulirnos” y los que nos tallan son los “maestros” que nos enseñan a crecer, es decir todas las “ovejas negras” con las que a diario nos cruzamos. El pesebre como símbolo de un nuevo nacimiento, de un renacer espiritual, es el lugar perfecto para ubicar las ovejas negras y mejor si tienen nombre propio porque de esa manera vivimos internamente el proceso de tolerancia y si cabe también, el del perdón.
En especial en términos de familia, la “oveja negra” es la que se sale del redil, la que avergüenza o escandaliza a los de su propia sangre, la que casi que hay que esconder por los líos que genera. Por lo general siempre hay un “chivo expiatorio” algo así como un “tarro de basura” humano que recoge todo la frustración y pendientes del alma familiar y viene a la vida a sentarse en esa silla tenebrosa de “oveja negra”. En términos psicológicos una “oveja negra” familiar puede estar ayudando” a toda la familia a tener una mejor vida mientras que el o ella, asumen el papel de “malo del paseo”.  El mito de la familia perfecta o de la madre o padre perfectos, debemos empezar a desmontarlo para encontrar organizaciones humanas sujetas a pendientes y circunstancias no siempre son ejemplarizantes. Pero hay que aprender a vivir con ellas. Reflexionar sobre el papel de la “oveja negra” y simbólicamente colocarlo en el pesebre, es un buen ejercicio de reparación y conciencia. Para esta Navidad su oveja negra le recordara que manejar la diferencia es también un proceso espiritual. Además, ¿qué tal que usted sea la “oveja negra” en otro pesebre? ¿Cómo le gustaría que lo ubicaran: cerca o lejos del nacimiento?

lunes, 9 de diciembre de 2013

Para adentro o para afuera

Lo mismo. Las mismas luces, el mismo decorado, el mismo ajetreo. El mismo árbol, igual pesebre, igual lista de regalos. Lo mismo. Papa Noel se parece al de antes, el carrusel tiene igual música, los villancicos se repiten y la novena se vuelve “lección aprendida”. Y por más que exista una necesidad compulsiva de renovar, de cambiar, termina siendo lo mismo. Podrías repetir el video del año pasado y el del anterior y el de hace 5 años y el escenario sería igual. Sí, tú con alguna que otra cana, alguna que otra arruga. Algunos de los “actores” ya no están como también puede que hayan llegados otros. Con ilusiones, con la capacidad de sorprenderse, deseosos de vivir. Pero es lo mismo. Es cuando compruebas que fueron 12 meses, 365 días, pero los cambios fueron imperceptibles, muy pocos. Como si hubiera sido un instante ¿el tiempo existe? Porque lo de hoy es lo mismo de ayer y de antier y del año pasado y...
La necesidad angustiosa del comercio por aumentar los colores, crear nuevos muñecos, modificar las cintas y el papel, crear nuevas necesidades tecnológicas, con la falsa ilusión de que con morado en vez de rojo, el asunto sería distinto y los compradores lo verían distinto porque lo sentirían distinto. Es lo que se creen y es lo que quieren que creamos. Ya no hay ángeles pero si existen duendes. Ya no hay campanas pero fueron  reemplazadas por hadas. Los moños son más grandes (o más pequeños) y las guirnaldas ya no tienen hojas verdes sino blancas. ¿O serán azules? Hay que cambiar, es vital renovar, gastar, creerse la falsa ilusión de que en el decorado está la importancia. El tiempo entre Navidad y Navidad cada vez se acorta más y pareciera que repetimos la película del año pasado. En el colegio decían que si la lección no se aprende hay que repetirla. ¿Qué es lo que no hicimos bien para volver a repetir lo mismo?
Adentro o afuera, allí está el asunto. Afuera es lo mismo porque lo material sólo es un distractor, algo que embolata y entretiene. Lo de afuera es la misma película. Pero, hay un adentro, hay un interior, que paradójicamente también podría identificarse con quietud. Pero esa quietud es diferente, está vacía de expectativas. Allí, en el interior, no hay desilusión ni hastío porque no esperas nada. Tu conciencia te permite tener claridad sobre qué es lo importante. Allí solo hay presente, allí solo te sientes contigo mismo. Puedes ver la misma película exterior de años anteriores pero no hay cuestionamiento porque sabes que en el decorado se vive lo superfluo. En el interior hay paz, hay comprensión, hay compasión. En el interior “nada importa” pero no por descache sino por la conciencia de que hay que vivir en el mundo material, pero allí no está nuestra esencia. Nada de ese “escenario externo” puede desgastar hasta hacernos perder el sentido de por qué estamos aquí. Es como un huracán: afuera está el despelote, en el interior está “el ojo” del huracán, el lugar donde menos ruido o desorden existe. La quietud interior no es igual a la repetición de afuera. La quietud interior tiene movimiento y está vacía (qué paradoja). Solo “es”. Tan difícil de describir…pero si te engarzas en el afuera, si te quedas en la misma película, no podrás (de pronto) sentir que adentro, aunque todo es igual, también todo es diferente porque el que se mueve en lo atemporal eres tú. Cada vez con más conciencia y menos necesidades… ¿no lo entiendes? Compara entonces el ruido y monotonía de afuera con el silencio y la paz de adentro. Entenderás de qué se trata.

martes, 3 de diciembre de 2013

Del otro lado


Colombia entera ha “celebrado” o conmemorado los 20 años de la muerte de Pablo Escobar. Los periódicos y revistas están inundados de análisis sobre cómo fue, por qué fue, estrategias de captura, historias de las víctimas, en fin, hay cualquier cantidad de análisis sobre su vida y las consecuencias de sus actos. Pero...
Analizar el acontecer diario en forma fragmentada es casi que una posición esquizofrénica. En lenguaje muy sencillo, la esquizofrenia es el mundo de la fragmentación, donde cada fragmento “nada que ver” con los otros. Entonces hoy puedo ser uribista y mañana santista. No importa. “Culpa” de la fragmentación o esquizofrenia. Claro, así nunca se pierde pero la coherencia sería una palabra desconocida en esa actitud.  Personalmente me inquieta muchísimo la incoherencia, cómo lograr que cada palabra, cada expresión, cada acción “encaje” dentro de una filosofía o actitud de la vida, de manera que hasta donde sea posible, no haya contradicciones. Créame, no es fácil porque sostener una misma posición en cualquier circunstancia no es tan simple: sería mas sencillo “ajustar” ideas, acomodar ejemplos y  “salirme con la mía”, hacerle esguinces y retruécanos al pensamiento y…¡perfecto!
¿Es usted cristiano, católico, espiritual? ¿Reza el rosario, va a misa, asiste a prédicas? ¿Qué tanto usted se alegró de la muerte de Escobar? ¿Cuántas personas espirituales han elevado una plegaria por “el capo”? ¿Cuántos sacerdotes o pastores ofrecieron una ceremonia por su alma? Del otro lado no existen ni buenos ni malos: todos seres iguales “terminando” un aprendizaje, enfrentándose al paso o trascendencia de una vida material a una vida sin cuerpo pero con conciencia y con alma para “responder” por sus actuaciones. En Medellín, donde viven unos grandes amigos que manejan el tema espiritual, que saben “acompañar” en los procesos de transmutación y que pueden conectarse con las almas de quienes ya trascendieron, ellos han contado varias veces, que sintieron la energía de Escobar el día de su muerte, pidiendo “ayuda” para su proceso de desprendimiento. En forma semejante lo han hecho con otros seres, captan la angustia (por ejemplo el día de la explosión de las Torres Gemelas o en el tsunami del Pacífico), de cientos de almas “embolatadas” desconcertadas, sin encontrar el camino por lo imprevisto de su muerte. Morirse “de una” es como despertar en un lugar desconocido, después de haberse acostado en un sitio y no “reconocer” el lugar donde se despierta. Así sucede para muchos seres cuando la muerte es inesperada. Ayudar a trascender, a encontrar el camino para desprenderse, no es fácil pero es un compromiso de quienes creen que “en el otro lado” no hay ni buenos ni malos, solo seres terminando su misión. Las oraciones o los buenos deseos de quienes acompañan en esos momentos, ayudan en “el otro lado” a continuar el camino. Escobar no fue ajeno a la angustia y con el “peso” de sus acciones, “necesitó” quien lo ayudara y acompañara con deseos de perdón y compasión.
Se puede sentir rabia y desprecio por seres que (en apariencia) han causado mal pero cuando se maneja el tema espiritual,  la maldad, el daño, o la injusticia, se explican de otra manera. ¿Entonces, qué tan coherentes somos? ¿Cómo “justificar” el caso Escobar como una necesidad sentida del alma colombiana para “despertar” de nuestra indiferencia social? ¿O para que la clase dirigente entienda su responsabilidad comunitaria? Escobar sólo es un nombre en un proceso. Pero fue el eslabón de una necesidad colombiana para despertar conciencia. ¿Hemos aprendido la lección? Si no, tendremos que repetir hasta lograr una forma de vida donde la inclusión y el respeto por la diferencia, puedan convivir.