El 20 de Noviembre se celebra el día del
psicólogo y qué mejor oportunidad para hacer algunas reflexiones en torno a
esta profesión. En el argot popular hay
quienes consideran que la Psicología es
la “hermanita minusválida” de la Psiquiatría y se la trata como si fuera una
pesudociencia que no presenta la solidez de la Psiquiatría. Por lo mismo
revisar algunas creencias bien vale la pena porque lo importante es que el
paciente conozca qué le pueden ofrecer cada una, Psicología y Psiquiatría,
donde lo importante es lograr una mejor calidad de vida para quien siente la
angustia o la dificultad
La enfermedad mental existe y trabajar con ella
no puede reducirse a hacer un diagnóstico de clasificación de la patología,
para luego recetar una lista de
pastillas, actitud recurrente para muchos psiquiatras. El poder de recetar
droga pareciera como si los “eximiera” de la tarea de escuchar el dolor. Porque
escuchar es lo difícil. Trabajar con la
angustia sin mas apoyo que el conocimiento y lo que cada uno es, no es tarea
fácil. Pero, ese es el verdadero aporte del psicólogo: la escucha y el soporte
del dolor de quien consulta.
No es fácil trabajar con la angustia del paciente. No es fácil trabajar con su demanda de curación. En un consultorio de Psicología la historia familiar, los silencios, las palabras, lo “no dicho”, los secretos, la angustia, el llanto, la enfermedad, son elementos básicos para poder ayudar en los procesos de sanación. Y como los psicólogos no entregamos recetarios de drogas, el nivel de exigencia personal frente al paciente es muy grande porque hay que acercarse a su sufrimiento con un único elemento de curación: la escucha y el soporte de esa angustia. Como psicóloga, los casos que hoy más me impactan son los de las conductas perversas. El perverso o la perversa es aquel que confunde, que perfectamente hoy dice blanco y mañana negro. Es un narcisista que juzga al entorno desde su perspectiva, no logró crecer emocionalmente y considera que el mundo “le debe”. Acomoda los acontecimientos de acuerdo a su perspectiva y la coherencia es una palabra que no existe en su computador personal. De allí que cada vez más el mundo moderno forma personalidades perversas, narcisistas, que viven para sí mismas. Educados desde la complacencia absoluta o desde la orfandad afectiva más profunda, su vida se enfoca en sobrevivir, por eso no hay interlocutores u otros a los cuales respetar. Solo pueden existir ellos en un mundo que no saben manejar y que casi que ni existe para tenerlo en cuenta. Su nivel de conciencia es de sobrevivencia y es lo único que importa. El mundo gira en torno a ellos y lo que hacen por otros en realidad lo hacen por sí mismos. “Necesito que me necesiten” pareciera ser su norma de vida.
No es fácil trabajar con la angustia del paciente. No es fácil trabajar con su demanda de curación. En un consultorio de Psicología la historia familiar, los silencios, las palabras, lo “no dicho”, los secretos, la angustia, el llanto, la enfermedad, son elementos básicos para poder ayudar en los procesos de sanación. Y como los psicólogos no entregamos recetarios de drogas, el nivel de exigencia personal frente al paciente es muy grande porque hay que acercarse a su sufrimiento con un único elemento de curación: la escucha y el soporte de esa angustia. Como psicóloga, los casos que hoy más me impactan son los de las conductas perversas. El perverso o la perversa es aquel que confunde, que perfectamente hoy dice blanco y mañana negro. Es un narcisista que juzga al entorno desde su perspectiva, no logró crecer emocionalmente y considera que el mundo “le debe”. Acomoda los acontecimientos de acuerdo a su perspectiva y la coherencia es una palabra que no existe en su computador personal. De allí que cada vez más el mundo moderno forma personalidades perversas, narcisistas, que viven para sí mismas. Educados desde la complacencia absoluta o desde la orfandad afectiva más profunda, su vida se enfoca en sobrevivir, por eso no hay interlocutores u otros a los cuales respetar. Solo pueden existir ellos en un mundo que no saben manejar y que casi que ni existe para tenerlo en cuenta. Su nivel de conciencia es de sobrevivencia y es lo único que importa. El mundo gira en torno a ellos y lo que hacen por otros en realidad lo hacen por sí mismos. “Necesito que me necesiten” pareciera ser su norma de vida.
Pero hoy por hoy no es lo único impactante. La
violencia contra la mujer o contra seres indefensos o desprotegidos, toma visos
de pandemia. Son los efectos de una cultura patriarcal cuyos desmanes cada vez
mas se ventilan y denuncian. Pero la Psicología ayuda a sanar en la medida en
que contribuya a cambiar creencias. Como también será indispensable su
contribución en el proceso de paz que estamos empezando. El postconflicto necesitara
actitudes sanadoras y reparadoras y la Psicología tendrá un valiosísimo papel
que jugar en la formación de una mentalidad de tolerancia y respeto. Esta
celebración nos permite entonces revisar qué tan importante puede ser una
mirada psicológica en procesos de sanación individuales y comunitarios.
Afortunadamente no todo se arregla con una pastilla…
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