Hace unos años conocí el caso de unos muchachos
universitarios que entraron a un prostíbulo y una mujer bailó para ellos como
parte del “espectáculo” contratado. Luego, los universitarios abusaron de la
mujer porque creyeron que “como era prostituta” se podía hacer con ella lo que
“se les viniera en gana”. Para ellos no había ninguna clase de delito y menos
imaginar que una prostituta los podía acusar de violación. “Como así, si es una
prostituta”, argumentaban los muchachos. Traducido, es algo semejante a “cómo
así, si es un objeto de placer”, lo que lleva implícito la idea de que el
cuerpo de la mujer está para “ser usado” y no existe ninguna limitante en ese
“uso”.
Ayer se celebró el día de “la no violencia
contra la mujer” y vale la pena ventilar algunos conceptos, por ejemplo, el
significado de violación. ¿Sabía usted que si una mujer desea detener el acto
sexual al que ha accedido libre y voluntariamente, cuando está en los
preámbulos, puede hacerlo y si el hombre insiste, presiona, exige, está
violando a esa mujer? Penetrarla a la fuerza, en cualquier escenario, es una
violación así haya consentimiento previo y ella posteriormente quiera
detenerse. Entonces, las violaciones no se dan únicamente en la calle, con
abusadores matones. En su hogar, con su esposo, con el novio, con el amigo, se
puede protocolizar una violación por el hecho de que ella ya no quiera y el
hombre insista porque está “empezado” y considere que la obligación de ella es
“terminar” para que él quede satisfecho, así sea a costillas de su negación
como mujer. ¿Y por qué el deseo de ella prima sobre el deseo de él? No, no es
que el deseo de ella sea mas importante que el de él: cada quien tiene derecho
a hacer con su propio cuerpo lo que desee pero no puede “utilizar” el cuerpo
del otro para su propia satisfacción sin el consentimiento previo de la pareja.
Y es allí donde se protocoliza el abuso: cuando “uso” el cuerpo ajeno para mi
propia satisfacción.
La penetración es una de las acciones más
agresivas de un hombre sobre una mujer cuando no hay consentimiento. Al pié de
la letra, toda penetración forzada es una violación. El respeto por el cuerpo
(y la dignidad) del otro es prioritario porque en pareja el otro u otra me
ofrece su cuerpo para el placer pero puede arrepentirse, darle miedo, generarle
rechazo, en fin, miles de circunstancias que se deben tener en cuenta para
evitar un abuso sexual. Unos tragos, por ejemplo, que obnubilan tanto, pueden
ser una excusa para acceder y luego reaccionar o despertar y expresar “no, ya
no quiero”. El hombre debe estar dispuesto a escuchar esta respuesta y a ser
consecuente con el sentir de su compañera. Hay maneras de que él “termine” el
asunto sin abusar de quien ya no quiere contacto.
Es importante mirar cómo el concepto del amor no
puede ser excusa para el abuso. “Ella es mía”, “es mi esposa”, “sólo estoy con
ella”, “para eso me casé”, son frases masculinas que legitimizan el poder
patriarcal para creer que la mujer, a nombre del amor, siempre debe estar
dispuesta a satisfacer los requerimentos masculinos. Lo que también es un abuso
y en el desarrollo de un acto sexual convertirse en una violación. “La maté
porque era mía” es un libro impactante donde se muestra cómo no existe
diferencia entre “poseer el cuerpo” y poseer a la persona. La creencia de que la mujer es una propiedad que
se “compra” con amor o cuidado o plata facilita el abuso. Va siendo hora de
despertar.