No nos entiende ni Mirus (a propósito, ¿quién es
Mirus?). Nos enloquecemos por que nos
gobiernen o dirijan personas honestas, que hagan pero que no roben, que estén
comprometidas, que tengan carácter y no se deje manosear. Personas con un
sentido ético “a prueba de balas”, donde consideren que lo blanco es blanco
tanto en el cielo como en el infierno y que la coherencia sea la columna
vertebral de sus vidas. Entendiendo por coherencia la misma actitud frente a su
madre como frente al diablo, el mismo modo de obrar frente a su amigo del alma
como a su enemigo mas acérrimo. Pasamos años deseando esta clase de personajes,
en reuniones formales o informales, “soñamos” con especímenes de esta categoría
y...
Resulta que cuando “existen”, cuando hay algún
“extraterrestre” que cumple con esos requisitos, plof, se funda el sindicato de
“todos contra él”. No, “es que así no era”, es que “es mucho”, “que le baje”,
que somos nosotros los que determinamos “la intensidad” de su actuar. No, que
crea pánico, que asusta, que debe ser “mas suave”, que concilie…Al fin qué, o
si o no. Los del problema somos nosotros, no él, que sí sabe para donde va. Los
que “resistimos” tanta claridad somos los que “seducimos” y “manoseamos” y
“ablandamos” cuando las situaciones se vuelven excesivas. (Léase cuando se
salen de nuestro control). Entonces fundamos el sindicato del desprestigio, le
ponemos “palos a la carreta” y queremos que la ley “se ajuste” a nuestra
medida. ¡Todos contra él!
He “padecido” la ley de Hadad como tantos otros,
me molesté con las multas, de manera que ni siquiera estoy pidiendo cacao por
sus determinaciones. Y estoy segura, que dada su verticalidad, me puede llamar
a dar las gracias por la columna y a renglón seguido me aplicaría la norma si
incumpliera la ley. Pero eso es lo que necesitamos. Individuos de su claridad
que pueden terminar (aparentemente) atropellando por su verticalidad pero desde
la Psicología sabemos muy bien que mas
daño hace el manoseo con la norma que la disciplina de la norma. Porque en la
disciplina se espera “interiorizar” la determinación y no jugar “a cuando la
cumplo” si el policía está a la vista o desaparece. Actitud por cierto muy
colombiana.
En nuestro interior puede que le “arriemos la
madre” (perdón señora de Hadad), sin embargo tenemos la certeza de que su
actuar nos da seguridad, nos despeja el futuro y, quien lo creyera, nos brinda
seguridad ciudadana. Hace mucho rato no existía un funcionario tan claro y
categórico y ahora somos los ciudadanos los que pedimos cambios de actitud.
Suavice, modere, afloje, haga excepciones. Claro, pareciera que nada en el
Gobierno de Guerrero estuviera hecho “para agradar”, para “quedar bien” con la
ciudadanía.La ley y la norma no son fáciles de acatar sin embargo son el único
instrumento que nos permite la convivencia. Es hora entonces de que los
ciudadanos no vetemos a los que cumplen porque su actuar nos talla. ¿Qué queda
entonces? ¿Queremos más funcionarios corruptos, manejables, seducibles,
tentados por los votos o por su futuro político? Para ninguno es un secreto que
en las dependencias de Alberto Hadad, las cosas son claras y contundentes. El
está creando un estilo de gobierno que nos da seguridad y claridad. Lo apoya
“su jefe” y lo mínimo que merece un buen funcionario es el respaldo de sus
gobernados. Si no es así, entonces, ¿para qué sirve el “servicio público”? Si
ni siquiera merecen reconocimiento cuando hacen las cosas bien, ¿quién honrado
se le volverá a medir para trabajar en el sector oficial?
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