Hay dos maneras de enfrentar la vida. Sentarse
“a la orilla”, a criticar lo que no nos gusta, a señalar las fallas, a culpar
al gobierno, a renegar por lo que pudo haber sido y no fue o… Las mismas
circunstancias, la misma película, pero participar en ella, “meterse” en el
asunto, ver en qué se puede colaborar y entonces, como magia, los hechos se
mueven. No importa que no crea porque independiente de su creencia, la verdad
“científica” es que no somos materia sino energía condensada. Y la energía es
lo que pensamos, lo que creemos y como vivimos. Por ello, si usted vive en la
amargura, si escoge el primer escenario que describo al comienzo, pues entonces
usted vivirá en la amargura. Nada ni nadie lo sacará del hueco porque usted fue
el que se metió en él. Pero si escoge participar, “untarse”, las circunstancias
son otras. ¡Usted las crea diferente de acuerdo a su energía!
¿Sabe usted cuánto cuesta una sonrisa? ¿Logra
medir lo que hace una actitud colaboradora en el espíritu de quién la recibe?
Pues bien, esos dos hechos, sonreír y colaborar (como mínimo) es lo menos que
podemos hacer los que vivimos en Cali durante los próximos días, con ocasión de
los Juegos Mundiales. Ya “metidos en el gasto”, la oportunidad es maravillosa
para que los que lleguen puedan recordar, más que las vías o las calles, los
edificios o el cemento que “conforma” la estructura de Cali, que ellos puedan
recordar la amabilidad de sus gentes, sus deseos de colaboración, la sonrisa
con que respondíamos sus inquietudes. Cuando se está en Paris, por ejemplo, un
“sudaca” se puede descrestar con su historia citadina, calles, monumentos,
edificios, pero se impacta con la repelencia y frialdad de los parisinos. ¡Ni una
sonrisa, ni una colaboración! Pareciera que oliéramos feo (¿no son ellos los
que huelen feo?) Aún más te pueden mirar “por encima del hombro” como si fueras
ciudadano de segunda categoría o porque no tienes plata o porque tienes aire de
país subdesarrollado. En fin, sí
recordamos las ciudades pero difícilmente la atención y colaboración de sus
gentes. En eso afortunadamente los latinos somos de mejor condición y la
solidaridad es parte de nuestro sello característico.
Por eso, los Juegos los hacemos todos, adentro y
afuera de los escenarios. Recordar a Cali puede ser tan fácil (y agradable) si
la propuesta ciudadana es sintonizarse con una oportunidad maravillosa de amabilidad
y colaboración. A veces nos cuesta crecer “comunitariamente” y esperamos que
papa-mama gobierno lo haga todo. Pero una comunidad es cada vez más adulta en
la medida en que se responsabiliza de su actuar. Cada quien en Cali es
responsable de la imagen que entreguemos de los Juegos. Ninguna ciudad de
Colombia ha tenido una representación deportiva de tal envergadura y es hora de
aprovecharla. La colaboración es una cadena de pequeños detalles que se suman y
dan como resultado, primero, un sentido de pertenencia importantísimo para,
segundo, construir un vínculo y entonces sí, ver los efectos del compromiso.
Que a la larga nos terminan favoreciendo a todos. Si hay que gastar el mismo
esfuerzo remando positivo o remando negativo, ¿Por qué escoger el camino más
tortuoso?
No crea que usted no tiene que ver “nada” con
los Juegos. Si está en Cali puede, al menos, sonreír y ser amable. ¿Cuánto cuesta una sonrisa y a la vez, cuanto
desarma esa misma sonrisa? La agresividad puede menguarse con amabilidad…no es
fácil de creer porque la tentación de la rabia y humillación nos obnubila. Pero
ensayemos a ser amables y sonreír que si el experimento resulta, se puede
volver costumbre. ¡Y ganamos todos!
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