Sí,
obligados a modificar creencias, al menos a revisarlas. Porque hoy en día
existe muchísima nueva información en Psicología que debe al menos escucharse
para darle una nueva mirada a la conducta humana. Podemos seguir repitiendo lo
viejo (un suicida no debe enterrarse en un cementerio católico, atentó contra
Dios, está loco, es un enfermo mental) o podemos empezar a revisar los hechos
con una mirada transgeneracional. Y aun cuando no quita el dolor, si genera
aceptación de procesos que tienen explicación. Claro, con la nueva mirada
psicológica...
Bert
Hellinger dice textutalmente: “mi observación es que en la familia existe algo
como un saber compartido. Ese saber, ese conocimiento, abarca no solamente a
los padres y los hermanos sino también a los abuelos, los tíos y tías. (…)
Dentro de este círculo existen algo así como implicaciones. Esto significa que
alguien de una generación posterior queda implicado en los destinos de miembros
anteriores. Este saber compartido cuida que en ese grupo nadie se pierda, por
ejemplo, que nadie sea excluido. Si esto ocurre, esa persona será representada
por un miembro posterior sin que éste lo sepa. Este procedimiento es
inconsciente. La solución es que la persona excluida sea reintegrada y recupere
su lugar en el sistema. Entonces desaparece la presión sobre otros miembros de
la familia de repetir el destino del excluido”.
Entonces, el suicidio tiene “causas” en la historia
familiar porque formamos parte del colectivo familia. Y
venimos a la vida formando parte de una familia e implicados en la reparación
de sus pendientes. “Esa conciencia colectiva inconsciente, como yo
también denomino a ese saber compartido, sigue determinadas leyes. Es posible
leerlas en el efecto que ellas tienen en la familia. Una de ellas dice: “Todos
tienen el mismo derecho a la pertenencia”. Por consiguiente, nadie puede ser excluido”. La
conciencia colectiva inconsciente abarca tanto a los vivos como a los muertos.
“La experiencia de las constelaciones familiares es
que la mayoría de suicidios se producen por amor y por implicaciones. La
solución es que se mire a quien se quitó la vida y se le diga: “Yo respeto tu
decisión, no obstante tu seguirás siendo mi padre, mi madre, mi hermano, mi
hermana…”. De ese modo se asegura su inquebrantable pertenencia a la familia.
Entonces nadie necesitará copiarlo y a partir de la implicación con su destino
repetir su misma historia”. Para
los descendientes la solución consiste en reincorporar a los fallecidos. De esa
manera el riesgo de un nuevo suicidio dentro del grupo familiar se reduce
considerablemente.
No es fácil el tema porque
el sentimiento de dolor, de impotencia y hasta de vergüenza personal o social, puede desviar una mirada
más sanadora. ¡Que la hay! Pero hay que atreverse a modificar creencias. La
sorpresa del hecho, difícil de asimilar en forma rápida, puede ser reemplazada
por explicaciones que, aun que no devuelven la vida del que se suicidó, generan
paz interior al encontrarle un sentido. Además, la muerte no es un castigo, no
se mueren “los malos”. La muerte es parte de la vida y si aprendemos a
transitar por el camino de la espiritualidad (no de la religión) que tiene
fundamentos científicos, podemos asimilar experiencias dolorosas que desafortunadamente
no nos enseñaron a hacerlo. Hay tanto por aprender, tanto por revisar. Desde la razón lógica, cartesiana, no hay
respuestas y nunca las habrá. Desde la Psicología, desde la Física Cuántica,
desde Constelaciones Familiares y desde la espiritualidad hay suficiente
información. Cada quién decide cómo quiere mirar y enfrentar: desde el
desconcierto o desde la aceptación
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