lunes, 29 de julio de 2013

¿Usted, no cambia?

¿Le asusta comprobar que las personas no permanecen leales a lo que alguna vez opinaron o a quienes alguna vez siguieron o creyeron? ¿Es de los que opina que si se nació conservador es imposible volverse liberal o viceversa?  ¿Le aterra comprobar que una mujer o un hombre dejen de amar a quién escogieron como  pareja y amen a otro u otra? Para usted, ese comportamiento ¿es un acto desleal? ¿Considera que es inaudito cambiar de equipo de fútbol o de creencias religiosas? ¿Si despotricaba de los divorciados hoy se encuentra con una posición diferente sobre el tema pero se asusta de su falta de “convicción”? ¿Se siente orgulloso de pensar como hace 10 años? ¿Sus conceptos sobre  sexualidad son los mismos de cuando era adolescente? ¿Sus creencias religiosas continúan “igualiticas” a cuando hizo la Primera Comunión? ¿Aún cree en el infierno y en el diablo?  ¿La guerrilla, el narcotráfico y los paramilitares los mete en la misma bolsa? ¿Es de los que cree, todavía, que sólo es real lo que se percibe con los cinco sentidos? ¿Le parece una traición que Santos piense por él cuando debió quedarse “quieto” en las ideas de Uribe? ¿Califica a sus amigos de desleales porque no lo acompañan en los mismos  planteamientos políticos? ¿Le aterra la “salida del closet” de su compañero de colegio por la mentira en que vivió? ¿Y censura al otro “que todo el mundo sabe” pero que aun no se atreve a mostrarse tal como es?
Preguntas sobre un mismo tema. Nos desgarramos las vestiduras porque las personas no permanecen “quietas” en sus convicciones, porque cambian de parecer, porque se mueven en planteamientos, porque o rectifican o se voltean o amplían sus criterios. Como si el “ideal” de comportamiento fuera la rigidez, la terquedad en lo que alguna vez se opinó y que no puede ser permeado por ningún cambio. Quieto en primera, sin ninguna modificación, sin ningún atisbo de renovación. La gente rígida no se mueve, se ufana de sus convicciones “de toda la vida” y claro, termina anquilosada porque lo que no se mueve significa que está muerto. La vida es movimiento y no sólo en el calendario sino también en ideas y conceptos. No modificar de criterio significa que nada de lo que sucede  alrededor lo ha permeado y por lo tanto “nada ha sucedido” porque nada ha dejado huella en su vida.
Pero entonces, ¿cómo diferenciar al “voltearepas” del que se “mueve”  porque aprende? ¿Cómo diferenciar al que evoluciona porque vió necesario hacerlo del que es una veleta porque es la moda? ¿Cuál es el término medio entre el voluble y aquel que se atreve a revisar criterios porque está aprendiendo? ¿Qué es lealtad? ¿Qué significa cambiar o aprender? ¿Qué quiere decir “falta de criterio”? ¿Qué es un carácter pusilánime? ¿Qué es honestidad? ¿Qué es flojera? A las personas se las juzga porque no piensan igual o porque ya no se comportan con las convicciones de antes. Tema muy complejo porque es imposible quedarse quieto sin modificar criterios. Como quien dice que a lo único que debemos ser leales es a nosotros mismos. Al único que no podemos serle infiel es al inquilino interior…todo lo demás es susceptible de ser modificado porque a eso fue que vinimos. Por eso nacimos: para aprender. Entonces juzgar a alguien porque modificó su criterio es semejante a haberlo imaginado muerto. ¿Esa es la intención al cuestionar un cambio? “Los seres humanos no nacen de una vez y para siempre el día en que sus madres los dan a luz sino que la vida los obliga a darse a luz a ellos mismos una y otra vez”. GGM

domingo, 21 de julio de 2013

Cada quién…

Hay dos maneras de enfrentar la vida. Sentarse “a la orilla”, a criticar lo que no nos gusta, a señalar las fallas, a culpar al gobierno, a renegar por lo que pudo haber sido y no fue o… Las mismas circunstancias, la misma película, pero participar en ella, “meterse” en el asunto, ver en qué se puede colaborar y entonces, como magia, los hechos se mueven. No importa que no crea porque independiente de su creencia, la verdad “científica” es que no somos materia sino energía condensada. Y la energía es lo que pensamos, lo que creemos y como vivimos. Por ello, si usted vive en la amargura, si escoge el primer escenario que describo al comienzo, pues entonces usted vivirá en la amargura. Nada ni nadie lo sacará del hueco porque usted fue el que se metió en él. Pero si escoge participar, “untarse”, las circunstancias son otras. ¡Usted las crea diferente de acuerdo a su energía!
¿Sabe usted cuánto cuesta una sonrisa? ¿Logra medir lo que hace una actitud colaboradora en el espíritu de quién la recibe? Pues bien, esos dos hechos, sonreír y colaborar (como mínimo) es lo menos que podemos hacer los que vivimos en Cali durante los próximos días, con ocasión de los Juegos Mundiales. Ya “metidos en el gasto”, la oportunidad es maravillosa para que los que lleguen puedan recordar, más que las vías o las calles, los edificios o el cemento que “conforma” la estructura de Cali, que ellos puedan recordar la amabilidad de sus gentes, sus deseos de colaboración, la sonrisa con que respondíamos sus inquietudes. Cuando se está en Paris, por ejemplo, un “sudaca” se puede descrestar con su historia citadina, calles, monumentos, edificios, pero se impacta con la repelencia y frialdad de los parisinos. ¡Ni una sonrisa, ni una colaboración! Pareciera que oliéramos feo (¿no son ellos los que huelen feo?) Aún más te pueden mirar “por encima del hombro” como si fueras ciudadano de segunda categoría o porque no tienes plata o porque tienes aire de país subdesarrollado. En  fin, sí recordamos las ciudades pero difícilmente la atención y colaboración de sus gentes. En eso afortunadamente los latinos somos de mejor condición y la solidaridad es parte de nuestro sello característico.
Por eso, los Juegos los hacemos todos, adentro y afuera de los escenarios. Recordar a Cali puede ser tan fácil (y agradable) si la propuesta ciudadana es sintonizarse con una oportunidad maravillosa de amabilidad y colaboración. A veces nos cuesta crecer “comunitariamente” y esperamos que papa-mama gobierno lo haga todo. Pero una comunidad es cada vez más adulta en la medida en que se responsabiliza de su actuar. Cada quien en Cali es responsable de la imagen que entreguemos de los Juegos. Ninguna ciudad de Colombia ha tenido una representación deportiva de tal envergadura y es hora de aprovecharla. La colaboración es una cadena de pequeños detalles que se suman y dan como resultado, primero, un sentido de pertenencia importantísimo para, segundo, construir un vínculo y entonces sí, ver los efectos del compromiso. Que a la larga nos terminan favoreciendo a todos. Si hay que gastar el mismo esfuerzo remando positivo o remando negativo, ¿Por qué escoger el camino más tortuoso?
No crea que usted no tiene que ver “nada” con los Juegos. Si está en Cali puede, al menos, sonreír y ser amable.  ¿Cuánto cuesta una sonrisa y a la vez, cuanto desarma esa misma sonrisa? La agresividad puede menguarse con amabilidad…no es fácil de creer porque la tentación de la rabia y humillación nos obnubila. Pero ensayemos a ser amables y sonreír que si el experimento resulta, se puede volver costumbre. ¡Y ganamos todos!

lunes, 15 de julio de 2013

¡Todos contra Hadad!

No nos entiende ni Mirus (a propósito, ¿quién es Mirus?). Nos enloquecemos  por que nos gobiernen o dirijan personas honestas, que hagan pero que no roben, que estén comprometidas, que tengan carácter y no se deje manosear. Personas con un sentido ético “a prueba de balas”, donde consideren que lo blanco es blanco tanto en el cielo como en el infierno y que la coherencia sea la columna vertebral de sus vidas. Entendiendo por coherencia la misma actitud frente a su madre como frente al diablo, el mismo modo de obrar frente a su amigo del alma como a su enemigo mas acérrimo. Pasamos años deseando esta clase de personajes, en reuniones formales o informales, “soñamos” con especímenes de esta categoría y...
Resulta que cuando “existen”, cuando hay algún “extraterrestre” que cumple con esos requisitos, plof, se funda el sindicato de “todos contra él”. No, “es que así no era”, es que “es mucho”, “que le baje”, que somos nosotros los que determinamos “la intensidad” de su actuar. No, que crea pánico, que asusta, que debe ser “mas suave”, que concilie…Al fin qué, o si o no. Los del problema somos nosotros, no él, que sí sabe para donde va. Los que “resistimos” tanta claridad somos los que “seducimos” y “manoseamos” y “ablandamos” cuando las situaciones se vuelven excesivas. (Léase cuando se salen de nuestro control). Entonces fundamos el sindicato del desprestigio, le ponemos “palos a la carreta” y queremos que la ley “se ajuste” a nuestra medida. ¡Todos contra él!
He “padecido” la ley de Hadad como tantos otros, me molesté con las multas, de manera que ni siquiera estoy pidiendo cacao por sus determinaciones. Y estoy segura, que dada su verticalidad, me puede llamar a dar las gracias por la columna y a renglón seguido me aplicaría la norma si incumpliera la ley. Pero eso es lo que necesitamos. Individuos de su claridad que pueden terminar (aparentemente) atropellando por su verticalidad pero desde la Psicología  sabemos muy bien que mas daño hace el manoseo con la norma que la disciplina de la norma. Porque en la disciplina se espera “interiorizar” la determinación y no jugar “a cuando la cumplo” si el policía está a la vista o desaparece. Actitud por cierto muy colombiana.
En nuestro interior puede que le “arriemos la madre” (perdón señora de Hadad), sin embargo tenemos la certeza de que su actuar nos da seguridad, nos despeja el futuro y, quien lo creyera, nos brinda seguridad ciudadana. Hace mucho rato no existía un funcionario tan claro y categórico y ahora somos los ciudadanos los que pedimos cambios de actitud. Suavice, modere, afloje, haga excepciones. Claro, pareciera que nada en el Gobierno de Guerrero estuviera hecho “para agradar”, para “quedar bien” con la ciudadanía.La ley y la norma no son fáciles de acatar sin embargo son el único instrumento que nos permite la convivencia. Es hora entonces de que los ciudadanos no vetemos a los que cumplen porque su actuar nos talla. ¿Qué queda entonces? ¿Queremos más funcionarios corruptos, manejables, seducibles, tentados por los votos o por su futuro político? Para ninguno es un secreto que en las dependencias de Alberto Hadad, las cosas son claras y contundentes. El está creando un estilo de gobierno que nos da seguridad y claridad. Lo apoya “su jefe” y lo mínimo que merece un buen funcionario es el respaldo de sus gobernados. Si no es así, entonces, ¿para qué sirve el “servicio público”? Si ni siquiera merecen reconocimiento cuando hacen las cosas bien, ¿quién honrado se le volverá a medir para trabajar en el sector oficial?

jueves, 11 de julio de 2013

¿Quiénes se suicidan?


Sí, obligados a modificar creencias, al menos a revisarlas. Porque hoy en día existe muchísima nueva información en Psicología que debe al menos escucharse para darle una nueva mirada a la conducta humana. Podemos seguir repitiendo lo viejo (un suicida no debe enterrarse en un cementerio católico, atentó contra Dios, está loco, es un enfermo mental) o podemos empezar a revisar los hechos con una mirada transgeneracional. Y aun cuando no quita el dolor, si genera aceptación de procesos que tienen explicación. Claro, con la nueva mirada psicológica...
Bert Hellinger dice textutalmente: “mi observación es que en la familia existe algo como un saber compartido. Ese saber, ese conocimiento, abarca no solamente a los padres y los hermanos sino también a los abuelos, los tíos y tías. (…) Dentro de este círculo existen algo así como implicaciones. Esto significa que alguien de una generación posterior queda implicado en los destinos de miembros anteriores. Este saber compartido cuida que en ese grupo nadie se pierda, por ejemplo, que nadie sea excluido. Si esto ocurre, esa persona será representada por un miembro posterior sin que éste lo sepa. Este procedimiento es inconsciente. La solución es que la persona excluida sea reintegrada y recupere su lugar en el sistema. Entonces desaparece la presión sobre otros miembros de la familia de repetir el destino del excluido”.
Entonces, el suicidio tiene “causas” en la historia familiar porque formamos parte del colectivo familia. Y venimos a la vida formando parte de una familia e implicados en la reparación de sus pendientes. “Esa conciencia colectiva inconsciente, como yo también denomino a ese saber compartido, sigue determinadas leyes. Es posible leerlas en el efecto que ellas tienen en la familia. Una de ellas dice: “Todos tienen el mismo derecho a la pertenencia”. Por consiguiente, nadie puede ser excluido”. La conciencia colectiva inconsciente abarca tanto a los vivos como a los muertos. “La experiencia de las constelaciones familiares es que la mayoría de suicidios se producen por amor y por implicaciones. La solución es que se mire a quien se quitó la vida y se le diga: “Yo respeto tu decisión, no obstante tu seguirás siendo mi padre, mi madre, mi hermano, mi hermana…”. De ese modo se asegura su inquebrantable pertenencia a la familia. Entonces nadie necesitará copiarlo y a partir de la implicación con su destino repetir su misma historia”. Para los descendientes la solución consiste en reincorporar a los fallecidos. De esa manera el riesgo de un nuevo suicidio dentro del grupo familiar se reduce considerablemente.
No es fácil el tema porque el sentimiento de dolor, de impotencia y hasta de vergüenza  personal o social, puede desviar una mirada más sanadora. ¡Que la hay! Pero hay que atreverse a modificar creencias. La sorpresa del hecho, difícil de asimilar en forma rápida, puede ser reemplazada por explicaciones que, aun que no devuelven la vida del que se suicidó, generan paz interior al encontrarle un sentido. Además, la muerte no es un castigo, no se mueren “los malos”. La muerte es parte de la vida y si aprendemos a transitar por el camino de la espiritualidad (no de la religión) que tiene fundamentos científicos, podemos asimilar experiencias dolorosas que desafortunadamente no nos enseñaron a hacerlo. Hay tanto por aprender, tanto por revisar.  Desde la razón lógica, cartesiana, no hay respuestas y nunca las habrá. Desde la Psicología, desde la Física Cuántica, desde Constelaciones Familiares y desde la espiritualidad hay suficiente información. Cada quién decide cómo quiere mirar y enfrentar: desde el desconcierto o desde la aceptación

lunes, 8 de julio de 2013

¿Quiénes se suicidan?



Sí, obligados a modificar creencias, al menos a revisarlas. Porque hoy en día existe muchísima nueva información en Psicología que debe al menos escucharse para darle una nueva mirada a la conducta humana. Podemos seguir repitiendo lo viejo (un suicida no debe enterrarse en un cementerio católico, atentó contra Dios, está loco, es un enfermo mental) o podemos empezar a revisar los hechos con una mirada transgeneracional. Y aun cuando no quita el dolor, si genera aceptación de procesos que tienen explicación. Claro, con la nueva mirada psicológica…
Bert Hellinger dice textutalmente: “mi observación es que en la familia existe algo como un saber compartido. Ese saber, ese conocimiento, abarca no solamente a los padres y los hermanos sino también a los abuelos, los tíos y tías. (…) Dentro de este círculo existen algo así como implicaciones. Esto significa que alguien de una generación posterior queda implicado en los destinos de miembros anteriores. Este saber compartido cuida que en ese grupo nadie se pierda, por ejemplo, que nadie sea excluido. Si esto ocurre, esa persona será representada por un miembro posterior sin que éste lo sepa. Este procedimiento es inconsciente. La solución es que la persona excluida sea reintegrada y recupere su lugar en el sistema. Entonces desaparece la presión sobre otros miembros de la familia de repetir el destino del excluido”.
Entonces, el suicidio tiene “causas” en la historia familiar porque formamos parte del colectivo familia. Y venimos a la vida formando parte de una familia e implicados en la reparación de sus pendientes. “Esa conciencia colectiva inconsciente, como yo también denomino a ese saber compartido, sigue determinadas leyes. Es posible leerlas en el efecto que ellas tienen en la familia. Una de ellas dice: “Todos tienen el mismo derecho a la pertenencia”. Por consiguiente, nadie puede ser excluido”. La conciencia colectiva inconsciente abarca tanto a los vivos como a los muertos. “La experiencia de las constelaciones familiares es que la mayoría de suicidios se producen por amor y por implicaciones. La solución es que se mire a quien se quitó la vida y se le diga: “Yo respeto tu decisión, no obstante tu seguirás siendo mi padre, mi madre, mi hermano, mi hermana…”. De ese modo se asegura su inquebrantable pertenencia a la familia. Entonces nadie necesitará copiarlo y a partir de la implicación con su destino repetir su misma historia”. Para los descendientes la solución consiste en reincorporar a los fallecidos. De esa manera el riesgo de un nuevo suicidio dentro del grupo familiar se reduce considerablemente.
No es fácil el tema porque el sentimiento de dolor, de impotencia y hasta de vergüenza  personal o social, puede desviar una mirada más sanadora. ¡Que la hay! Pero hay que atreverse a modificar creencias. La sorpresa del hecho, difícil de asimilar en forma rápida, puede ser reemplazada por explicaciones que, aun que no devuelven la vida del que se suicidó, generan paz interior al encontrarle un sentido. Además, la muerte no es un castigo, no se mueren “los malos”. La muerte es parte de la vida y si aprendemos a transitar por el camino de la espiritualidad (no de la religión) que tiene fundamentos científicos, podemos asimilar experiencias dolorosas que desafortunadamente no nos enseñaron a hacerlo. Hay tanto por aprender, tanto por revisar.  Desde la razón lógica, cartesiana, no hay respuestas y nunca las habrá. Desde la Psicología, desde la Física Cuántica, desde Constelaciones Familiares y desde la espiritualidad hay suficiente información. Cada quién decide cómo quiere mirar y enfrentar: desde el desconcierto o desde la aceptación